Nuestras posibilidades
Está prohibido subir a la azotea para cualquiera que no sea personal del hospital, pero aquí estamos.
La madre de los De Luca se arriesgó, pero fue solo para que su hijo mayor tuviera una noche memorable. Lo hizo porque quería que Roel dejara de pensar en su familia; para que fuera un chico normal de dieciséis años en una cita con una chica que le gusta. Por obvias razones yo no puedo salir del hospital, pero aún así buscamos la forma de hacerlo funcionar. Incluso mis padres aceptaron porque esto también era para mí.
Se suponía que serían dos horas para no pensar en la muerte, aunque Mónica me advirtió que esto podía pasar. Por primera vez veo un helicóptero de cerca y el defectuoso corazón en mi pecho se acelera al oír que, a pesar del estrepitoso ruido de las hélices, se escucha a un ser humano en plena agonía.
—¡Vamos, vamos! —apura Roel.
El helicóptero sigue en el aire cuando abre la mochila que traje y barre con un brazo la camilla, haciendo que todo lo que estaba sobre ella caiga dentro. Empuja las sillas y dicha camilla a un lado con rapidez. Gracias a las luces de emergencia, sabrán que hubo alguien aquí. Sin embargo, no importa. Mónica dijo que solo teníamos que intentar no ser un obstáculo en caso de que hubiera una emergencia, y que si nos pillaban ella junto a mis padres se harían cargo. Además, a pesar de que no se puede, muchos pacientes y empleados vienen aquí a pasar el rato. No somos los primeros.
Él tira de mi mano hacia el elevador, pero tiro de la suya de regreso.
—¡Ellos necesitan el ascensor! —grito para que me oiga.
Asiente en respuesta y pienso que nos quedaremos a un lado, esperando a ser los próximos en bajar.
—¡Sígueme! —replica sobre el rugir del viento.
Corremos hasta una puerta lateral que se abre de un empujón. Nos adentramos bajo techo, en las escaleras de emergencia. Me agito un poco cuando me obliga a bajar un pequeño tramo, hasta el primer descanso. Luego deja caer la mochila y nos apoyamos contra la pared. Al mirarlo a los ojos veo que hay cierto temor ahí.
Los gritos. No nos quedamos allí arriba porque no quería que yo oyera todo eso, y tampoco deseaba oírlos él a pesar de que está acostumbrado.
Esperamos por un rato y oímos las rápidas pisadas. El helicóptero se aleja y el zumbido se desvanece. La azotea vuelve a estar despejada, a nuestra disposición.—¿Estás bien? Lo siento, pero creo que nuestra cita ha llegado a su fin.
—Tuve suficiente de ti por una noche, créeme —aseguro.
—No creo que eso sea posible.
Nos sostenemos la mirada bajo la luz fluorescente. Ninguno hace mención a la emergencia o al llanto, pero ambos pensamos en ello. Tomo su mano para dejarle saber que de verdad estoy bien, pero que de igual manera estoy inquieta por lo que acabamos de vivir.
Me devuelve el apretón.
—Podríamos bajar por las escaleras —sugiero.
—Son como sesenta millones de escalones y no me apetece perder un pulmón. Además, sabes que no tienes permitido esa clase de ejercicio. Tus padres pueden haberte dejado tener un cita conmigo, pero no me arriesgaré a que la señora Hamilton me regale una patada en el trasero junto a una demanda y tu padre la aplauda por eso.
Volvemos a subir a la azotea. La brisa fresca nos da la bienvenida de camino al ascensor. La mano de Roel vacila sobre los botones y frunce el ceño. Escudriño el panel y noto que ninguna luz está parpadeando, lo cual no conlleva nada bueno.
—Mierda —suelto.
Me mira preocupada. Más que eso: desesperado.
—Se han quedado atascados, Kenna.Alguien está muriendo ahí dentro y no hay médicos que puedan auxiliarlo.
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Lo que digo para salvarte
Teen FictionLos vivos nos aferramos a la esperanza, no lo olvides. Portada por: TylerEvelynRood