34. Roel

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Lo que no veías

Un niño ve las cosas con más simplicidad, pero más de una docena de ellos lo hace con una complejidad que termina por abrumarte.

—En tu caso solo hay dos opciones al final: aceptas el corazón o no —digo mientras caminamos por el corredor, de regreso a su cuarto—, pero ahí está la cuestión. Los adultos solo se enfocan en el final cuando en realidad tendrían que fijar sus ojos en el proceso. Pasa algo parecido con el amor, el objetivo no es ser novios. —Me río—. Lo que importa es lo que está de por medio: la primera charla, las confesiones en la almohada, el primer beso, el primer saludo del día, la impotencia de la primera pelea y todo lo que va despertando en ti. Tiene más importancia el proceso de enamorarse que el resultado, que no es más que un etiqueta: novios o no novios.

—Eres todo un filósofo amoroso.

Me encojo de hombros con las manos en los bolsillos.

—Me declaro culpable. A lo que voy es que esos niños, si lo analizas, se enfocaron en el proceso. Danae insinuó que deberías tomarte el tiempo para despedir a tu corazón, lo que traduzco que es ponerte a pensar 3n todos los buenos años que te dio y que sin él ni siquiera existirías en primer lugar; no enfocarte en que se irá o reprocharle porque está dejando de funcionar. León te aconsejó que, mientras estés asustada aquí, tu familia puede ayudarte. Disfruta que te cuenten historias de piratas, la cantidad que quieras: deja que sean tus pilares. Gregory te señaló como una suertuda, pero jamás dijo que tenías que aceptar esa suerte, solo meditar al respecto. Ninguno te dijo que conservaras tu actual corazón o aceptaras un trasplante.

Se detiene y tira de mi manga con ojos brillantes.

—Puedo elegir en qué pensar ahora, en el proceso, y eso llevará a cual sea el desenlace de la historia de forma natural —comprende.

Nos sostenemos la mirada y necesito que Doris me traiga un tanque de oxígeno cuando Kenna sonríe.

—No eres un idiota propiamente dicho —asegura, y acto seguido, bajo la mirada cuando entrelaza su mano con la mía—. Gracias, Roel.

Se inclina hacia mí y cierro los ojos a la espera de un beso.

Solo que lo esperaba en otro lugar.

¿Acaso tiene mala puntería?

—No hice boca de pato para un beso en la mejilla, estoy decepcionado y ofendido.

Ríe y ya no importa en qué parte me quiera besar; rodilla, codo, trasero...

Bueno, ese último mejor no.    

Continuamos el camino de la mano. Me muerdo la lengua para no hablar y la dejo reflexionar sobre todo lo que los más pequeños nos pueden enseñar mientras pienso cuál será la siguiente lección que le daré como su Sensei.

Me aseguraré de que involucre besos o pastel de vainilla.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora