T R E I N T A

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JOSEPHINE

Desde mi punto de vista, tenía dos opciones en el alcance de mis manos:

La opción A se basaba en, prácticamente, hacer un seudo escandalo acerca de lo que acababa de ver. Podía bombardearlo a preguntas, podía insultar a Becca, en sencillas palabras podía hacerle ver a Felix cuánto me importaba y me molestaba haber visto aquel beso entre ellos dos.

O, la opción B, que parecía ser la más racional e inteligente. Se basaba en simplemente bajar la cabeza, no decir nada, recoger la poca dignidad que me quedaba esparcida por el piso e irme de aquel lugar por el mismo camino que había llegado.

Pero lo había visto apartarla. Lo vi apartarla, ¿y si él no quiso besarla? ¿qué pasa si...? No, no tenía que hacer especulaciones, ni esperar nada de Felix Ryder, ni molestarme, ni sentirme mal. No podía permitirme tener aquellos sentimientos.

Entonces, mirando mis pies y mordiendo mi labio inferior con fuerza, di media vuelta sobre mis talones y empecé a caminar lo más relajada que pude haber disimulado estar.

Pero, como al parecer le gustaba verme revolcarme y pelear por él, no tardé en escuchar los zapatos golpeando la acera, y actué como si no me afectase el sonido de su voz en aquel momento llamando mi nombre.

- ¡Josephine! – me dijo, antes de dar, lo que escuché como dos pasos más y llegar a mí lo suficientemente rápido como para agarrarme del codo -. Hey, espera un segundo.

- Felix...

Di media vuelta, para encararlo, para decir lo que fuera que se cruzara por mi cabeza en aquel momento, y entonces me encontré con una imagen que me dejó además de confusa, petrificada.

Tenía los ojos hinchados. Los ojos hinchados, rojos y llorosos, y en sus mejillas había rastros de lágrimas secas. Él había estado llorando.

Felix Ryder había estado llorando y esa idea me congeló el corazón por completo, me dejó paralizada. ¿Qué había ocurrido para que él hubiera estado llorando, qué lo había herido tanto? lo observé entonces de arriba abajo, apartando recién mis ojos de su mirada casi suplicante y bastante cansada.

Iba de traje, un traje que a leguas se notaba que era costoso. ¿Por qué iba de traje? Miré a Becca, aun de pie en el porche, quien nos observaba de brazos cruzados y mirada asesina y penetrante, y ella llevaba puesto un vestido negro y hermoso. Un vestido negro, elegante.

¿Qué había sucedido? No podía apartar esa pregunta de mi cerebro por el simple hecho de que no podía apartar la idea de Felix llorando de mi cabeza.

- Jo, lo que viste no... - empezó a decir, pero lo interrumpí inconscientemente pasando una mano por su mejilla.

- ¿Estás bien? – le pregunté entonces, con el tono de voz más preocupado de lo que yo pretendía que sonara. Su expresión fue de completo asombro y confusión, lo miré a los ojos nuevamente -. Felix, ¿Estás bien?

- ¿Q-qué? – parecía confundido. Su voz sonaba rara. ¿Qué demonios había sucedido?

- Estuviste llorando, ¿Por qué?, ¿Algo malo sucedió? – fruncí el ceño y aparté las manos de su rostro -, ¿Estás bien? – repetí, lentamente.

Felix no pareció terminar de comprender las preguntas que salían de mi boca. Lucía confundido y preocupado, ladeaba la cabeza como una persona perdida y me miraba de una forma rara. Yo sentía que mi corazón se retorcía dentro de mi pecho cada vez que sus ojos hinchados y rojizos se cruzaban con los míos.

- ¿No quieres que te explique lo que acabas de ver? – en serio lucía perdido.

Claro que quería que me "explicara" lo que acababa de ver, pero en aquel momento no parecía tener demasiada importancia para mí, ni para él en realidad, debido a que no creía que un beso de Becca Summers pudiera hacerlo llorar. Ja, para nada.

El último verano - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora