D O S

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Luego de la llamada, me levanté de mi cama ya completamente despierta y pensé en qué hacer a continuación. No podía despertar a ninguno de mis padres, claramente, si es que quería que mi hermano llegase vivo a la Universidad. No confiaba en que Kate pudiera ser mi secuaz en todo esto, porque estaba segura de que primero haría un escándalo y luego me pediría algo a cambio de su ayuda, y si me rehusaba a darle lo que ella quería amenazaría con despertar a nuestros papás.

Mi cabeza empezó a trabajar rápido, intentando encontrar una salida fácil a todo aquello. Analicé cada una de mis opciones.

a) Podía ir en un taxi hacia la fiesta, buscar a Craig y subirlo al auto y volver hacia aquí.

Eso iba a ser imposible por el hecho de que no tenía dinero para pagar el taxi ida y vuelta, y además sería un poco difícil arrastrar a alguien completamente borracho dentro del auto de un desconocido, sin saber si el taxista me dejaría incluso subir con él así a su vehículo.

Okey.

b) Robar las llaves del auto de papá, conducir hacia la fiesta, encontrar a Craig, subirlo al auto y volver rápidamente a casa para ocuparme de él.

Parecía un buen plan. Hasta que caí en la cuenta de que yo no era la mejor de las conductoras, y que, traer a Craig hacia casa podría ser un desastre porque: podía vomitar en el auto y tendría que limpiar todo para que nadie se diera cuenta, era muy probable que cuando entráramos a la casa él se tropezara con todas las cosas o dijera idioteces en voz muy alta lo que terminaría por despertar a mamá. El plan b fue rechazado, así que solo me quedaba la tercera y más odiosa opción:

Debería, obligadamente, sacar el auto sin permiso, conducir hacia la fiesta con mucho cuidado de no matar a alguien y no matarme yo, encontrar a Craig y quedarme con él tirado en algún rincón esperando a que se le pase la borrachera para recién entonces poder volver a casa y no correr el gran riesgo de ser descubiertos.

Okey. Ese sería el plan. Al fin y al cabo, terminaría haciendo lo que no quería: ir a esa fiesta.

Rápidamente me puse un jean, una camiseta blanca arrugada por estar tirada a un costado de mi cama, una chaqueta de jean casual y mis zapatillas blancas. No me interesé en mirarme al espejo antes de salir de mi habitación en un completo silencio, pisando cuidadosamente las baldosas.

Guardé mi celular en el bolsillo de mi pantalón y, sintiéndome toda una espía en cubierto, me deslicé por la baranda de la escalera en un exitoso silencio hasta llegar al primer piso, donde, desgraciadamente, cuando me bajé de la barandilla, las suelas de mis zapatillas hicieron ruido.

Me quedé dura en mi lugar, al menos cinco minutos, esperando oír la voz de mi madre al tope de la escalera, pero no oí nada que me hiciera pensar que ella se había despertado. Suspirando me encaminé hacia la puerta, miré el llavero pegado a la pared y con una sonrisa triunfante tomé las llaves del auto de papá.

- ¿Qué se supone que haces?

Cerré los ojos con fuerza y apreté fuerte el picaporte de la puerta. Maldita sea. Di vuelta sobre mis talones hasta quedar enfrentada a la voz que me había descubierto en mis planes. Tenía una ceja enarcada y suspiré, pasando una mano por mi frente, intentando no entrar en pánico.

- Voy a salir un momento – me limité a decir.

- Ya, claro – sonrió divertida -. Más te vale decirme la verdad.

- Kate – rogué -, por favor necesitas cubrirme en esta, solo esta vez, lo juro. – junté mis manos frente a mi rostro y la miré lo más suplicante posible, esperando a que su oscuro corazón se apiadara una vez de mí.

El último verano - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora