Tras una larga insistencia conseguí por fin que Lucas se fuera a su casa.
Quería quedarse conmigo allí, pero no lo vi adecuado. No iba a volver a ser la chica que escondía a su novio bajo la cama de la residencia mientras pasaba el jefe de mando, ya me había jugado la expulsión una vez. Y ahora no iba a jugarme absolutamente nada.
Reí como una loca mientras me tiré encima de la cama dura de la residencia.
Por fin. Por fin estaba allí, estudiando en la universidad de mis sueños, mi sueño.
Mi padre había movido sus hilos para que me tocara una habitación para mí sola, por lo que, se acabó lo de tener que aguantarme las ganas de ir al baño, las duchas de madrugada que me impedían volver a dormirme y sobre todo, aguantar las largas noches en el pasillo mientras se traía a su novio. Chloe, mi antigua compañera de cuarto de los antiguos cursos, era un diablo con cara de muñeca. Se había encargado de hacerme la vida imposible en el momento que según ella, le robé a Lucas.
Lucas. Lucas era todo aquel chico que cualquier chica deseaba. Inteligente. Guapo. Atlético. Deportista. Mi padre lo adoraba, no podía decir lo mismo de mi hermano. Lucas era aquello que no esperas encontrar nunca por su adorable y tierna perfección, algo que también me hacía preguntarme cada día si estaba moviendo bien mi vida respecto a él. Si llegaba a ser suficiente para él. Lo amaba con todo lo que conocía. También una parte de mí, lo odiaba, por querer buscar cualquier imperfección en mis actos.
Encendí el portátil para escribirle a mi hermano, y como cada vez que regresaba a Nueva York, me pregunté que sería de la vida de Jason.
Jason había sido mi dinamita y una de las grandes razones por las que mi padre decidió coger las cuatro pertenencias que había sobre nuestro viejo apartamento, e irnos. Jason me había recogido cuándo las piezas estaban más que rotas, para luego romperlas en más trozos. Según él, lo nuestro iba tan en serio que no quería dañarme cuándo descubriera que no era el hombre adecuado. Como si decidiendo por mi futuro, fuera a doler menos, dejara de ser un maldito cobarde.
¿Qué pasaba si buscaba su nombre en Facebook? ¿Lo encontraría?
Lo poco que sabía de él, por Maison - mi antigua mejor amiga - era que había tenido que dejar de estudiar a causa de una enfermedad neuronal de su madre. Tenía que encargarse de su hermana y de ella, a todas horas. También que a raíz de esa enfermedad su padre los había abandonado, o ¿los había abandonado y después había desarrollado la enfermedad? No lo sé. Una parte de mí, quería encontrarlo, llamarlo, abrazarlo, protegerlo de todo lo que había tenido que sufrir, pero la otra, la racional, lo detestaba, no lo perdonaba, por rendirse tan sencillamente fácil. Como si nada hubiera existido. Como si aquello no me había dejado muerta en vida para nadie más. Como si cada en cada cicatriz de mi cuerpo, él no estuviera.
Inconscientemente toqué el tatuaje que me había hecho con él. Aquella locura que había supuesto un castigo eterno. Sonreí. Aquella fue una de las muchas locuras que hice con él, de mi mano, pero sabía que con él, sosteniendo mi mano, nada podría pasarme. Aquel dibujo con forma de infinito y una "J" dentro, era lo que me recordaba que aquello había pasado de verdad, que no había sido un maldito sueño, del cuál luego desperté.
¿Y si lo buscaba? Simplemente para ver si había cambiado. Si ese lunar tan bonito que tenía bajo la barbilla seguía ahí, o si sus ojos seguían tan azules como el mar.
Negué con la cabeza y salí de la habitación en busca de Rita, la chica que había conocido el día de mi matriculación. Era algo más joven que yo, pero como yo, deseaba ser periodista de investigación.
- ¡Abogada! - gritó a lo lejos con una sonrisa en sus labios
- No digas eso, por favor - rogué - No quiero que me miren como un bicho raro - bromeé
Me abrazó como si le fuera la vida en ello, y eso me hizo sonreír, ya que era todo lo contrario a mi. Me contó por encima que su novio no estaba muy contento con su decisión de vivir en la residencia. ¿Qué le pasa a los hombres con esa tontería de tenernos controladas? También de cómo su compañera de cuarto, era un poco satánica y le daba miedo que se pusiera hacer brujería de noche.
Rita era de ese tipo de personas que te apetece tenerlas cerca. No sabes por qué, pero simplemente te atrapan, despacio. Su mirada tierna también ayudaba mucho, por no hablar de su pelo azul que te hacía entender qué no era como su vestimenta.
- ¿Por qué no llamas a tu novio y nos vamos los cuatro de fiesta? - preguntó sonriente
- Lucas trabaja mañana, dudo mucho que quisiera salir - respondí con sinceridad. Además, de que tampoco era un chico muy fiestero.
- ¡Salimos sólo las chicas! - aplaudió con ansia.
- No me importa que llames a tu novio si quieres
- De eso nada, Miranda - sonrió - Hoy salen sólo las chicas
- Mejor llámame Mir, ya somos amigas - me sinceré.
- No cariño - me miró seria - ¡Somos las mejores amigas!
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Déjame caer contigo.
Teen FictionMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...