Me desperté por el calor que me transmitía el cuerpo de Felix pegado al mío. Su brazo me rodeaba la cintura con mucha fuerza y si pierna se había enredado con la mía, mientras que mi cabeza reposaba debajo de su cuello.
La luz del sol que entraba por la ventana terminó por despabilarme, pero no quise moverme ni un centímetro, por el simple hecho de que se veía angelical y muy tranquilo, no quise despertarlo. Me contuve cuando quise mover mi mano para apartar el mechón de cabello que le caía por la frente, porque si lo hacía, todo el día me la pasaría pensando en que querría quedarme de nuevo con él esa noche para volver a despertarme de esa forma.
¿Cómo se suponía que debía continuar con mi malhumor y enojo de ayer si lo primero que veía al abrir los ojos era esa imagen? No olvidaba por la estupidez por la cual se había enojado la noche anterior, ni que se fue y me dejó sola como por cuarenta minutos.
Quizás debería esperar a que Felix se despertase y ver de qué humor estaba. Por mí, podría dejarlo atrás, pero si por alguna razón se le ocurría sacarme en cara el asunto de Nick, no dudaría en responderle.
Me exalté cuando el tono de llamada de un celular empezó a sonar. Me quedé quieta, no era el mío, sino el de Felix.
El celular no paraba de sonar y él fue despertándose poco a poco. Abrió los ojos luego de parpadear varias veces y estiró los brazos encima de su cabeza. Me quedé en silencio, mirándolo. Sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa cálida se extendió por sus labios.
- Hola, linda. – me dijo con el tono adormilado y la voz ronca.
- Tú celular. – le recordé y entonces se enderezó y estiró el brazo para tomar su teléfono encima de la mesita de noche.
Me quedé acostada y vi como su expresión cambiaba en cuanto leía el identificador de llamadas. Suspiró y pasó una mano por sus ojos mirando al techo un segundo.
- Hey, ¿Qué pasa? – dijo al contestar y un segundo después revoleó los ojos -. Buen día. Ahora, ¿qué pasa? – me miró de reojo y negó con la cabeza cuando enarqué una ceja preguntando quién era. Rascó su nuca -. No, no puedo hoy. ¿Cómo que por qué? Porque no y punto – bufó y revoleó los ojos -. Que no, Becca. Hoy estoy ocupado.
No me sorprendió que hubiera sido ella. Me enderecé en la cama y me levanté. Sentía la mirada de Felix clavada en mi nuca mientras me movía por su habitación buscando mi mochila. Cuando la encontré me agaché rápidamente para tomarla. Noté de reojo que él también se ponía de pie.
- Okey, si no es urgente puede esperar – di media vuelta y me encontré con su mirada confundida en mí -. Te llamo cuando esté libre. No sé, cuando tenga tiempo. Que sí; sí, hablamos luego. Okey, tú también – finalizó la llamada y nos quedamos mirando un segundo, ambos en silencio, un poco incómodo -. Te... - su voz tembló un segundo -, ¿Te vas?
La mirada que me dio después de la pregunta que, me di cuenta le costó pronunciar, me ablandé un poco. Si bien la atmosfera entre nosotros era un poco extraña, supe que si ponía de mi parte para que cambiara sería más llevadero para ambos.
Sonreí un poco y casi vi como sus músculos se relajaban.
- Iré a cambiarme.
- Ah, bueno... bien. – estaba nervioso, se le notaba.
Caminé hacia el baño y me encerré en él. Me miré en el espejo, no me veía tan mal, aunque sí un poco despeinada. Me apresuré a peinarme y lavarme los dientes, y luego me decidí a vestirme con un short blanco y un top a rayas negro y blanco sin mangas.
Luego de recogerme el cabello en una cola alta y guardar toda mi ropa en la mochila salí del baño, y me encontré con un Felix aún en pijama, sentado en el borde de su cama con los codos sobre su rodilla y las manos entrelazadas. Lo miré con una ceja enarcada, curiosa, él levantó la vista y mordió su labio inferior con fuerza, en una expresión dudosa.
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El último verano - PAUSADA -
Teen FictionJosephine Anderson, tenía que lidiar con ciertas cosas aquel último verano que viviría en su país de nacimiento antes de irse a estudiar a la Universidad: El repentino divorcio de sus padres, del cual solo ella sabía y no encontraba una explicación...