Capítulo 6

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Si alguna vez llegaran a preguntarme, ¿qué es lo más difícil que alguien podría intentar hacer e imposiblemente lograr? Yo diría que estornudar sin cerrar los ojos pero, después de eso, diría que salir de entre los brazos de alguien sin que se dé cuenta o, peor aún, salir de su habitación. Lo considero algo digno de Tom Cruise y una de sus tantas películas de acción, puntos para él.

Me encuentro acostada frente a él mirando cada una de sus muecas al dormir, tiene los labios entreabiertos y los mechones de su cabello revueltos en su rostro. Justo en ese momento quisiera aniquilarme por haberme quedado dormida luego del cuarto round sobre sus sábanas blancas. No debí. La verdad es que nunca lo hago, ni con el primer tipo con el que me acosté ni con él. Los hombres roncan sin descaro, se remueven miles y miles de veces en las noches y nos aplastan como si fuéramos tapetes con flores de adorno. No digo que nosotras no lo hagamos, pero ellos lo hacen más, mucho más. Lo he comprobado miles de veces.

El problema es que ahora, a las tres y media de la mañana, él me tiene prensada entre la cama y su cuerpo. Intenté levantarme tantas veces que terminé cansada y con su brazo aferrado a mi cintura por completo. Por suerte, aun puedo respirar.

Muevo mi cadera hacia atrás cuando siendo su agarre un poco flojo. Poco a poco empiezo a crear un espacio entre su pecho y el mío. No he dejado de ver su rostro mientras muevo mi cadera de un lado a otro arrastrándome a la orilla de la cama. Él se mueve y aleja su brazo de mi cuerpo, entonces tomo la almohada y la coloco en la misma posición en la que yo estaba. Cuando noto que la ha tomado, elevó mis brazos victoriosamente, aunque no tardo mucho en caer al piso y llevarme todas las sábanas conmigo. El sonido es escandaloso.

— Mierda — susurro.

Termino tomando mi ropa interior junto a la sábana, la cual está tirada por la alfombra, y me voy arrastrando por el suelo con mi mirada fija en la puerta de la habitación que grita libertad. Me levanto y poco a poco tomo la manija. Mis manos se mueven ágilmente hasta que logro abrirla un poco y luego jalo, viendo la luz de la sala.

— ¿Se supone que me dejarás solo y desnudo en una cama?

Yo dije que era difícil salir sin que nadie se diera cuenta.

Suspiro resignada.

— ¿Qué sucedería si dijera que sí?

Escucho los resortes de la cama en el momento que Axel se sienta y se inclina. Sus pasos por detrás de mí son lentos, seductores. Respiro hondo el olor de su perfume, pero no me tomo el tiempo de verlo. Se posiciona detrás de mí colocando su pecho cerca de mi espalda y cierra la puerta. Siento su mano traviesa recorriendo la piel expuesta de mi hombro, descendiendo por mi pecho. Toma mi seno izquierdo con delicadeza apartando la sábana y aprieta un poco de la zona sensible, regalándome un escalofrío que comienza desde la punta de mis dedos hasta mi columna. Los labios de Axel recorren mi cuello y, sin querer, un gemido sale de mí.

Hace que mi espalda se pegue a su pecho y comienza a arrastrarme hacia la cama. Me deja caer suavemente cuando le veo tomar un sobre plateado sin abrir, para ese momento su miembro está listo para el quinto round. ¿Y yo por qué soy tan débil?

***

Doy un último suspiro cuando veo el reloj, al parecer siempre me harán esperar en este aeropuerto. Los minutos continúan pasando lentamente mientras siento su presencia a un lado de mí. Está serio leyendo los títulos del periódico que tiene en mano. Desde nuestra última jornada sobre su cama, ambos nos alejamos para bañarnos. Yo aproveché para recoger todas mis cosas sin dejar siquiera el olor de mi cabello en sus sábanas, luego quise escapar lo más pronto posible, pero él estaba esperándome en la puerta de su casa para acompañarme al aeropuerto. No, no estaba agradecida por eso, más bien, estaba odiando tenerlo tan cerca de mí.

Punta, tacónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora