- Cariño, cualquier cosa nos llamas y vamos a por ti - repitió mi padre besando mi frente con fuerza
- Papá, he pasado los 20 hace tiempo. Va siendo hora que estudie lo que realmente quiera - le repetí con una sonrisa.
La verdad era que me moría de miedo por irme tan lejos sin ellos, sin las personas que ponían el mundo patas arriba si su hija lloraba.
Miré con una sonrisa triste a mi hermano que me miraba a lo lejos como si fuera la causante de la falta de galletas de la cocina. Lo conocía. Tenía el mismo maldito problema que yo, iba a ser incapaz de decirme que me iba a echar de menos, y se resignaba a mirarme como si quisiera taladrarme la cara. Sabía su miedo. Iba a tener que enfrentarse solo a sus problemas, pero acababa de cumplir los 18, era hora que entendiera que no podía salvarle el culo cada vez que una de sus conquistas se ponía pesada.
- ¿Me iréis a ver? - dije con emoción en la voz. No quería llorar delante de ellos tres, empezando porque sabía que se hundirían creyendo que no era buena idea, pero mi voz quería jugarme una mala pasada
- Sabes que si, preciosa - me abrazó Lindsey, la mujer que sustituyó a mi madre hacía bastantes años, pero era como una. - No te preocupes. Cuidaré de los dos.
- Gracias - la abracé más fuerte
- No llores. Piensa que estás luchando por tu sueño - susurró despacio.
Pese a ser bastante más joven que mi padre, y que al principio mi hermano y yo, nos negamos a esa relación. Era lo mejor que le había podido suceder a esa familia. Cuándo mi madre biológica murió creí que mi padre moriría de pena, pero después apareció Lindsey, 10 años más joven y con unas ganas de devolverle a la vida, que sólo podía suponer que lo amaba.
- Última llamada para el avión JGH- 25894 destino Nueva York.
- Esa es mi llamada - sonreí - Os quiero familia
- Llama cuándo llegues - dijo por primera vez Brandon, mi hermano - Y recuerda que no puedes comer frutos secos
Y así fue como con una carcajada limpia, me despedí de las tres personas más importantes de mi vida.
Cerré los ojos sabiendo que atrás quedaba mi vida, y miré por la ventanilla pensando en qué por primera vez, mi padre había cumplido su promesa. Había terminado la carrera de derecho días atrás, pese a no gustarme, y por fin, podía regresar a la ciudad que me había visto nacer, la misma en la que me perdía con mi padre, las nocheviejas en Times Square, los conciertos en Prudential Center. Era regresar a mi casa.
Mi móvil vibró entre mis piernas y sonreí cuándo vi de que se trataba.
Lucas.
Buen viaje, hermosa. Te espero en nuestro sueño.
Lucas. Había conocido a Lucas en mi primer año de carrera de derecho, y lo que había empezado como un tonteo infantil, un juego pasional, se había convertido en una historia de amor en toda regla. Hasta el punto en el que le comenté lo de irme a Nueva York a estudiar periodismo, y no había dudado ni siquiera un segundo en venirse conmigo.
Me hacía sentir bastante mal, por la simple razón que lo nuestro podía romperse en cualquier segundo,y él, había dejado toda su vida en Chicago. Pero pese a todo, no había querido que me encaminase a aquello no tan desconocido por mi misma
Y una parte de mí lo quería un poco más, por no dejarme vivir aquello sola.
Sí. Regresaba a casa. A mi primer barrio. A mi primer parque. A la universidad dónde mi madre enseñó. Pero después de más de ocho años, las cosas no podían estar igual, ni siquiera mis amigos de siempre. Dejé de escribir, de llamar, incluso de ir. Unos lo entendieron al segundo, otros me odiaron por "olvidarlos" tan pronto, pero con 16 años sin una madre en la que llorar tus penas, y con el corazón roto, no buscas regresar.
Tres horas después de avión, aterricé en lo que siempre había considerado hogar, pero ahora parecía un sitio nuevo. El aeropuerto no había cambiado mucho desde mi marcha. Quizás había añadido un Starbucks nuevo, también una hamburguesería nueva, pero seguía siendo uno de los aeropuertos más bonitos del mundo.
- ¡Mir! - se oyó la voz de Lucas a lo lejos de la cadena de maletas
Sonreí y me dejé abrazar por quién había sido mi novio los últimos tres años
- Hola cariño - le besé los labios - ¿Qué tal tu viaje?
Lucas había llegado días antes con su hermana, que le había conseguido un trabajo en un bufete de abogados.
- Bien. Linda - su hermana - ha estado decorando mi piso. Me hubiese gustado que te quedaras conmigo en el piso - puso morritos
Suspiré - Cariño, sabes que me hubiera gustado, pero desde tu piso a Columbia University Graduate School of Journalism, hay como 45 minutos, y sinceramente, no quiero hacerme casi dos horas todos los días para ir a la universidad - resoplé
- Lo entiendo. Lo entiendo - levantó las manos - Pero podíamos haber buscado algo en medio camino
Estaba agotada. Desde que se había apuntado a venirse conmigo, su mayor ilusión era vivir conmigo, algo comprensible si te pones a pensarlo, debido a todo el tiempo que llevábamos juntos, sólo que no se veía factible el mudarme con él tan pronto. No me sentía preparada.
- Será mejor que me acompañes a la residencia
Le escribí un mensaje a mi hermano, diciéndole que había llegado bien y que ya los echaba de menos, mientras veía a Lucas conducir con facilidad por las calles de Nueva York. Era increíble que me sintiera intrusa de mi propia ciudad, pero tras tantos años, ahí estaba de nuevo, en el mismo lugar dónde la felicidad habitaba en cada esquina.
Vislumbré a mi hermano corriendo por Times Square, con su bicicleta verdad, a través de los turistas y riendo de cualquier tontería que mi madre le había dicho. Me vi a mi misma comiendo un perrito caliente con Jason al final de la calle.
Jason. ¿Qué habría sido de él? Siempre había visto aspiraciones altas en su vida. No deseaba quedarse allí. Quería conocer mundo. Viajar. Sacar fotos. Y no pude evitar dejar que mis recuerdos con él se conectaran con la Miranda de los 16 años, la misma que no tenía miedo cuándo su mano rozaba la mía, la que se dejaba llevar por sus caricias, la misma que cayó rendida y le dio su corazón en aquel cine mugriento.
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Déjame caer contigo.
Genç KurguMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...