V E I N T I O C H O

407 22 1
                                    


FELIX

Como pude me levanté del piso, la adrenalina corrió por mis venas en el instante en el que noté que Craig, Nick, Robbin y Brad se metían a la pelea para ayudarme. Divisé de reojo por un segundo a Jo, quien tenía los ojos abiertos como platos y su rostro teñido de rojo.

Me ardió la sangre y lo último que supe con verdadera conciencia fue que me tiré encima del tipo que había estado diciéndole estupideces a Josephine. Lo golpeé en la nariz de lleno, con toda la fuerza que me permitió mi cuerpo, escuché algo crujir un poco, y él caminó hacia atrás, cubriéndose la zona lastimada con una mano.

Me quise tirar encima de él nuevamente, para terminar lo que había decidido empezar, pero me detuvo el peso de una maño pequeña en mi pecho. Bajé un poco la mirada y me encontré entonces con los ojos furiosos y teñidos en sangre de Josephine. Intenté apartarla, y entonces, me dio un empujón en el pecho, la miré furioso.

- ¡Detente, Felix! ¡Ya fue suficiente! – me gritó, histérica.

- Vete. - sentencié. Mirando sobre sus hombros al tipo, que seguía llorando como una nena mientras su mano que cubría su nariz se llenaba de sangre poco a poco.

- Felix, vámonos. – la noté tensa mirar por encima de mis hombros. Seguí su mirada y vi a dos guardias gigantes abriéndose paso entre el montículo de gente que se había formado alrededor.

- Josephine... - mi tono casi pareció irritado, y mierda que lo estaba, pero no pude contenerme ante la mirada que me estaba dando, con sus ojitos de perro y el ceño medio fruncido, estaba enojada, pero también estaba preocupada.

Sin decir nada más, la tomé del antebrazo y nos metí entre toda la gente, haciéndoles señas a los demás para que hicieran lo mismo, Jo y yo nos perdimos entre la multitud. Mis pasos eran largos y rápidos, escuchaba de fondo como Josephine se quejaba por no poder seguirme el ritmo, pero no me importó en absoluto. Lo único que me faltaba esa noche era terminar molido a golpes por los guardas de seguridad, me había recuperado a duras penas de la golpiza de Daniel y todos los demás, no quería terminar en un hospital esa vez.

Casi sin darnos cuenta, salimos del Cabaret sin ningún tipo de problema, a nadie pareció llamarle la atención nuestra presencia, y los guardias de la salida ni si quiera estaban enterados de lo que había sucedido, por lo cual no nos hicieron ninguna pregunta.

Caminé, arrastrando a una Jo quejumbrosa a mis espaldas, pero estaba cegado por el enojo y la ira contenida dentro de mí. Notaba cierta molestia en la zona de mis costillas, donde esos hijos de perra me habían pateado con demasiada fuerza, pero no tenía tiempo para concentrarme en eso en aquel momento.

Estaba enojado. Enojado conmigo, enojado con ella, enojado con todo el maldito mundo, y lo peor era que no comprendía la razón clave. Entendía que estaba furioso con Jo por haber hecho lo que hizo: bailar frente a todos como si yo no estuviera allí viéndolo todo. Pero, no debía molestarme que lo hiciera: al fin y al cabo no éramos nada. De todas formas, no podía evitar sentir todo mi pecho arder de la furia.

Cuando llegamos a mi camioneta, Josephine se zafó de mi agarre con una fuerza que no sabía que tenía dentro de su pequeñísimo cuerpo. La miré, estaba roja de la furia.

- ¡Pero que carajos te pasa! – me gritó. Cerré los ojos un segundo, me lo veía venir.

- ¿A mí? – contesté, con ironía -, ¿qué demonios te sucede a ti? Sería la pregunta correcta.

Jo soltó una carcajada entre histérica y sarcástica.

- No puedo creerte. – se cruzó de brazos y revoleó los ojos. La miré sin comprender.

El último verano - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora