Habían pasado varias semanas desde la última conversación que había tenido con Jota. Lo añoraba. No quería admitirlo, pero incluso cuándo no me apetecía saber nada de él, conseguía hacerme sentir mejor en todos los sentidos.
No era tonta. Sabía que me estaba adentrando en un terreno arenoso. Un mismo terreno que hacía años ya había conocido y había conseguido casi terminar conmigo. Pero a la vez, en mi interior se respiraba un sentimiento que añoraba. Cómo cuándo te pasas mucho tiempo viviendo solo y luego anhelas las lentejas de tu madre que tanto odiabas, algo así. Un sentimiento de casa, de hogar, de encuentro.
- ¿Estás bien? - me preguntó Cam por tercera vez
- Estoy bien. Simplemente hace días que no veo a Lucas
- Y estás cachonda perdida - dijo en burla.
- No, imbécil - reí con gana - Es sólo que se me hace raro pasar de verlo 24/7 a nada. Es agobiante en ambas situaciones.
- ¿Estáis bien? - cogió mi mano con dulzura.
- ¿En qué sentido?
- Sabes a lo qué me refiero, bombón - guiñó un ojo
- No lo sé - me sinceré - Creo que regresar a esta ciudad, está haciéndome ver que quizás no todo era lo que yo pensaba. Que tal vez mis sentimientos no son tan fuertes por él, como me pensaba.
- Te aterra dejar de quererlo - terminó por mí.
- Me aterra tener que enfrentarme a la realidad
- Cariño - dijo acariciando mi mejilla - no es un delito cambiar
Cam tenía razón. Las personas nos culpábamos por cambiar en diferentes aspectos de la vida, como dejar de querer a alguien, cambiar de amistades o romper lazos familiares, por la simple razón de no soportar las lágrimas de quiénes aún queremos, pero no de la misma intensidad. Estamos acostumbrados a meter en la mochila todo aquello que pueda quitar dolor de quiénes amamos sin pensar que quien nos quiere de verdad, anhela que tus piedras pesen cada vez menos. Que ilógico ¿verdad?
Pude ver a lo lejos a Jason que miraba nuestra escena con recelo. A su lado, una Isabelle sacada de la mismísima película Anabelle haciendo muecas, gesticulando y hablando lo más alto posible, haciendo que muchos estudiantes se quedasen mirando tal escena. Algo que me parecía inentendible cuándo ni Jason estudiaba ahí, ni Isabelle cursaba ninguna carrera.
- ¿Qué me dices de él? - preguntó mirando la escena
Había conseguido contar parte de mi historia con Jason a Cam, tras verme tan derrotada aquel día en la fiesta. Él, cómo un vil mujeriego de telenovela no paraba de decirme que éramos igual que aquellos niños que sabían estar destinados pero su ego nunca los dejaría ser felices.
Tal vez tendría razón. O tal vez no.
Yo, lo único que hacía cada noche cuándo me metía en la cama era mirar su foto buscando cualquier excusa idiota para hablarle.
- No pienso hablarle.
- Ayer también decías eso, y me escribiste de noche con una captura de pantalla de vuestra conversación.
- Debo dejar de hacerlo - le corté.
Era cierto.
Jason era a quién buscaba cuándo las cosas se truncaban y simplemente necesitaba ver que todo seguía igual, cómo cuándo todo era sencillo. Pero a la vez lo odiaba. Lo odiaba por no habernos acompañado el fin de semana a ver a mi familia, junto con Bill. Lo odiaba por querer olvidarlo todo tan rápido. Lo odiaba por desaparecer de mi vida cómo yo había desaparecido de la suya
- Voy a por una lata - le dije a Cam levantándome del césped en el que estaba sentada para acercarme a la máquina de la entrada por un refresco.
- Mir, me voy, tengo clase de cálculo - dijo Cam besando mi frente con rapidez.
- ¿Qué ocurre? - preguntó Jason sentándose a mi lado en el césped.
- Te das cuenta que todo el mundo nos mira ¿cierto? - contesté mirando al frente, a un foco roto que llevaba un coche que pasaba a nuestro lado.
- Mir necesito un favor - dijo con intensidad, algo que me obligó a mirarlo.
Lo conocía. Algo iba mal. Muy mal.
- ¿Qué ocurre?
Estaba nervioso, lo intuía por la manera en la que miraba a ambos lados por si temiera que oyeran lo que iba a contarme. Era muy malo.
- Necesito que me prometas que no contarás nada
- Jota me estás asustando
- Prométemelo por favor, calabaza.
- No puedes pedirme algo cuándo no sé que está pasando.
- Te lo cuento a ti porque confío en ti - carraspeó.
- Está bien - suspiré con resignación - Te lo prometo.
- Mi madre ha sido ingresada por TOC
- ¿Qué? - pregunté lo más bajo que pude - ¿Y Tana?
- Tana no sabe nada, calabaza - cerró los ojos con fuerza - De eso se trata. Quiero enviarla con mi Nana, al menos durante una temporada, hasta que las cosas se calmen.
- Quieres que hable con ella
- No - me cortó
- Necesito costearle el viaje, y no puedo - habló muy bajo
- ¿Cuánto necesitas? - dije sacando la chequera de la mochila
- Calabaza me jode muchísimo pedírtelo a ti, pero no confío en nadie ahora mismo.
- Jason, lo sé. No tienes que darme más explicación. Sólo dime cuánto
- 300
Asentí firmando con rapidez y entregándole el cheque con delicadeza para que nadie supiera que estaba ocurriendo.
Besó mi frente con fuerza
Y desapareció de mi vista cómo si aquello no hubiera sucedido.
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Déjame caer contigo.
Fiksi RemajaMiranda regresa a la ciudad para comenzar sus cursos en la universidad que soñó de niña, sabiendo que allí ya nada será como cuándo se fue, empezando por sus amigos. Sabe que ya no es la misma niña que se fue por miedo a no encontrar las respuestas...