Lo que más me ha llamado la atención de Axel, es su forma de actuar. Me gusta, me atrae de una manera desconocida. Puedo decir que, de cierta forma, eso ha hecho que tenga un interés diferente por él. Y, suponiendo que esa atracción sea realmente fuerte, esto podría llevarme a otro nivel. Justo lo que estoy experimentando.
La pantalla de mi móvil sigue sin darme una sola señal de él, es más, siquiera veo la luz verde que suele brillar cuando me escribe. No he podido pegar los ojos para dormir pensando en que, quizás, me escribirá y yo no estaré disponible para responder a sus frases intensas.
Ahora, la posibilidad de escribirle primero es nula. Cero a la izquierda. No pienso quitar mi trapo del orgullo solo para leer que me diga chamita, es imposible, inaceptable. Mi valor como mujer empresaria, exitosa y poderosa, puede mucho más que la chamita con problemas estomacales que él conoció. Por más que me esté muriendo por conocer el extraño espécimen que es, no tengo ni la más mínima intención de mover un solo dedo por él, ni por nadie.
Coloco mis manos por debajo de mi barbilla y pego mi vista directamente sobre la pantalla de mi celular que reposa en mi escritorio. Puedo ver mi reflejo en la pantalla negra, veo a una mujer angustiada que no puedo reconocer. Siento que mis dedos, por decisión propia, comienzan a moverse uno por uno, chocando contra la parte superior de mi mano.
Veo el reloj, ha pasado un minuto desde la última hora que vi su última conexión. Los minutos pasan tan lentos que me aflige.
— Si lo que quieres es volverme loca — digo para mí misma —, sé jugar a eso yo solita, idiota.
Me levanto de mi asiento, intentando omitir el cómo me siento y camino al baño de mi oficina. En cuanto abro la puerta, la luz se enciende y la porcelana brillante del lavamanos se llena con agua limpia, hasta me sorprendo de la tecnología que nunca había usado en mi propia empresa.
Me echo agua en la cara, me pongo un poco de pasta de dientes dentro de la boca y vuelvo a tomar agua para hacer espuma en cada movimiento. La menta me da una satisfacción interna y me hace sentir un poco más relajada, pero en cuanto tiro la espuma de mi boca, siento la necesidad de escribirle. Esbozo una sonrisa, totalmente falsa, antes de abrir la puerta y, cuando estoy a poco de hacerlo, escucho la voz de Logan al otro lado.
— ¿Todo bien? — pregunta.
Me asusta ver la silueta de su cuerpo a través de la puerta, quiere tocar cuando no escucha mi respuesta, entonces abro y él se sorprende.
Me fijo por primera vez en que tiene los ojos más brillantes de lo normal y que su cabello está más corto de los lados. Nunca había visto a Logan de esa manera y pienso que fijarme en su aspecto es algo muy íntimo, como si estuviera cruzando una línea imaginaria entre nuestros límites. Por ende, retiro la mirada e intento esquivar su cuerpo, aunque no me lo permite con un solo movimiento retador.
— Dime que no caerás en la anorexia.
— ¿Por qué piensas eso?
— Bueno — levanta un dedo —. Primero, no te he visto comer en varios días, incluso, desprecias tu comida favorita y — levanta otro dedo —, segundo, nunca usas el baño de la empresa. ¿Estabas vomitando?
Tocar fondo entre nuestros límites debe de ser más o menos esto. Jamás le he dado el permiso para preguntar cómo me siento y de lo que soy capaz de hacer, mucho menos de mencionar más de dos palabras. A lo mucho, le dejo expresar el buen orgasmo que le he dado en una tarde fogosa.
Siento que me han violado con fuerza en cuanto me doy cuenta de que él ha cruzado el límite de mis permisos, es un atrevimiento inmoral. Entonces le zampo un golpe específicamente en el brazo, uno de esos que das con ira y los labios prensados, mientras tus ojos intentan salir de su posición.
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Punta, tacón
RomansaBárbara es una mujer que creció bajo la presión de ser fuerte, majestuosa y perfecta para el mundo exterior. Ella tiene bases muy claras de lo que quiere y de lo que debe hacer, si llegar al éxito ella se propone. Pero se ha olvidado de lo más impor...