Como fósforos
—¡Cállate! —Avienta su teléfono a través de la habitación.
Me encojo en cuanto el aparato hace contacto con una de las ventanas. Una telaraña se teje en el cristal con un sonido estruendoso. El móvil rebota más de una vez en el piso antes de terminar con la pantalla astillada, lejos de Roel.
Cuando vuelvo la mirada, está luchando por respirar. Sus manos están hechas puños que tiemblan junto a su cuerpo. A su espalda, la puerta de la habitación se abre. Mi padre tiene el ceño fruncido entre la tristeza y la preocupación.
Niego sutilmente con la cabeza para hacerle saber que estoy bien y puede irse.
Tengo que manejar esto sola. Puede que sea mi última oportunidad de estar con Roel y debo aprovecharla para decirle tanto como pueda.
Papá vacila, aunque cierra la puerta al final. El chico frente a mí ni se inmuta, está demasiado consumido por el dolor como para hacerlo.
—No digas... No digas su nombre.
Hay furia en su voz, pero sé que no viene dirigida a mí. Le toma casi un minuto entero calmar su respiración. Luego, pestañea y deja la posición defensiva para mirar rendido el teléfono que yace a unos metros. En sus ojos se acumulan las lágrimas y siento que pronto necesitaré otro corazón porque el de Michel no podrá resistir esto.
—Es uno de los nombres más comunes en Norteamérica —continúa, y esta vez cierra los párpados con agotamiento—. Hay muchos chicos que se llaman así. También famosos. Es un nombre recurrente en los libros para adultos y también en los de niños. Hay cadenas de restaurantes que se llaman como él, y también estrellas. Sé que volveré a escucharlo y sé que me dolerá para toda la vida, pero no... No lo digas. No quiero oírlo.
—Peter —susurro.
Abre los ojos. Me mira entre incrédulo y enojado.
—Kenna, esto no es un jodido juego.
Me cuesta tragar.
—Peter —repito con lentitud.
Su labio inferior comienza a temblar. Niega con la cabeza y una lágrima le recorre la mejilla. Es una imagen devastadora, pero si tengo que repetir el nombre setecientas veces para que entienda a lo que quiero llegar, lo haré.
—Me largo, es suficiente. —Levanta las manos en señal de rendición antes de darme la espalda otra vez—. Nunca pensé que diría esto, pero estás siendo irrespetuosa y totalmente inmadu...
—Peter —digo cuando alcanza el pomo de la puerta—. Peter —repito una vez más, observando sus músculos tensarse—. Peter, Peter, Peter y Peter. Peter una y mil veces. —Doy otro empujón a las ruedas, hasta que quedo en medio de la habitación—. Peter, Roel —murmuro con suavidad.
Un escalofrío le recorre el cuerpo entero antes de que sus hombros comiencen a temblar y oiga la forma en que trata de contenerlo todo aunque no puede más.
Antes de que pueda volver a repetirlo, se gira y camina hacia mí. Se deja caer sobre sus rodillas y sus brazos me rodean con fuerza. Sus manos se entrelazan en mi espalda y su rostro cae contra mi regazo, donde llora con tanta impotencia que termino llorando yo también.
Acaricio su cabello y su espalda. Lo oigo desahogarse del dolor para volver a acumularlo en el pecho y descargarlo una vez más.
A veces me pregunto cómo es que una aflicción así no te mata al instante. Que lo haga despacio es tortuoso, pero también la prueba de lo fuerte que resultamos ser, sobre todo cuando sobrevivimos a la pérdida.
ESTÁS LEYENDO
Lo que digo para salvarte
Teen FictionLos vivos nos aferramos a la esperanza, no lo olvides. Portada por: TylerEvelynRood