Capítulo 22

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¿Sabes qué es lo divertido de las personas como yo? Que todo nos vale. Nada nos importa; nada nos quita el sueño. Hoy tenemos sexo salvaje, mañana tenemos el doble. Hoy nos gritan, al rato gritamos cosas peores. Hoy nos dejan, hoy mismo buscamos otro amante. No nos importa nadie, tampoco lo que piensen de nosotros cuando nos alejamos sin compasión. Le hacemos creer a las personas que todo dentro de ellos no sirve más que para molestar. No creemos en que cada palabra o silencio tenga una consecuencia. Y no, no es una indiferencia simulada, ni forzosa, es una maldita indiferencia real que corre por nuestras venas.

Y no digas que me hago la dura, no digas que seguramente alguien me cambiará o que en cualquier momento dejaré de ser así, porque eso no sucederá. No pretendo ser algo que no soy, no quiero que las personas digan «pobrecita, seguro fue porque le rompieron el corazón.» porque no es así. Es como una naturaleza. Una mutación dentro de nosotros. Probablemente una célula, quizás una fibra, o tal vez, no lo sé, algo en nuestro cerebro.

Sea lo que sea, tengo que admitir que me encanta.

Me encanta este poder.

Me encanta ser la que termina con una sonrisa.

Amo poder encogerme de hombros con un mohín hacia abajo cuando creen que me importa y en verdad no es así.

— Déjame ver si entiendo. Lo que me quieres decir es que te cansaste de la situación, ¿cierto? — asiento, tomando de mi trago — De acuerdo. Y lo que te aburrió, fueron sus enojos estúpidos, las amenazas de las enamoradas, su insaciable sed de hablar sobre Logan y que te mienta.

— Así es — muevo mi cabeza —. ¿Te conté lo de mi cuenta falsa? — niega — Bueno, resulta que me decía que su ex le enviaba ciertas fotos y mensajes dónde pedía que regresaran, pero, da la casualidad, de que esas fotos eran las que ella subía en Instagram, ya sabes, esa mierda de los stories. Las fotos me llegaban recortadas y formaba una historia increíble de lo que sucedía. Además, los mensajes salían en una posición extraña, como si era él el que los enviaba.

Su rostro se desfigura en sorpresa; los labios entreabiertos y los ojos como dos platos verdosos, chispeando por la complicidad de conocer mis propios secretos o tal vez de la emoción de saber que me he convertido en una loca.

Siempre he estado pendiente de lo que sube, comenta y a las personas que sigue en su Instagram; ya que, este es el único rincón por donde se le puede encontrar. No me quedaba de otra. Me había dado cuenta de que algo estaba realmente mal y, hasta el momento, no había dicho nada; quizás porque en serio me molestaba su maldito drama como para reclamarle y tener unos cuantos mensajes llenos de idioteces. Además de eso, casi nunca abría las cartas que me enviaba por correo y los textos que respondía normalmente eran escritos por Char o los copiaba de Instagram.

Sea como sea, que bueno que todo terminó.

Charlotte y yo nos encontramos en un bar cerca de la empresa. Ella lo propuso porque ya ha pasado un día desde que lo bloquee por completo y ahora estoy regresando a esa zona que conozco: «la zona de los solteros.» Veo a mi alrededor, buscando posibles vacas para recuperar el maravilloso ganado que tenía, al mismo tiempo que escucho las risas de Char como fondo.

Mis ojos se deslizan hasta notar a un chico, de cabello oscuro y barba ligera, al fondo de la barra pidiendo algún trago. Sus ojos están sobre mí y estoy segura de que lo vi en algún lugar, aunque también estoy segura de que ese lugar no es mi cama. Porque si supiera quién es, jamás hubiera olvidado algunas cosas básicas de su cuerpo.

— ¿Y qué más? — me pregunta.

Miro a mi secretaria, ella está realmente intrigada con todo lo sucedido.

Punta, tacónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora