Capítulo 1

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Meses atrás

El coche de mi madre se encuentra estacionado en la entrada cuando salgo de casa, lo que significa que probablemente está dentro de mi despacho pasando papeles entre sus manos y leyendo cada una de las pequeñas palabras que se encuentran plasmadas dentro de los documentados, solo para asegurarse de que sus socios no le estén regalando una mala jugada dentro de sus propios negocios. Eso, o no consiguió como llegar a su casa después de una buena borrachera.

Ilusa fui al pensar que un día me libraría de ella.

Todo comenzó cuando Carlos Valle, el idiota que se hace llamar mi padre, nos abandonó por las faldas de una mujer rubia y mucho más joven que mi madre. Luego de que el amor de su vida la botara como un trapo sucio, Cristiana D'Andrea se dejó llevar por los vicios de una vida desastrosa para superar, a como diría ella, esa gran mierda, con la promesa de que esa etapa era temporal. Pero la verdad es que lleva una resaca crónica desde hace muchos años.

Supongo que ella realmente estaba enamorada o, si no, no hubiera consumido todo el alcohol que consumió, y sigue consumiendo, y tampoco se hubiera bajado las bragas con todos los hombres que conoció en diferentes bares, los cuales aún la visitan los fines de semana cuando yo estoy salvándole el trasero.

Subo las escaleras de dos en dos consciente de que voy un minuto tarde al trabajo, pero debo asegurarme de que Cris continúe viva luego de haber entrado a mi hogar. La verdad, no se me antoja desperdiciar todo el tiempo que me llevaría preparar su vela tras una muerte catastrófica por intoxicación gracias al alcohol. Me pregunto, ¿qué tan difícil es quemar el cuerpo sin vida de tu propia madre en el patio trasero de tu casa para no gastar dinero? Imagino que nada.

Abro la puerta escandalosamente para despertarla en caso de que se encuentre dormida y babeada sobre la mesada de madera de Purple Heart que me costó muchos miles de dólares. Para mi sorpresa, ella se encuentra con su rostro huesudo y su trasero flaco, cubierto por una fina tela color rosa, sobre el borde de mi escritorio. Al verme entrar, arquea una ceja y tamborilea con sus uñas, de color rosado pastel, sobre la tabla. Solo imagino cómo quedará el material gracias a los pequeños golpes de sus uñas acrílicas. Definitivamente Cris es más que un atentado a mi persona.

— Cris — digo, colocando mis brazos sobre el respaldar del sillón de cuerina frente al escritorio, y quito el primer botón de mi blazer negro —, ¿tienes idea de cuantos billetes verdes gasté en esa madera?

Sus labios se fruncen en un intento de una mueca irónica, pero la cantidad de botox que tiene en la frente hace que no lo consiga. No hace falta decir que Cris encaja perfectamente con las madres de la élite que se dedican a juzgar a las personas con rangos menores de los que ellas tienen; esposas de políticos corruptos que consiguen una fortuna por año, herederas de grandes compañías, a como lo es mi madre, y viudas jóvenes que me dan la leve sospecha de que saben muy bien cómo ocultar un cuerpo arrugado por el paso de los años. Tengo que mencionar que todas estas mujeres tienen algo en común: el deseo por el poder, el amor por el licor y las bragas flojas.

Es una lástima que una de ellas me haya criado. Tenía muy pocos recuerdos felices de mi madre, sobre todo, después de que Carlos empacara su ropa interior y se largara de casa.

Desde que tengo memoria, ella era una mujer de larga cabellera oscura y grandes ojos llenos de sueños que, en su momento, fueron aplastados por maltratos y actos llenos de machismo, pero aun así continuaba enamorada. A partir de ese desafortunado suceso en su fabulosa vida, mi madre construyó una ley de seguridad y eso era no confiar en ellos. Ellos son los enemigos, te enamoran, te ilusionan y luego te dejan por una vagina más joven. Así me crio, pues cuando no estaba ebria y manteniendo relaciones con hombres más jóvenes que yo, era una mujer exigente, profesional, antipática, en fin, una mujer que sostenía el perfil perfecto para ocupar el puesto de coronel con un ejército lleno de hombres musculosos y de carácter frío que debían ser entrenados bajo su poder.

Punta, tacónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora