V E I N T I C I N C O

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Sentía a Felix debajo de mí, y la forma en la que me miraba me hacía ponerme más nerviosa a cada segundo.

De repente por mi mente empezaron a aparecer montones de inseguridades que no era capaz de controlar ni contener en un momento así: la luz estaba encendida, yo recién acababa de despertarme, por lo tanto mis pelos estaban hechos un desastre. ¡No me había lavado los dientes, seguramente tenía un aliento asqueroso! ¡Y no habíamos besado, maldita sea! Pero eso no era todo, estaba en mi casa, en mi habitación, con mi hermano en el cuarto contiguo, mi hermanita a quince pasos y mi mejor amiga en el piso de abajo. Y claro, como las cosas no podían ser peores, él estaba borracho.

Felix pareció notar mi cambio de estado más rápido que yo, porque frunció el ceño y me miró confundido, colocando su índice y pulgar en mi mejilla y barbilla.

- No tienes que hacerlo si no quieres.

<< Si no quisiera ni lo pensaría en hacerlo. El problema es que no sé qué carajos hacer como primer movimiento. >>

- No es eso. - casi sentía que me sofocaba, sus ojos se mostraron confundidos -. Es que...

- No importa - una media sonrisa cálida se extendió por sus labios -. De verdad. - agregó al ver mi mirada apenada.

Sentí sus dedos acariciar la piel de mi cuello y vi como sus ojos recorrían cada parte de mi piel que no estaba cubierta por la ropa. Mi corazón, como siempre, iba a un ritmo desbocado, y me picaban los labios de las ganas que tenía de volver a besarlo, de volver a estar y sentirlo como lo sentí hace minutos atrás.

Dirigí mis manos a su cuello y acaricié el cabello que le rozaba la nuca, llevaba el pelo bastante largo que a comienzo del verano. Sus ojos, inmediatamente viajaron a los míos y me encantó la forma en la que lo sentí relajarse bajo mis caricias. En el segundo después de que cerró los ojos, me incliné y lo volvía a besar.

Incluso a pesar de que besarnos ya se había convertido en algo normal, todas las veces se sentían de forma diferente. La forma en que sabían sus labios jamás cambiaban, pero su forma de besarme sí, siempre para mejor.

Cuando nuestras lenguas se entrelazaron por segunda vez en la noche, sentí sus manos viajar desde mi cuello a mis brazos, logrando que mi piel se pusiera de gallina y que mi respiración se acelerara.

Sentí sus manos colocarse en mi cintura y subir un poco mi camiseta para que sus dedos rozaran la piel de mi torso. Temblé ante el tacto y fue mi turno de recorrer su torso con mis manos.

Felix no tenía un cuerpo extremadamente marcado, pero sí era firme y sus músculos duros, lo entendía, se había pasado haciendo todo tipo de deportes toda su vida, era obvio que tuviera un cuerpo así.

Su respiración se aceleró cuando mis uñas arañaron un poco la piel de su abdomen bajo, y pude sentirlo crecer debajo de mí. Nuevamente, estábamos en aquella situación, en donde ninguno de los dos sabía si dar el siguiente paso o no. Bueno, la que no lo sabía por completo era yo, porque él estaba más que listo, y eso era notorio.

Con mis manos en sus hombros, sin separar nuestros labios, me enderecé y coloqué mi peso sobre mis rodillas. No quería que dejáramos de besarnos, porque me haría perder la valentía que ni siquiera sabía de dónde había salido.

Abrí mis ojos cuando sus labios se dirigieron a mi cuello. Podía sentirlo agitado, y a su corazón latiendo con fuerza, aunque no más rápido que él mío.

De un movimiento rápido, le desabroché el pantalón y no hizo falta decir nada más. De un movimiento rápido, dándome una mirada fugaz pero intensa, levantó las caderas y se bajó el jean. Solo el jean. Nos miramos un segundo más, me dio un beso en los labios, en la barbilla, la mejilla, y con sus manos apartó el cabello de mi cara.

El último verano - PAUSADA -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora