Aquello más que surrealista, parecía sacado de la típica comedia romántica que solían poner las tardes de invierno.
Miré a Jason conducir. Su manera de conducir, tan pacifica cómo si estar conmigo le produjera aquello, y lo único que pude sentir fue admiración absoluta por su manera tan humana de sacar lo mejor de mi.
- Parece simpático, Alex - le dije mientras observaba como sonreía
- Es mi mejor amigo. Nos conocimos en el trabajo, y dos días después quiso engatusarme con Miela
- ¿Miela? - pregunté
- Su coche - rió mirándome con humor - ¿A caso pensabas qué podía ser una mujer?
- Para nada - mentí.
- Mientes fatal, calabaza.
- ¿Por qué sabe de mí, de mi mote, de todo? - le pregunté mirando su reacción.
- Alex es importante en mi vida. Creo que con el hecho de qué me llame Jason, lo entiendes - explicó sabiendo lo que suponía para él, aquella revelación. Aún no habíamos llegado al momento en el que me contaba las razones por su cambio de nombre. Pero si Alex podía llamarlo así, no me cabía duda que era alguien importante para él - Alex ha estado en cada parte de mi vida, Mir. - suspiró apretando el volante con fuerza - Tras tu marcha, todo se truncó. Un día pensé que podía reconstruir aquello que había roto, pero al llegar a tu casa, me encontré con una gran esquela: mami Tessa, había muerto - negó con la cabeza, consiguiendo que mis lágrimas aparecieran en ese momento.
Sonreí. Sonreí porque sabía que Jason había adorado a mi madre en el mismo instante que la conoció. Y mi madre a él. Era la única persona que la dejaba llamar Tessa.
- Tú no me habías llamado, ¿por qué? - dijo dolido
- No lo sé - me sinceré arañando el dorso de mi mano - Ese mismo día en el que me dejaste, llegué a mi casa. Mi padre estaba con la cabeza gacha, y sólo me dijo que sacara a Brad lo antes posible, que no debíamos estar allí.
- Me podías haber llamado.
- ¿Llamarte? - grité, haciéndonos exaltar a los dos - ¡Me acababas de romper el corazón! Contigo era la última persona con la que quería estar
- Eso no es una respuesta para haberme echado de esa manera. Te odié en aquellos momentos. Por irte. Por no llamarme. Por desaparecer como un fantasma. - apretó los labios - Te busqué como un loco durante meses. Llamaba a tu móvil para escuchar tu contestador, sabiendo que habías cambiado de número. Me presenté en casa de Maison, pero ella, estaba tan dolida como yo. - gruñó - ¿Por qué, calabaza? ¿Por qué? - se preguntaba sin parar
Decidí dejarle su tiempo para que siguiera contándome, porque yo también necesitaba ese tiempo para meditar todo lo que me estaba explicando. Eso no eran cosas de niños, eran nuestros recuerdos.
- Durante meses, te buscamos debajo de las piedras, sin pensar en qué estabas en Chicago, tal como Mami Tessa hubiera querido - mordió su labio - Tal vez, te hubiera ido a buscar, o al menos te hubiera ido a visitar, como a una vieja amiga. En ese tiempo, empecé a trabajar en un taller de coches - se explicó - Con Ben, el primo de Tobias, el que estudiaba en nuestro curso ¿te acuerdas? - me preguntó mirándome, a lo que me limité a asentir, pese a no recordar tal chico. Ni uno, ni otro. Sólo no quería que perdiera su tiempo, explicándome personas que no me importaban. Me importaba él - Luego, mi padre se fue a causa de la enfermedad de mamá, y sólo quería buscar tus abrazos, esos en lo que todo lo malo desaparecía. Y ahora ocho años después, cuándo creía tenerlo todo meditado, vuelves a aparecer, haciendo que me sienta de la misma manera que el primer brillo del sol en primavera.
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Déjame caer contigo.
Novela JuvenilMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...