capítulo 12

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El camino a casa fue en un absoluto silencio. Esteban, estacionó frente a mi casa y se giró para verme.

-Supongo que ya no irás a la Universidad.

-Claro que iré idiota. Tengo que sacar ése título-me río-Pero creo que me tomaré unas cortitas vacaciones antes de volver.

-Duraste 3 días en la Universidad y ¿Ya te estresaste?-se ríe de mí.

-Si mi novio estuviera haciendo lo que se supone que me dijo que haría, en estos momentos quizás estuviera estudiando y no hubiésemos tenido esta agradable velada Sr. Jiménez.-Le sonrío.

-Entonces…¿Debería de agradecerle al imbécil por haberse ido para yo poder aprovecharme y entretenerte?

-No te has aprovechado-me río-Entretenerme sí. Muchas gracias por todo, Esteban.

-No es nada. ¿A qué hora mañana en el hangar militar?

-A las 21.00 hrs. Para estar llegando a las 23.00

-De acuerdo, en los contenedores militares nos darán todo lo que necesitemos.

-No es necesario. Félix se encarga de llevar nuestros juguetes-le guiño el ojo y abro la puerta.

-Elizabeth…-me agarra del brazo y le miro. Su cara está tensa.

-¿Qué sucede?

-Yo…Yo…-suspira-nada. Nos vemos mañana.-pone las manos en el volante y mira hacia el frente claramente frustrado.

-¿Qué es lo que ibas a decir?

-Nada, olvídalo.-¿y me dicen que yo soy la persona frustrante? ¡¿Con qué moral?! Salgo del auto y me giro para hablarle.

-No deberías de quedarte con las cosas dentro. No sabes en qué momento esa persona ya no estará en tu vida y te quedarás con el sentimiento de culpa por no haberte expresado cuando tuviste la oportunidad, Esteban. Te lo digo por experiencia propia.-y con aquellas palabras me adentro en mi dulce hogar. Dejo las llaves sobre la mesilla y mi abrigo lo cuelgo. Voy encendiendo cada una de las luces de la casa hasta que llego a la cocina. Se me antoja comer maní…mantequilla de maní. Pero ¡Demonios! A mí no me gusta el maní…por lo que tampoco hay en casa esa sustancia. Desesperada por tener un pote de aquella pasta tomo mi abrigo y las llaves del auto y de la casita. Apago las luces nuevamente y salgo de allí. Me meto en mi auto y comienza a sonar melodía que le tengo a, Erick. Volver a amar inundó el auto y lo dejé sonar. No tenía ganas de hablar con él por el momento, además estaba conduciendo. Llamó todo el camino al supermercado creo que habrán sido unas…45 veces. Apago el auto y voy dentro. Camino por los largos pasillos buscando la puñetera mantequilla de maní, hasta que por fin encuentro mi objetivo. Tomo los tres últimos potes y me voy a los helados. Ahí saco uno de coco y me dirijo a la caja para pagar. Una señora de unos cuarenta años mira los productos y luego a mí. Nota mi cara de ansiedad y ríe.

-¿Antojos?-¿tan notorio es?. Me río con ganas.

-Así es-me encojo de hombros.

-Son 10 euros, cielo.-le paso el dinero. Y cojo la bolsa.

-Muchas gracias.

-Gracias a ti.-le sonrío y salgo feliz del supermercado. Camino a paso lento al auto y veo que un hombre está discutiendo con su novia. Este está completamente descontrolado. Le grita y blasfema. Abro la puerta trasera del auto para dejar las cosas sin despegar la mirada de la pareja. Cuando el tipo le levanta la mano a la chica corro hacia a ellos y le hago una llave al brazo para evitar que le pegue. El tipo forcejea, pero es tal el agarre en que lo tengo, que por el más mínimo movimiento un dolor punzante le cubre toda la zona izquierda del cuerpo.

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