- Capítulo 4 -

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¿Qué hacía yo metida en un coche sin saber a qué destino iba con quién había sido el amor de mi vida, su novia y sus amigos? Esa era la pregunta que me hacía sin parar mientras miraba por la ventanilla como pasábamos calles. Había notado a Jason (no pensaba llamarlo David) como me miraba de vez en cuándo por el espejo retrovisor, pero le había apartado la mirada en el momento que sus ojos azules y los míos habían creado contacto.

- ¿A dónde vamos? - preguntó Isabelle mientras revisaba su móvil con interés.

- Podíamos ir a comer algo - respondió Rita desde el asiento contiguo al mío - ¿Qué te parece Mir?

- Dónde digáis está bien - dije por lo bajo.

Sentí mi móvil vibrar entre mis piernas, algo que me obligó a deja de perderme entre mis pensamientos y concentrarme en el.

Lucas.

Espero que hayas tenido un buen día hoy, cariño. Que hayas conocido muchas personas y por supuesto, que sigas haciéndolo tan bien como lo estás haciendo. Te quiero. Luego me paso a verte.

- Oh - dijo Rita a mi lado - Que lindo es tu novio

Me quedé mirando hacía ella para hacerle entender qué no me había sentado nada bien que mirara mi móvil. Llevaba siendo mi amiga hacía unas horas, eso no le permitía cotillear todo aquello que hubiera a mi alrededor. Pero tampoco quería ser una mala persona con ella, cuándo me está abriendo un mundo social. Por lo que, simplemente me ruboricé y miré al conductor, que apretaba el volante con fuerza.

- Gordi, te vas hacer daño - dijo Isabelle cogiendo su mano con fuerza

- ¡Es el maldito semáforo que no cambia!

- Pero si está en verde, tío. ¿Estás bien? - habló por primera vez Mauro. Parecía buen chico, sólo un poco retraído.

- Si.

- No, no lo está - habló Isabelle - Su padre ha aparecido

- ¿Te quieres callar? - bufó él mientras mordía parte de su labio inferior. Si los años no lo habían hecho cambiar, cuándo hacía eso significaba que lo hacía para no decir algo que luego se pudiera arrepentir.

- Será mejor que vayamos a Scooters y nos dejemos de tonterías - habló Rita mientras ponía su mano sobre el hombro de Isabelle, que ahora lloraba desconsolada.

A los pocos minutos, Jason aparcó en un establecimiento abarrotado de coches. Conocía la mentalidad de las personas, cuánta más gente hubiera, era una buena razón por la que pararse a probar el local, eso significaba que tenía buen ambiente. Siempre me había parecido bastante ridículo esa mentalidad, ya que quitando esa manera de pensar, había conocido en Chicago, locales de los cuáles nunca hubiera entrando. Pero eso era lo que suponía regresar a casa, volver a las costumbres.

Los chicos se adelantaron, dejándome atrás con Jason. No quería eso. No quería tener que encontrarme con esa maldita conversación que habíamos tenido que tener hacía años, y menos allí, con sus amigos, su novia. 

- Hola fea - dijo muy lento a mi lado 

- Hola idiota - contesté como nuestro saludo.

No lo podía evitar, salía solo. 

- ¿Has vuelto? - preguntó como si no pudiera creerlo.

- No voy a tener esta conversación - sentencié entre dientes

Los demás, parecía absortos con un coche rojo que estaba aparcado a varios metros de nosotros dos. 

- Te fuiste sin despedirte

- Vale, Jason. ¿O debería decirte David? - pregunté mirándolo por primera vez.

Sonrió - Sabía que ibas a preguntármelo. Jason murió. Ahora soy David.

- Lo siento - le dije muy bajo, en un susurro - Pero ambos sabemos que eres más Jason que David.

- ¿Novio en serio? 

- Que te jodan 

Y lo último que pude escuchar antes de dejarlo atrás fue un "bienvenida calabaza" algo que me hizo sonreír, de él, de mí, de los dos. Era surrealista.

Entramos en el local repleto de gente y conseguimos encontrar una mesa pegada a la ventana, llena de tazas de café y vasos sucios, lo que demostraba que no habían tenido tiempo ni a recogerlo. Detrás de la barra, tres chicas con sus coletas ya revueltas del trabajo, y por las mesas, dos chicos que soplaban a cada mesa que iban. ¿No necesitarían una camarera? Tenía ganas de sacarme un dinero, y aquel parecía un sitio bonito en el que trabajar, al menos unos meses.

- Buenas tardes, mi nombre es Max, ¿qué van a pedir? - preguntó banalmente.

- Yo quiero una hamburguesa x3 con batido de fresa - habló Rita

- Yo sólo batido de chocolate - habló Mauro

- ¿Qué dices Mir, nos pedimos un batido especial para dos? - me sonrió Isabelle - Aquí, mi compañero de vida odia el chocolate blanco

- Vale 

- ¡No!- contestó Jason a la vez que yo hablaba

- ¿Por qué? ¿Quieres compartirlo?

- Mir no puede tomar el especial, lleva cacahuetes - contestó

- ¿Y qué tiene que ver?

Era alérgica. Se suponía que ninguno lo sabía.

- Quiero acompañarte yo hoy - dijo tan rápido que todos nos quedamos callados.

- Yo simplemente quiero un batido de fresa - sonreí al camarero.

- ¿Eres alérgica a los cacahuetes?

¿Y ahora qué hacía? 

Asentí - a todos los frutos secos

- ¿Y cómo lo sabes, gordo? - preguntó Isabelle con cara de cabreo.

- Eh, se lo dije antes cuándo mirabais el coche - sonreí con mi mejor sonrisa falsa.

Mierda. Esto no empezaba bien.


Déjame caer contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora