Deseaba sus dedos por mi piel de la misma manera que ansiaba su boca sobre mis labios.
No comprendía por qué verlo me estaba haciendo revivir lo que sentía mi piel cuándo sus ásperos dedos acariciaban mi cuello, o como sus torpes manos buscaban desesperadas desnudarme. Añoraba fundirme con él, noche tras noche, cómo tantas veces habíamos hecho. Pero ni teníamos dieciséis años, ni podíamos dejarnos llevar por nuestras emociones.
- No me digas esto - le rogué con lágrimas en los ojos, bajando la cabeza.
Sentí sus pies moverse, hasta el punto de ver sus sucias vans frente a mis pulcros zapatos. Éramos tan diferentes, que quizás siempre había sido esa la clave para necesitarnos tanto. Eso era parte de quién éramos.
- Calabaza - dijo acariciando mi pelo - Necesito respuestas.
- No, Jota. No me pidas esto - sentencié alejándome de él.
- Si quieres, podemos alejarnos en este mismo momento, pero primero debes explicarme por qué llevo tres meses sin poder dormir pensando en qué quizás he ido demasiado rápido contigo. - suspiró - Intento hacer las cosas bien, cariño. Te juro que he intentado hablar con Isabelle,y reconquistarte, pero luego te veo con él, y me digo que ya no es nuestro momento.
Cerré los ojos con fuerza.
Me sentía culpable. Había hecho que dos parejas que se querían, estuvieran rotas en todos los sentidos. Todo, por ser una caprichosa incapaz de decidir sus caminos con agilidad. También tenía algo claro: reencontrarme con él, me había demostrado lo muerta que estaba en vida.
Quería contarle, gritarle, explicarle qué nunca lo culparía por eso, cuándo yo estaba viviendo la misma mentira que él. Quería explicarle la verdad de esa mentira. Pero nuevamente el miedo me ganó la batalla.
- Nunca pude llevarte a Paris - comenzó.
- Nosotros éramos más de ver Amelié en un cine mugroso, mientras nos comíamos a besos - sentencié reflejándome en esos ojos azules que tanto me gustaban.
- Te deseo, con toda mi alma - dijo mordiendo su labio inferior.
No podía decirme eso. Tenía que estar prohibido que el amor de tu vida te soltara algo así, cuándo tu cuerpo pertenecía a otro.
Entonces, por primera vez en mucho tiempo, me dejé llevar por mis instintos, mis hormonas y mis ganas. Lo besé. Lo besé cómo sino hubiera un mañana, dejándome arrastrar contra la pared, subiendo mis piernas a su cintura, mientras sus manos con rapidez acariciaba mi culo. Quería que aquello sucediera allí mismo. Me daba igual todo. Sólo necesitaba ese momento, a él, y después, haríamos vidas separadas, por siempre.
Sus manos tocaron la tira de mis bragas por dentro, haciéndome estremecer. No por sus manos frías, tampoco por la impresión, sino porque era él. Y nada se podría acercar, jamás. Despacio, cómo sus caricias, un dedo se introdujo dentro de mi vagina, haciéndome gemir de placer.
- Tan mojada, cómo a mi me gusta - dijo lamiendo el dedo que había estado en mi interior - Sigues sabiendo a golosinas.
Esta vez fui yo quién con arrogancia me baje de su cintura, haciendo que sus ojos me rogaran porque no me separara mucho de él. Tenía una considerable erección, algo que me hizo sentir como una maldita diosa. Estaba más mojada con él en apenas varios minutos, que en toda mi vida sexual con Lucas.
- Te deseo - le dije mientras lamía su cuello. Su debilidad. Mi debilidad.
- No más que yo, calabaza - dijo besándome con ansia.
Le bajé los pantalones, algo que a ambos nos sorprendió. Ni él iba tan rápido, ni yo era tan agresiva, pero francamente, no me importaba nada, salvo que quería hacerlo allí con él, pese a que tenía un miedo enorme a que todo se terminara.
Pese a llevar puesto el calzoncillo, pude notar su erección. Y no pude aguantarme más, le besé con pasión mientras acariciaba su miembro con mi mano.
- Cómo sigas así, voy a correrme - gimió mordiendo mi labio inferior
- Tal vez quiero que te corras en mis manos
- Salvo que yo quiero correrme dentro de tu caparazón
ESTÁS LEYENDO
Déjame caer contigo.
Teen FictionMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...