45. Peter

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Diosas merodean hospitales

Mi trasplante se acerca y esta noche Kenna se lo contará a Roel en la cita que les organicé con ayuda de mamá. Estoy en la espera de que la chica con problemas de corazón venga a buscar la mochila que le preparamos.

Se oye un golpe en la puerta corrediza y cuando despego los ojos de mi historieta me quedo petrificado.

—Hey, tú debes ser Peter —dice una adolescente, entrando sin permiso. 

Quiero hablar, pero no puedo. Tengo la boca medio abierta como un tonto.

Ella es más grande que yo, tal vez por tres o cuatro años, y también mucho más alta. Su cabello es corto, oculto parcialmente por un gorro de lana morado. ¿Vestimenta? Del tipo rockero, pero con color. Tiene medias de red rotas bajo sus pantalones de jeans cortos, y zapatillas blancas de esas que me gustan, con abrojos.

Siempre me dio pereza atarme los cordones.

—Soy Maise, amiga de Kenna, y creo que tengo que llevarme eso. —Apunta con el índice la mochila que descansa en la silla junto a mi cama.

«¡Reacciona, estúpido!» me grito, aunque solo puedo asentir sin pronunciar palabra alguna.

Se acerca. Huele a chicles de menta y a papas fritas. Rara combinación, pero agradable.

Tira la mochila sobre su hombro y se detiene junto a la cama por un segundo. Arquea una ceja, esperando que diga algo. Debe pensar que soy raro, aunque cuando sus ojos bajan a mi historieta y una torcida sonrisa tira de sus labios, creo que la rareza no le molesta.

Tiene las paletas ligeramente separadas.

Qué mujer, por favor....

—¿Quieres un spoiler? —pregunta.

Asiento como un bobo. Cuando abre la boca y me percato de que no estoy pensando con claridad ya que me afecta su exótica presencia, niego con rapidez.

—Te lo diré de todas formas. —Se encoge de hombros y llega otra vez a la puerta. Antes de irse me mira con una expresión entre divertida y malvada—. Al final se convierte en villano porque fracasa al intentar detener la invasión de los mantícoras, pierde un brazo en la batalla del Oro contra el Bronce y se casa con una ninfa lunar. 

Me guiña un ojo y desaparece por el corredor.

Acaba de arruinarme el final que he estado esperando por leer hace tres meses, pero solo puedo pensar en una cosa...

¿De dónde ha salido esa diosa amante de las historietas?

Quiero pedirle que sea mi ninfa lunar.

Lo que digo para salvarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora