Punta, tacón

Capítulo 23

Es increíble el poder de un abrazo.

Aunque no lo creas, yo no soy de muchos abrazos; no me gustan. Me hacen sentir incomoda y asqueada a la misma vez. Un abrazo es un repelente. Pero, a excepción de muchos abrazos, ese abrazo fue simplemente único.

Fue como... sentir que sus brazos alrededor de mí, le dieron un poder especial a mi cuerpo entero y un toque extra de alegría a mi día. Y, ¿quién diría que ese abrazo iba a ser de él?, ¿quién diría que ahora, mientras manejo por las calles de la ciudad, siento que todas mis entrañas bailan con la alegría de I love it de Icona Pop solo porque me abrazó?, ¿quién, carajos, diría que yo, Bárbara D'Andrea, quiero volver a abrazar a Logan Danner desde que mis ojos se abrieron esta manaña?

Mis dedos atrapan el botón de volumen y giran, aumentando las vibraciones de los parlantes dentro de mi auto. Mientras tanto, mi cuerpo se mueve exaltado en cuanto el semáforo cambia a rojo. Zarandeo uno de mis hombros hasta que se golpea contra el cristal de la puerta y luego meneo otro hasta que mi cabello se inclina sobre mi rostro. Mi cadera hace círculos en el asiento y mis brazos se elevan, como si estuviera en uno de los mejores conciertos dentro de cuatro pequeñas puertas.

Entonces, marco el primer cambio en cuanto el color del semáforo se pone en verde. A decir verdad, me muero por gritar de la alegría y, no me mal intérpretes, esto no tiene nada que ver con el idiota de Axel.

Quiero ser clara: mi alegría no está dependiendo de él en este momento y jamás lo ha hecho. Sí, puedo decir que las cosas están bien entre nosotros, pero en cualquier momento volverán a explotar. Así que no hay nada que celebrar con ese tipo. Axel solo es un parlanchín que tuvo la oportunidad de intentar enamorarme, pero tanta pendejada envió todo por un cauce sin ticket de regreso. Ahora solo quiero saber que oculta para dejarlo y, por fin, encargarme de otros asuntos.

Y, siendo totalmente sincera, ¿quién se enamora de alguien a quien no pudo tocar? Y si así fuera el caso, ¿quién no olvida a alguien a quien nunca besó? En fin, él puede suicidarse.

Mis ánimos son tan grandes que no bajan cuando las puertas del ascensor se abren y las personas que trabajan en el quinto piso se detienen para verme. Doy el primer paso y todos tiemblan por los nervios. Pero, por primera vez en todos estos años, saludo a todos los que pasan a un lado de mí, les deseo buena suerte en su trabajo y sonrío para ellos. Le doy un beso en la mejilla a la señora de limpieza, ayudo a cargar unos papeles hacia una de las oficinas más pequeñas y peino el cabello de Hardin, el idiota que suelo regañar solo por ser él.

Doy saltitos bailarines hasta la entrada de mi oficina. En eso, Charlotte aparece con sus brazos cruzados, mirándome como si fuera un extraterrestre que ha decidido bajar para destruir el mundo y sus alrededores. A ella la abrazo con fuerza, le doy un beso sonoro en la mejilla y la empujo hasta que entramos a la oficina. Giro sobre la punta de mis pies — uno de esos giros que hace Sofía en sus espectáculos como bailarina —. Tiro mi blazer a un lado y termino sentada en mi asiento.

Charlotte no se ha movido ni un milímetro. Ella sostiene las carpetas con fuerza contra su pecho y sus ojos miran todo mi desastre, intentando descifrar que está sucediendo.

— ¿Qué sucede? — me pregunta, completamente seria.

— Es un buen día, ¿no crees?

— ¿Para matar a alguien? — niego —, ¿entonces?

— Es un buen día para un abrazo — Char abre sus brazos para abrazarme, pero yo vuelvo a negar —. Tuyo no.

— ¿Y de quién?

— Un maldito abrazo de Logan Danner.

Su máscara de serenidad se rompe en ese momento. La sorpresa se apodera de sus facciones y sus pies se mueven tan rápido que no me doy cuenta del momento en el que la tengo a un lado de mí. Me hundo lentamente en mi silla, sobre todo cuando siento el ardor de piel contra piel en mi mejilla y noto su mano pasando de un lado a otro. Me ha abofeteado.