veintiseis

558 46 1
                                    

Después de algunos meses de lo ocurrido, aproximadamente en Septiembre u Octubre, dejaron de molestarme a mí y la Trinidad. El director nunca nos dijo quién fue, porque no encontraba y no habían culpables de lo sucedido y obviamente, nos tuvimos que bancar dos meses de mierda.

—¿Estai mejor?— escuché la voz de la Trini y levanté la cabeza. Estábamos en recreo, pero últimamente me la pasaba en la sala.

—Un poco.— me llevé la mano a la frente.

—No debiste tomar ayer.— me recordó y volví a sentir el dolor culiao de cabeza.

—Sí, lo sé, pero hace caleta que no tomaba.— mentí.

—Deberíamos dejar de carretear tanto.— sugirió y yo arrugué la nariz.—Cacha que queda poco pa' dar la Psu y no he estudiado nada.— me volvió a recordar y me dolió más la cabeza.

—Tengo más problemas para pensar que andar estudiando pa' una prueba culia.— respondí pesao'.

En las últimas semanas, andaba irritable y los antidepresivos no estaban haciendo efecto alguno. Normalmente, me dormía a una hora razonable, pero estaba empezando a sufrir de insomnio, estaba perdiendo el apetito y andaba bajoneao' todo el rato. En clases, me quedaba raja y a veces, no comprendía lo que me preguntaban.

—Que andai pesado, hueón.— la Trini salió de la sala y me dejó solo.

<<Bacán, ahora me quedé sin polola, sin amigo y sin la Trini>>, pensé.

Estaba chato y quería dormir, así que puse la cabeza en la mesa y la rodeé con mis brazos. Necesitaba un momento de silencio, porque me sentía cansado...

[...]

Después de clases, me fui a mi casa y estaba el Luciano solito.

—¿Qué estai haciendo aquí, enano?— le pregunté. Estaba sentado en el sillón, mientras comía un chiquitín y veía tele.

—Ya había salido hace rato del colegio y la mamá se olvidó de irme a buscar.— me dijo. El colegio del Luciano quedaba a una cuadra de donde vivíamos y no me preocupaba tanto de que se viniera caminando.

—Ah, ya. Después voy a hablar con la mamá.— le avisé y asintió.

—¿Me ayudas a hacer mi tarea?— me senté a su lado y afirmé con la cabeza. Se paró y fue a su pieza a buscar sus cosas, mientras yo me quitaba la mochila y me quitaba la camisa del pantalón.—Es sobre historia, solo tenemos que recortar algunas imágenes y pegarlas.— fue hasta la cocina y dejó el cuaderno en el mesón.

—Ya, ya te ayudo.— apagué la tele y me paré pa' ir a hacer la huea.

—Toma.— me pasó las tijeras y las tomé, pero antes, lo tomé en brazos y lo dejé sentado en el mesón de la cocina.

Comenzamos a recortar las imágenes. La tarea era sobre unos jarrones de los pueblos originarios, que después de recortarlos y pegarlos, tenía que ponerles nombre.

—Luciano, pásame el libro.— le pedí y me lo alcanzó. Hojeé el libro, hasta encontrar los jarrones y comencé a dictarle para que primero escribiera y después pegara las imágenes.

No entendía ni una huea del libro, ya que en mis tiempos, enseñaban de la guerra del Pacífico y era.

—¿Así?— este cabro culiao salió más inteligente que yo y en menos de dos minutos, tenía los nombres escritos y ya estaba pegando las imágenes.

—Sí.— confirmé y pegó nomás. De repente, escuchamos que alguien tocó la puerta.—¿Cachipun quién abre la puerta?— le propuse y aceptó.

—Cachipun.— dijo y perdió al tiro.—Ya voy, pero ayúdame a bajar.— me pidió y lo bajé. Corrió hacia la puerta y la abrió, de pronto, escuché un nombre que me dejó helado.—¡Ignacia!— gritó el Luciano.

—¡Luciano, tanto tiempo!— no me moví, no quise hacerlo, pero mi respiración era agitada.—¿Está tu hermano?— escuché.

—Sí, ya voy a buscarlo.— escuché los pasos del Luciano.—Tu polola te busca.— me avisó.

—Eh, ya. Quédate aquí y sigue pegando las imágenes.— lo subí al mesón y caminé hasta la puerta, la abrí lentamente y ahí estaba.

—Hola.— dijo apenas me vio. Tenía los ojos hinchados y la nariz roja, caché al tiro que estuvo llorando.

—Hola.— la saludé y nos quedamos callados, hasta que habló.

—Te vengo a devolver los polerones.— le salió un hilito de voz, yo solo asentí triste.

Era difícil verla a los ojos, ya que me sentía impotente y nada bien.

Me pasó los polerones y antes, de que se fuera, la tomé del brazo suavemente. Sentí una corriente, apenas la toqué.

—Estai bien, ¿cierto?— le pregunté y asintió con lágrimas en los ojos.

Me había mentido.

—Me tengo que ir, Benjamín.— me dijo y la solté.

—Que te vaya bien.— susurré y se fue.

Entré a la casa y me quedé apoyado en la puerta. Tenía mis polerones devuelta y tenían su olor también, por un momento, supe que estaba mal y quise hacer algo, pero era demasiado tarde cuando ya nos habíamos dejado ir.

—Benja.— me llamó el Luciano y caminé hasta él.

—Estoy aquí.— me acerqué al mesón con los polerones en las manos.

—¿Eso es tuyo?— me preguntó y asentí.—¿y por qué te lo devolvió?— era difícil explicarle al enano, porque se había encariñado tanto con ella y que la dejara de ver para siempre, era doloroso.

—Terminamos.— susurré y sentí que iba a llorar. Yo nunca lloraba al frente del Luciano, porque no quería mostrarme débil.

—¿eso significa que no la veré más?— comenzó a interrogarme y volví a afirmar.—Yo creo que no deberías llorar, porque yo sé que va a volver.— dijo cuando solté algunas lágrimas.

—No enano, las cosas no funcionan así.— le intenté decir que no íbamos a volver nunca, pero no le dije la razón.

El cabro chico no era hueón, pero no quería quitarle el cariño que le tenía a la Ignacia.

N//A: si te entrega todos los polerones, es porque ya no teni posibilidad alguna de volver...o quizás sí. No sé, nunca he pololeado mmh

-WeaOriginal🌚✌🏻

Plan: cómo recuperar tu interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora