Felix me movió el hombro con delicadeza y abrí mis ojos de golpe. Me había dormido como unos cinco minutos, porque estaba de verdad mareada y dormirme en ese momento pareció una buena idea.
Lo observé bajar del coche y caminar hacia la puerta de su casa sacando las llaves del bolsillo de su chaqueta, miró sobre sus hombros, confundido y con una ceja enarcada cuando se dio cuenta que no estaba dando indicios de seguirlo.
Me crucé de brazos y miré al frente. Lo escuché bufar y empezar a caminar de nuevo hacia el auto.
No pensaba bajarme y entrar en su casa. Él me había dicho que me llevaría a casa, y ésta definitivamente no era mi casa.
Lo escuché golpear suavemente con los nudillos el vidrio de mi ventana. Sin mirarlo apreté el botón para bajarla, hasta dejarla hasta la mitad. Podía sentir su media sonrisa irónica en su rostro a pesar de que no lo miraba.
- ¿Te vas a quedar aquí toda la noche o...? – me mordí el labio inferior con fuerza.
- Me dijiste que ibas a llevarme a casa. – me quejé.
Parecía una niña de cinco años quejándome y actuando de aquella manera, pero no podía evitarlo. El alcohol aun en mi sangre, el malhumor de haberlo visto con Becca, más el odio hacia mí misma por haber hecho lo que hice... todo empezaba a agruparse dentro de mí para convertirme en esa perra histérica a la cual no le gustaba nada en aquel momento.
- Dije: ¨Te llevaré a casa¨ - contestó en tono medio divertido -, jamás dije a cuál.
- Pues llévame a la mía.
- No, Jo, no lo haré – esas palabras y la forma en la que lo dijo me hizo mirarlo inmediatamente. Tenía los brazos apoyados en la puerta, con el cuerpo inclinado hacia adelante, sus ojos miraban directamente a los míos y no lucían tan enojados como hace minutos atrás -. Quiero que estés conmigo.
Maldita sea.
Esa fue toda mi reacción: quedarme mirándolo con los ojos bien abiertos. Debía de estar bromeando, ¿verdad? O eso o de verdad tenía serios problemas mentales.
No pude evitar soltar una carcajada. Una verdadera carcajada.
- Vaya eso es... - me reí, mientras él me observaba con la mirada incrédula -. Una buena línea, Felix pero...
- ¿Línea? – se burló, revoleando los ojos -. Mira, Jo, si no serás capaz de sacarte esa idea que tienes de mí en tu cabeza...
- ¿Si no, qué? – lo interrumpí, mirándolo retadora -. Porque esto, que estoy segura ni siquiera tú sabes que es... se nos está yendo de las manos.
- ¿Por qué lo dices? – me miró ceñudo y le dio un golpe repentino a la puerta -. ¿Podemos entrar y hablar bien al respecto? – dudé -. Por favor.
Sentí cierto calor subir por mi vientre al notar la forma en la que sus ojos recorrieron cada centímetro de mi rostro. Quería decirle que no, de verdad que quería. Pero estaba ante la presencia de Felix Ryder, un seductor nato que siempre conseguía todo lo que quería. Así que me imaginé a Carly cacheteándome una y otra vez en mi cabeza cuando abrí la puerta del auto y lo seguí hacia el interior de su casa.
El olor a limón me hizo sentir un poco mejor. Todo estaba perfecto, ordenado y limpio. Me pregunté cómo hacía para mantener la limpieza en una casa tan grande como aquella, y caí en la cuenta de que seguramente tenían a alguien que hacía ese trabajo por él.
- Bien, aquí estoy – me paré en el medio de la sala de estar y crucé mis brazos sobre mi pecho -. Dime lo que quieras decirme, y me iré.
- ¿Quieres beber algo? – colgó su chaqueta en el borde de una silla y arregló las mangas de su camisa. Me distrajo por un segundo la forma en la que sus músculos se tensaban y relajaban debajo de la tela que era casi transparente.
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El último verano - PAUSADA -
Teen FictionJosephine Anderson, tenía que lidiar con ciertas cosas aquel último verano que viviría en su país de nacimiento antes de irse a estudiar a la Universidad: El repentino divorcio de sus padres, del cual solo ella sabía y no encontraba una explicación...