FELIX
Los labios de Josephine eran tan suaves como me había imaginado, besaba de una forma delicada, como si tuviera pudor en estar haciendo aquello. A mí no me importaba en lo absoluto, había querido besarla desde hace tiempo, cuando la vi en el último día de instituto, pero como costumbre mía, me gustaba crear expectativa, la tensión de la persecución, de querer lo que sabes que no puedes tener. Por esas razones esperé tanto en besarla.
La tomé de la cintura cuando me di cuenta que quería alejarse de mí y la pegué a mi cuerpo con fuerza. No quería que se terminara tan rápido, así que la besé profundamente. Fue lindo, dentro de mis expectativas, se sintió mejor de lo que había estado esperando.
Sonreí a mitad del beso al subir mi mano y colocarla en su nuca y sentir su pulso tan acelerado.
JOSEPHINE
Había imaginado incontables veces cómo sería besar a Felix Ryder. Me imaginaba algo romántico de más, en una cita, un campo lleno de florecitas moradas, pero tenía once años entonces, soñaba constantemente con una verdadera historia de amor.
Ahora, me concentraba muchísimo en su tacto. Cuando su mano me tomó por sorpresa, colocándose en mi cintura y pegándome a su cuerpo repentinamente para besarme más profundamente, podía sentir que su tacto ardía al entrar en contacto con mi piel. Quería más de Felix, más que solo un beso, pero esta vez, a diferencia de cuando tenía once, no lo veía exactamente como algo sentimental.
Sus labios sabían a menta, y recordé que había comido como cinco caramelos en el transcurso del show. Ninguno de los dos abrió lo suficiente la boca como para utilizar la lengua, de mi parte más que nada no lo hice porque sabía que había mucha gente alrededor y me daba vergüenza.
Cuando no separamos ninguno de los dos dijo nada, noté que él ocultaba una sonrisa socarrona, pero ambos nos concentramos en el concierto luego de eso, no dijimos nada más, ni volvimos a mirarnos fijamente a los ojos.
Cuando volvimos al auto y abrí la puerta del lado del acompañante, podía sentir mis oídos retumbar y mi corazón latir con intensidad en mi pecho. Era exactamente lo que sentía después de cada concierto al que iba, esa emoción, la euforia que era incapaz de salirse de mi sistema.
Felix ocupó su lugar y encendió el auto sin decir nada, simplemente con una gran sonrisa divertida.
- ¿La pasaste bien? – me preguntó, cuando empezó a conducir. No dejaba de moverme en mi lugar.
- ¡Mierda, claro que sí! – me reí, histérica, emocionada, él se contagió -. Siempre disfruto todos los conciertos a los que voy. ¿Y tú lo disfrutaste?
- Sí – ladeó la cabeza -. No lo sé. No soy muy fan de la música.
Me quedé mirándolo anonadada. ¿A caso acababa de escucharlo correctamente?
- ¿No te gusta la música? – estaba de verdad en shock, y un poco ofendida. Se rio.
- No es eso – explicó -. Solamente no soy fan de la música, de ninguna en sí. No soy de escuchar música.
- ¿Quién no escucha música? Por Dios – solté una carcajada, perpleja -. Eres raro. Es imposible que no te guste la música, algo has de escuchar de vez en cuando, ¿Actualmente cuál es tu canción favorita?
Lo pensó un segundo.
- No tengo ninguna – revoleé los ojos -. De verdad, suelo escuchar lo que pasa en la radio, las canciones de moda, lo que se escucha en las fiestas, pero no le presto atención. – encogió sus hombros, tranquilo, como si lo que dijera no fuera lo más raro del mundo.
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El último verano - PAUSADA -
Teen FictionJosephine Anderson, tenía que lidiar con ciertas cosas aquel último verano que viviría en su país de nacimiento antes de irse a estudiar a la Universidad: El repentino divorcio de sus padres, del cual solo ella sabía y no encontraba una explicación...