- ¿Vas a ir a la fiesta? - le pregunté mientras lo veía limpiar el plato
- Pues no lo sé - dijo limpiando de su cara un chorretón de chocolate que tenía sobre su lunar - En teoría si, pero Isabelle está de malas, por lo qué no lo sé.
- ¿Ha pasado algo? - pregunté interesada
- Está celosa de ti - dijo mirándome con un brillo especial en sus ojos claros. Nada había cambiado. Allí, años después, nos encontrábamos en la que había sido nuestra cafetería por excelencia. La cafetería de los primeros besos, de nuestra primera cita, también la de nuestra ruptura. Cada esquina de ese lugar estaba lleno de recuerdos de nosotros dos, cogidos de la mano, como niños, pero que se comían la boca, como animales.
- ¿No vas a decir nada? - preguntó
- ¿Qué esperas qué diga? Ya no somos esos dos idiotas que creían que con el amor se iba al final del mundo. - dije con ira - Te recuerdo que fuiste tú quién abandonó el barco. Yo luché - dije con rabia. Eso, que llevaba años con ganas de soltárselo
Estoy segura que eso no se lo esperaba.
- No puedo creer lo que estoy viendo - dijo aquella voz que durante años había sido nuestro refugio cuándo nadie creía en lo nuestro. Bill - Si son mis dos chicos - rió mientras abrazaba con fuerza a Jason, y luego, pasaba a mí, como no creyéndolo - Estás preciosa, mi niña. Estás hecha toda una mujer bella, con unas curvas de infarto. Jota - llamó mirándolo - tienes una suerte que no te lo puedes imaginar.
- Lo sé - sonrió él con cariño mientras me miraba.
- Espero que no hayáis pagado nada. Esta es vuestra casa - dijo besando mi frente
Durante un rato, parecían que los años no habían pasado. Ni siquiera me quise enfadar cuándo Jason comentó que habíamos decidido intentarlo tras años, que nuestro amor era de esos amores que por muchos obstáculos que sucedieran, siempre iban a estar destinado. Y por un momento, quise creerlo. Quise olvidar el miedo que me producía el tacto de su piel con la mía. Incluso quise olvidar a Lucas y a Isabelle.
El camino a la residencia fue más incómodo de lo que había sido la ida.
- ¿Por qué le has dicho a Bill eso?
Suspiró - Bill está muriendo, Mir - contestó muy lentamente.
- ¿Qué? - conseguí articular - ¿Cómo qué se está muriendo?
- Hace unos meses Rosaura - su mujer - me llamó - lo vi agarrar con fuerza el volante - le han detectado un tumor en la cabeza, y no tiene cura. Ni cirugía. Ni tratamiento. Nada. Simplemente esperar.
No podía ser. Bill era de esas personas que no tenían que morir nunca, debían quedarse allí, en su cafetería, con su mujer, su hija, para enseñarles al mundo lo fácil que era vivir, salvo que eramos nosotros los que ponían trabas al destino. Bill creía en el destino, tanto que al poco de morir mi madre me dijo que iba a encontrar a alguien que haría de mi padre un hombre feliz. También creía en lo nuestro más que cualquier loco. Bill te daba ese chute de energía para afrontar la vida.
- No puede ser - temblé - ¿Por qué nadie me avisó? - grité entre lágrimas
- Rosaura no tenía tu teléfono, y yo tenía el antiguo - se disculpó. - La cuestión es que me rogó que te encontrara. Bill no quería morir sin vernos, Mir. Me susurró en bajo que ya se podía morir en paz.
- No puede morirse. No quiero - suspiré
Sentí la mano de Jason coger con fuerza la mía, cómo dándome ánimos, e hizo una cosa que no me esperaba, besó mi mano, como si no le importara que nuestra vida no estuviera unida, dejándonos llevar por ese mismo miedo de perder aquella parte importante de nuestra vida.
- ¿Cuánto le queda? - dije temblando de miedo
- Calculan que unas semanas - dijo apartando parte de mi pelo a un lado - Vamos, calabaza, no llores ¿vale? Sino tendré que parar en la primera cuneta para abrazarte.
- Hazlo, por favor. Necesito que me abraces - solté sin pensarlo.
Y él, tal y como prometió desvió el coche en el primer tramo perdido de la mano de dios simplemente para abrirme sus brazos. Allí, dónde yo no sabía que era casa, hasta que nos habíamos reencontrado. Atrás quedaban los dolores de cabeza pensando que eso no estaba bien, porque lo necesitaba. A él. A su olor a desodorante caro mezclado con tabaco y menta. A su manía de apretarme tan fuerte cómo si creyera que me fuera a mover. Y yo, como una tonta, dejé que soltara mi cinturón y me subiera encima de sus piernas.
No podría deciros el tiempo que estuvimos allí, oyendo las respiraciones aceleradas del otro, ¿o tal vez eran nuestros corazones?. Sólo puedo deciros que cuándo volvimos a encender el coche, sentí que estaba más calmada, que podría enfrentarme a lo que viniera, siempre y cuándo, él siguiera en mi vida.
- Si todo va bien, te veré en la fiesta - me dijo cuándo me bajé de su coche - No podré acercarme demasiado a ti. Isabelle me lo tiene prohibido, pero te escribiré
Asentí con nerviosismo aún sintiendo las manos sudorosas por culpa del móvil que ya me apretaba en el pantalón, como una piedra de hormigón, cuándo lo único que había hecho era añadir su número.
Las 15:30h miré en el reloj de mi mesita cuándo llegué a la habitación.
Jota.
Gracias por este día, calabaza. No olvides que estoy aquí.
Y como una tonta, sólo pude sonreír, porque no me parecía tan malo volver a tenerlo en mi vida.
![](https://img.wattpad.com/cover/163537116-288-k285106.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Déjame caer contigo.
Teen FictionMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...