cuatro

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Dos meses después...

Me hice la cimarra y me fui al depa de mi polola.

Eran las nueve y media de la mañana y hoy cumplíamos un mes más pololeando y estábamos cerca de cumplir tres años juntos.

—¿Amor?— dijo apenas abrió la puerta.—¿Que estai haciendo acá?— estaba un poco sorprendida y llevaba un pan en la mano.

—Te vine a ver po.— sonreí y me puse las manos en los bolsillos del pantalón.

—Son las nueve de la mañana, ¿no deberiai estar en clases un día Viernes?— me preguntó.

—Es que no quería ir po.— me excusé.

—Ya, pasa.— me tomó de la muñeca y me hizo pasar.

Entré y me di cuenta de como iba vestida. Iba con su pelo suelto y llevaba el polerón verde que le regalé con unos jeans y sus vans negras.

—Hace frío.— me dio escalofríos y dejé mi mochila en el sillón.

—Mucho frío, yo duermo sola y te extraño y me da más frío po.— hizo un puchero y comió el último pedazo de su pan.

—Ya vamos a estar juntos.— me acerqué y le hice cariño en la mejilla.—¡Feliz dos años y ocho meses juntos!— susurré y me quedó mirando. Me di cuenta que sus ojitos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar, solo atiné a abrazarla para que se calmara.—¿Que pasa, flaca?— le hice cariño en el pelo.

—Buta, soy la peor polola del mundo po.— lloraba con sentimiento.—Me olvidé que cumplíamos mes.— susurró.

—No importa, Igna.— la separé de mí y le sequé las lágrimas.—No importa, a todos les puede pasar.— le di un beso en la frente y entrelacé mi mano con la suya.

—Sí te tengo regalo, pero me olvidé y ah, no sé, no sé en que hueá ando pensando.— se secó los restos de lágrimas.

—En mí, no.— hice una mueca.

—Siempre pienso en tí, nunca te dejo de lado.— me abrazó y sentí su respiración acelerada.

—Erí' tan tierna.— susurré.

—Tierna, pesá, simpática, apañadora...— se empezó a describir.

—Caliente.— susurré y sentí un golpe en mi brazo, se separó de mí y se fue a la cocina.—Admite que es verdad.— me mordí el labio mientras esperaba su respuesta.

—Mmh...digamos que sí, pero vo' igual.— sonrió y se llevó la lápicera a su boca.

—No tengo ni un problema en admitirlo.— sonreí. Me senté en la mesa americana que había y ella tenía sus codos apoyados en este. Miré que al lado mío, habían libros y cuadernos.—¿Estabai estudiando?— le pregunté y tomé un cuaderno.

—Sí, me desperté temprano a estudiar y como hoy no quería ir a la U, aproveché.— se acomodó el pelo.

—¿Es muy díficil?— comencé a hojear el cuaderno y estaba todo ordenado, con colores y dibujos.

—No, o sea, intento que no sea díficil.— suspiró.

—¿Es raro el cambio?— entramos en una conversación profunda.

—No es raro, sino muy brusco. Tú sabí', dejar de estar con mi mamá, dejar de estar en el liceo con mis amigos, dejar de usar un uniforme, dejar de verte todos los días es triste y...— se le rompió la voz, me daba mucha pena verla así de triste.—Hay días que no tengo ganas de levantarme, de solo quedarme dormida y consumirme en lágrimas por lo sola que estoy.— comenzó a llorar.—El estrés es insoportable, la ansiedad me agobia y te extraño tanto.— abrí las piernas y la acerqué a mí para abrazarla.

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