El día que salí de la casa de mi madre, juré jamás volver. Agarré mi única maleta, ya vieja y golpeada por los años, junto a toda mi ropa, algunos paredes de tacones que le robé y dejé ir a dos de sus conejos favoritos, gritando que era momento de vivir libremente; tal y como yo siempre lo soñé.
Mi barbilla iba en lo alto y un auto me estaba esperando frente a la casa de Cris D'Andrea. Por si te lo preguntas, ella no lo supo hasta un mes después, cuando se percató de que sus conejos no estaban y me buscó para ir a pegar carteles por todas las calles cercanas. Para su sorpresa, su hija tampoco estaba.
Cumplí mi promesa por mucho tiempo; tanto que había olvidado la fachada de la casa de dos pisos que posee, la grama perfectamente cortada y la puerta por donde una vez salí. Me gustaba vivir así, sin saber de ella aunque sea por las noches, porque en los primeros años le gustaba bastante eso de meterse en mi casa sin mi autorización. Todo iba bien, hasta ahora.
Vuelvo a revisar el mensaje de Axel, luego veo la casa y exhalo dramáticamente. No puedo creer que estoy haciendo esto.
Pensaba omitir el tema de mi madre con Axel, y es que, muy pocas veces hablo de ella o con ella. No me gusta decir que Cris es un desastre frente a las personas que considero normales y mucho menos comentar todas mis desgracias desde que mi padre nos dejó. Porque todavía pienso que mamá puede tener un poco de autoestima. No obstante, hablar de Cris sería una conversación de muchas horas, pero estoy muy segura de que no cualquiera aguantaría hablar de ese ser humano que pasó de ser una mujer ejemplar a una prostituta de paga baja.
Lo intenté, en serio de sí, pero como siempre: él se ha enojado nuevamente.
Me dijo que seguramente nuestra relación era un juego para mí y que por eso no quería que hablara con mi madre. Mencionó a una enamorada, que Dios sabrá de dónde salió, y me dijo que con la madre de ella sí había logrado hablar porque, la señora que trajo a la vida a la puta esa, lo deseaba. En cambio, mi madre siquiera sabía cómo aparecía en Facebook.
¡Ah!, también metió a Logan en el baile, diciendo que él sí había conocido a Cris. De más está decir que puse muchas excusas para explicarme, porque a ella no le interesa en lo más mínimo lo que tenemos. Dije que tenía mucho trabajo (el cual no tiene), la falta de atención a sus redes sociales (esa es una gran mentira) o que simplemente no lo había visto importante mientras él no viajara (esa mentira me da un puesto con Satanás). Pero no, él insistió y volvió a enojarse. Me bloqueo y no me habló por un par de días, luego volvió diciendo que era un infantil.
Y eso, en serio que no lo pongo en duda.
Entonces no me queda de otra más que humillarme y volver a meter un pie en el infierno del que salí cinco maldito años atrás.
Cris tiene muchas cosas que desesperan a cualquier ser humano. Una de esas tantas cosas es su irresponsabilidad desde que Carlos Valle nos dejó. Nunca se preocupó por la seguridad de su hogar, a pesar de saber que tenía a una hija adolescente viviendo en bajo el mismo techo.
A una corta edad, aprendí a cerrar mi puerta con un sin número de seguros por si alguien entraba buscándome y siempre era yo la que sacaba las copias de las llaves porque algún vecino loco se las robaba. Por eso, cuando llego a la puerta principal, abro de golpe, consciente de que ella nunca cierra con llave.
— ¡Cris! — grito, pasando por el umbral de la casa.
Cierro la puerta bruscamente, al menos eso le dirá que alguien ha llegado, y me pongo a buscar las escaleras para ver en qué momento su delgado cuerpo comienza a bajar.
— ¡Bárbaraaa!
Su voz se encuentra cerca de mí, bajo la vista y allí está. Tiene una taza de té en su mano y un traje de leopardo cubriendo su delgado cuerpo. Se encuentra de pie con el rostro sorprendido y las manos abiertas, esperando mi abrazo. A un lado de ella, y sentado sobre el sillón, está Logan y al otro mi tío Dago, ambos con tazas de té y los rostros también sorprendidos. Todos me están viendo sin moverse, hasta que carraspeo mi garganta y mamá sale corriendo en mi dirección.
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Punta, tacón
RomansaBárbara es una mujer que creció bajo la presión de ser fuerte, majestuosa y perfecta para el mundo exterior. Ella tiene bases muy claras de lo que quiere y de lo que debe hacer, si llegar al éxito ella se propone. Pero se ha olvidado de lo más impor...