Diez. Diez malditos días habían pasado desde que la había visto, y podía notar a lo lejos que no estaba de humor.
¿A caso el imbécil, le había hecho algo?
Por supuesto. El imbécil era yo.
Había intentado hablar con ella de todas las maneras, y se limitaba a contestarme como si fuéramos simples desconocidos. No entendía que le había molestado en la broma de Alex, pero luego recordé que era Miranda, quién a un comentario era capaz de darle diez vueltas.
Notaba su incomodidad a kilómetros. Y yo, sólo quería llevármela de allí.
Miré a la mesa buscando una excusa por la que irnos los dos. Incluso le había pedido ayuda a Alex, pero como idiota que era, se limitó a decirme que huyera de ella, que Miranda era de esa clase de mujeres por las que al final caías y de las cuáles nunca conseguías reponerte.
Entonces, ¿por qué cada vez que la miraba me recordaba tanto a la chica que me persuadía para que la enseñara a patinar con Skate? La misma chica que besaba tierno y a la vez pasional. ¿Seguiría besando igual?
Sonreí, recordando la conversación que habíamos tenido la noche anterior dónde se sinceró diciendo que temía perderme. Ella nunca lo reconocería. Tampoco yo. Pero ambos sabíamos que solamente la idea de volver a perdernos, sonaba insostenible.
Entonces, ¿por qué cada vez que la miraba me recordaba tanto a la chica que tuve que besar en aquella habitación fría porque hasta mirarme le resultaba vergonzoso? Sonreí. Ella no lo creía, pero seguía siendo la misma niña que temía mirarme a la cara cuándo le decía lo hermosa que estaba.
- ¿Todo bien, goor? - me preguntó Isabelle a mi lado que se tomaba su agua con gas con recelo
- Si - me limité a contestar, ya que mi vista ahora estaba puesta en Miranda que miraba con simpatía a una joven chica que estaba al fondo de la calle. - Espera a su amado - la reté sabiendo que pensaba. - Seguro que es su primera cita, por eso está tan impaciente y no para de tocarse la melena.
- ¿Perdón? - contestó Mauro
- Me imaginaba la vida de los demás.
- ¿Qué tiene de divertido eso? - preguntó Rita - Es ser cotilla
- Yo no lo creo - contestó al fin Mir - Tampoco creo tu historia David - sabía que aún le costaba llamarme así, algo que por un momento detesté. Mi nombre, en sus labios, era un bello sonido que no me recordaba a mi padre, ni a sus palizas.
Ella no lo sabía, pero era una experta en robarle latidos a mi corazón atolondrado
- ¿Entonces cuál es su historia? - la reté de nuevo
Todos en la mesa volvieron a sus cuestiones, ya que hasta nuestra conversación les estaba aburriendo, menos Lucas, que me miraba como si quisiera quitarle su bien más preciado.
Y amigo, vaya si quería.
- Creo que está enfadada - suspiró - Está enfadada y dolido, porque se ha mostrado débil ante una persona importante para ella. De ahí que no pueda estar quieta. Creo que quiere perdonarlo, pero no sabe si está bien
¿Hablaba de ella?
- O también puede que esté esperando el autobús - sentenció regresando su vista hasta su jarra de cerveza.
¿Por qué tenía esa sensación de querer abrazarla tan fuerte?
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Déjame caer contigo.
Teen FictionMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...