diecinueve

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¡Especial Navidad!
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Dejé pasar algunas días y semanas, me alejé bastante de todo, de ella, del liceo, pero de lo único que no me alejaba, era de la Trinidad.

—¿Tení' algo que hacer en la tarde?— la Trini se sentó a mi lado. Estábamos en recreo y entró a mi sala.

—Eh sí, tengo que hacer unos trámites.— mentí.

—Ah, bueno, te invito mañana.— me hizo cariño en el pelo y puse mis brazos en la mesa, para poner mi cabeza.

—Me vai a dejar chascón.— fruncí el ceño, mientras sonreía y ella respondió con el mismo gesto.

—Es que me gustan tus rulitos, me gusta tu pelito ondulado.— dejé de sonreír por lo que dijo y me quedé mirando un punto fijo de la sala.

<<Es que, en serio Benja, amo mucho tu pelo crespo y los rulitos que se te forman. Podría estar horas y horas enteras jugando con tu pelo, haciéndote cariño, desordenándolo...>>, recordé. Recordé las palabras culiás que me dijo una de esas noches que, simplemente, no existían las palabras, una de esas noches silenciosas que nadie dice nada, pero se siente todo. Recordé como sus manos se sentían y recorrían mi cuerpo, como su aliento era fresco y que siempre chocaba con mi cuello, como plantaba besos en mi mejilla y como me hacía sentir bien con tan poco...

—¿Benjamín?— sentí que me llamaron, parpadeé un par de veces y miré a la Trini.—¿Qué te pasa?— me preguntó y negué.

—Nada.— mentí. La misma mentira de mierda de siempre, pero quizás el nada se resumía en la Ignacia; Mi nada.

[...]

Iba caminando por la calles algo ansioso y con frío. Me detuve en la esquina, mientras esperaba que el semáforo diera verde para cruzar, pero alguien tocó mi hombro. Lentamente, me di vuelta a mirar a la persona y era, o más bien parecía, una gitana.

—Oiga, usted, ¿no quiere que le lea la suertecita?— me preguntó una señora atractiva, de unos cuarenta años, con su cabello medio rubio. Llevaba una falda larga y era roja, con una polera apretada del mismo color.

Digamos que a mí siempre me han dado miedo los gitanos y ese miedo provenía de mi infancia.

—Eh, voy apurado.— le contesté con algo de miedo. Había escuchado por ahí que eran re chamulleros, peor que yo en clases de Historia.

—No me voy demorar más de diez minutos, paisano.— noté su acento me dio raro.

No contesté nada, así que tomó mi mano derecha y la puso arriba de su mano izquierda. Apenas toqué su mano, pude sentir que transmitía o sentía un calorcito, al principio me asusté porque estaba nublado y hacía frío, además iba desabrigada y era imposible que tuviera sus manos tan acogedoras.

—Vamos a ver, por aquí.— con su mano derecha, sacó un colgante del banano que llevaba puesto en su cadera. Tomó el colgante, dejó que se desenredara solo y lo puso arriba de mi mano, suavemente, el colgante comenzó a dar vueltas y pude darme cuenta que había un reloj pequeño y dorado.

—¿Esto es de verdad?— le pregunté y me miró a los ojos.

—Claro que es verdad, claro que lo es, paisano mío.— guardó el colgante con el reloj y pasó un dedo por mi palma. Admito que me dio cosquillas, pero me controlé.—Veo un cosa extraña, algo raro, son dos cosas como fuertes...— estaba super concentrada. Yo no era creyente de estas cosas, pero dejé que siguiera.—Una es sobre un papel, algo que tiene que ver con tu familia y el otro...— dejó de hablar por un momento y negó.—No sé como decirlo, pero es algo que encontrarás de una persona que te hizo daño, es algo fuerte, pero no debes dejarte llevar por eso.— abrió los ojos un poco asustada, veía mi palma atenta.—Estás a punto de cometer el peor error, quizás de tu vida, paisano, y es con una persona que no te quiere ver bien.— me dijo.—Aléjate de esa persona.— me aconsejó y dejó caer mi mano.

-Gracias.— contesté algo aliviado. Metí la mano en el bolsillo del pantalón y le di quinientos pesos.

—Gracias paisano, que dios, el universo o Alá, se lo duplique.— se dio la vuelta y yo miré el semáforo. Estaba en verde, iba a cruzar, pero me detuvo.—Una última cosa, paisano mío, aleje el alcohol de su vida.— me sorprendí un poco por lo que dijo y asentí. La gitana se dio vuelta y se fue.

¿Qué había sido eso?

Me quedé como ahueonao viendo como se iba, hasta que crucé la calle.

[...]

Llegué a mi destino y estaba al frente de una reja, toqué el timbre una vez y esperé unos segundos, hasta que se abrió la puerta.

—¿Benja?— apareció la Martina apenas abrió la puerta.

—Hola.— le sonreí y caminó para abrirme la reja.

—¿Cómo estai?— se acercó a darme un beso en la mejilla y le correspondí.

—Bien po, ¿y tú?— caminamos hasta la entrada.

—Bien.— contestó.—Pasa.— me invitó.

—Necesito tu ayuda, por eso vine.— sentí que cerró la puerta y caminó detrás de mí.

—Cuéntame.— caminamos hasta el comedor y vi que estaba estudiando, porque tenía sus cuadernos en la mesa. Nos sentamos y me esperó a que hablara.

—Quiero recuperar a la Ignacia y yo sé que tu erí' su mejor amiga, entonces necesito que me ayudes.— hice un puchero.

—¿Estai seguro?— me preguntó y asentí.

—En serio, Martina, estoy seguro de lo que quiero hacer.— afirmé y me miró preocupada.

Con la Marti tuvimos nuestros problemas, pero a día de hoy nos llevábamos bien.

—Te voy a ser sincera, a mi no me cae bien el Nicolás, es muy levantao' de raja y dice puras hueás.— rodó los ojos y yo sonreí.

—Yo igual hablo puras cagás.— solté una risita.

—Pero vo' me caí' bien po.— se encogió de hombros.

—Ya, pero, ¿me vai a ayudar?— le pregunté de nuevo.

—Obvio po hueón, aparte vi a la Ignacia llorar por el hueón y no me quiso decir qué pasó.— comenzó a jugar con plumón y yo me quedé como ahueonao. Sentía rabia, pero no podía hacer nada.

Nos quedamos toda la tarde hablando y planeando hueás y sentí que iba avanzando...

N//A: se vienen hUEAS FUERTES, AFÍRMATE CONCHETUMARE

-WeaOriginal🌚✌

Plan: cómo recuperar tu interésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora