Q U I N C E

400 29 10
                                    

Felix encendió la luz de su habitación y ésta me cegó por unos segundos. Ya había estado en su cuarto hace dos noches, y había dormido en su cama, que en ese instante lucía diez veces más grande y acogedora que hace dos días atrás.

La habitación daba vueltas, al igual que mi cabeza, y la música, los gritos y las voces de las personas en el patio trasero entraban por la puerta que daba al balcón, al igual que los reflejos rojos y morados de las únicas luces que alumbraban en la fiesta.

Di dos pasos hacia adelante cuando Felix me soltó la mano. Casi tropecé con mis propios pies pero por suerte pude disimularlo. O bueno, eso era lo que yo creía. Me detuve en mi lugar y miré a Felix mientras colocaba el pestillo de la puerta.

Él volvió a mirarme, suspirando y recostándose por su puerta con los brazos detrás de su espalda. No podía descifrar lo que su rostro transmitía, de hecho, apenas podía distinguir su rostro de todo lo demás. Odiaba admitirlo, pero estaba completamente ebria en aquel momento.

El silencio se me estaba haciendo eterno, me molestaba que él no se acercara e intentara empezar... lo que sea que debía empezar. Yo ya había dado el primer paso, como me lo habían dicho Carly y Kate, pero no podía hacer mucho más si él no me ayudaba. Él sabía que yo no tenía experiencia en todo aquello, y me molestaba que no me quisiera ayudar.

Decidí romper el silencio.

- Entonces... - empecé diciendo, alargando la última sílaba. Arrugó los labios y subió un poco su ceja izquierda.

- Entonces... - repitió, enderezándose y esta vez cruzando sus brazos sobre su pecho.

Lo miré expectante, diciéndole mentalmente que creía que era momento de que avanzara y... empezara las cosas. Pero al parecer, Felix no estaba al tanto de lo que pasaba por mi cabeza, o simplemente quería hacerme pasar un mal momento y avergonzarme en aquella situación bastante delicada para mí.

<< Qué más da >> pensé, harta, llevando una mano a mi hombro y tomando la tira de mi bikini verde que sostenía a mi sostén pegado en mi cuerpo.

Los ojos de Felix se abrieron como platos al darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer, y de un solo paso largo estuvo frente a mí, tomando mi mano que intentaba desatar la parte de arriba de mi bikini en un vano esfuerzo, ya que mis dedos coordinaban menos que cuando estaba sobria.

- ¡wow! – dijo, tomando mi mano y con los ojos abiertos como platos -. ¿Qué haces, Jo? Para.

- Pues intento iniciar lo que se supone que tú tienes que hacer. – le dije con obviedad y en un tono un poco ofendido, mirándolo a la cara. Tenía el ceño fruncido.

- Sé lo que supuestamente tengo que hacer – sentí sus ojos recorrerme el cuerpo y luego lo escuché suspirar -, créeme.

- ¿Y entonces qué quieres? – De un movimiento brusco me zafé de su agarre -, ¿humillarme o algo?

- ¿Qué? – Me miró confundido -, no, por supuesto que no quiero eso.

- ¿Y entonces qué, Felix? – mi voz era quejumbrosa e insoportable. Lo noté un poco confundido y aturdido -. Aquí estoy, literalmente medio desnuda, frente a ti, ¿Y no harás nada?

- No contigo estando borracha – solté un pequeño bufido y me tiré en su cama, sentándome en el borde como si todo mi cuerpo pesara cien kilos más -. Sé lo que está pasando por tu cabeza ahora, y...

- ¿Y qué pasa por ella, entonces? – lo interrumpí, enojada, sin mirarlo. No era mi culpa actuar de aquella forma, todo lo que decía o hacía eran efectos del alcohol.

El último verano - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora