Capítulo 2

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Si hay algo que realmente amo de mi vida eso es, sin duda, el respeto y el poder que he obtenido con tan solo veinticinco años. Me gusta caminar entre las personas y captar las miradas de los hombres, la envidia de las mujeres y, sobre todo, que sigan mis órdenes porque saben que de mi boca jamás van a salir payasadas infantiles como el resto de los jóvenes que me rodean.

No fue fácil llegar a la posición donde estoy. Desde muy joven me había planteado que, esa oficina que mi madre ocupaba dentro de la empresa familiar, iba a ser mía. Me auto eduque de la manera más exigente posible. Mis pasos no son en falso gracias a todos esos estudios que había conseguido a punto de sacrificios. Me convertí en una mujer exigente profesionalmente y capacitada para cualquier tipo de situaciones. A mis veinte años logré impresionar a todos los socios de la compañía, incremente los números de ventas al igual que los números de empleados, las oportunidades de la compañía sobresalieron a tal nivel que teníamos una extensión casi en todo el mundo y todo empresario amante de la literatura y el arte deseaba trabajar con nosotros.

Claro está que no fue fácil. Por muchos años dormí, cuando mucho, dos horas en la madrugada preparándome y estudiando para lo que deseaba. Cinco idiomas, títulos con honores, elegancia, perfección. Al fin y al cabo así fue como Cris me crió. Ella me preparó como un soldado, una mujer que había nacido para ganar y no perder su tiempo entre lágrimas. Y lo consiguió.

Hace cinco años logré sacar a mi propia madre de la tan hermosa oficina que tenía, fue una patada en el culo para ella y algo reconfortante para mí. Hasta que aparecieron todos sus amantes, claro está. Viajaba constantemente, me ofrecían contratos millonarios y tenía al hombre que quisiera debajo de mis sábanas. Eso era algo que tenía por regla; hoy duermes conmigo y mañana desapareces, esto no pasó y esto jamás será mencionado.

Se me era excesivamente fácil deshacerme de ellos, pues entendían que el sexo casual no es ningún problema para mí. Yo no exijo una velada romántica, tampoco que me amen eternamente. Yo solo quiero sexo y ya. Normalmente mi plan siempre funcionaba, excepto con uno.

Él se convirtió en esa espinita de mi vida. Nos conocimos cuando su padre hizo negocios con mi empresa. Fue en la primera reunión cuando James Danner, un anciano de aspecto elegante y de alto poder, me invitó a su oficina. Estábamos hablando del cómo llevaríamos nuestro acuerdo de crear una galería de arte entre ambas familias, los contra y los pros, las estadísticas y demás cosas que, claramente, iban a ser un éxito. Entonces entró su hijo, Logan Danner.

Logan Danner es un hombre de mi edad. Su rostro es muy parecido al de un buen chico, alguien que jamás haría algo malo para la sociedad. Fue criado bajo las mismas reglas que yo, además también fue obligado a asistir a las reuniones a las que yo debí haber asistido, solamente que en esos momentos estaba estudiando en el extranjero y, por eso, hasta en esa ocasión lo conocí.

Ese mismo día su padre nos presentó. Maldito sea. No tardamos mucho en enrollarnos en la misma cama. Fue tan sencillo hacerlo tartamudear cuando, tras una copa en la inauguración de la galería, le propuse mi interés por tenerlo entre mis piernas. Pensé que al día siguiente iba a desaparecer como todos a los que había metido a mi cama, ese era el trato, pero no lo hizo y yo tampoco perdí la oportunidad de volver a poseerlo.

Han pasado muchos años. Debo admitir que me gusta su contextura. Espalda ancha, hombros y brazos fuertes, abdomen admirable y trasero de dioses. No solo eso, también las dos perlas azules que tiene en sus ojos. Sus besos son divinos y sus manos saben tocar los lugares perfectos. No es un bobo al que debía enseñarle cómo tocar a una mujer, él ya lo sabía y eso era mucho mejor.

Decidí que mantenerlo entre mis piernas no es tan malo, tenemos citas entre semanas únicamente para enrollarnos y él cada vez es más insistente. De no ser porque es guapo, probablemente ya lo hubiera metido a la cárcel por su acoso.

Punta, tacónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora