Lo que digo para salvarte

39. Roel

El dicho vuelto realidad

Sus brazos envuelven mi cintura y su cabeza descansa en mi pecho. Tengo la impresión de que escucha mi corazón.

Abracé a muchas personas en la vida, y ellas me abrazaron de regreso, pero el abrazo de Kenna se siente distinto. Nunca nadie me abrazó como si estuviera hecho de paz a pesar de que me siento un caos. Eso me tranquiliza.

Respiro hondo mientras le correspondo. No puedo evitar sonreír cuando miro por primera vez en mi vida un maldito pastel gelatinoso de vainilla.

Peter lo va a amar.

Es tan raro y especial como él.

Debe ser la sobrecarga de emociones, porque de otra forma es raro que me ardan los ojos con lágrimas. Estoy agotado y feliz, pero el miedo anterior me pasa factura con el que sé que llegará en un futuro.

Mi esperanza me abruma y quiero reír con histeria porque esto es injusto, aunque a su vez, es lo que la vida nos arroja y por algo lo hace. Soy pura contradicción mientras Kenna me abraza y me recuerda que las otras personas también pueden ver la luz.

No tengo que hacerlo solo.

—El alumno ha superado al maestro —susurra.

Sí, definitivamente lo ha hecho, pero no lo confesaré en voz alta en esta vida.

—Ya quisieras, Hamilton Quinn.

Me abstengo de añadir «De Luca» al final, dado que somos muy jóvenes.

Pero, algún día, puede que lo haga… ¿Quién sabe?