Capítulo 20

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Después de almorzar unos fueron a sus habitaciones para descansar un poco; los gemelos se tumbaron en el sofá a ver la televisión con Nany. Mireia y Santo querían aprovechar que hacía muy buen tiempo para pasear un rato. Se lo preguntaron a Nerea y a Siru para saber si tenían su aprobación y ambos se la dieron. Prepararon algo para merendar por la tarde y lo echaron a la mochila que llevaban. Se despidieron de los amigos que no estaban durmiendo y salieron por la puerta.

El sol brillaba en el cielo; apenas había nubes. Para ser casi pleno verano no hacía mucho calor, era un tiempo cálido, pero no sofocante. Anduvieron durante un tiempo por el bosque. Mireia que se conocía mejor aquel paraje le indicó al chico que detrás del claro donde habían estado entrenando había un lago con el agua más cristalina que se pudiera imaginar. Al oír aquello los dos decidieron que sería buena idea ir allí, y ver que tal estaba el lago. Al llegar Santo puedo ver que aquel lugar era precioso, detrás del lago se elevaban unas montañas altísimas;  en ese instante el joven se dio cuenta que estaban rodeados por montañas. “Por eso estamos también protegidos”. Pensó Santo. El césped verde que descansaba a la orilla del lago invitaba a sentarte en él y las sombras de los abetos que se proyectaban en el suelo era como un imán que atraía a los chicos a que se sentaran a reposar un rato.

Estuvieron un rato mirando el reflejo del lago, pudieron observar que en él se reflejaban las nubes del cielo. Verdaderamente era el agua más cristalina que ambos habían visto. De fondo se escuchaba el murmullo de los arboles al rozar el viento con sus hojas; los pájaros parecían haberse compinchado con la pareja; pues cantaban una canción relajante, y armoniosa.

- Esto parece el paraíso.- afirmó Mireia en un suspiro.- ¿Te gusta?- se giro hacia el chico y pudo ver que tenia los ojos cerrados, pero en su rostro se dibujaba una bonita sonrisa.

- Es genial.- respondió sin abrir los ojos.- Lastima que tengamos que estar aquí por nuestra seguridad.- su voz sonaba a triste, de seguro estaría recordando la muerte de su hermana.

-No pienses en eso ahora.- se acerco a él y le beso.- Disfruta del momento en este paisaje.- se tumbo sobre su pecho y le cogió la mano.- y sobretodo disfruta de mi.

-Es lo que más me gusta de todo esto.- se incorporo junto a ella.- El poder estar contigo.- Dicho esto ambos comenzaron a besarse y a acariciarse.- No quiero que esto se acabe nunca.

Durante varios minutos estuvieron callados, besándose, lo único que interrumpía su silencio armonioso, era el cantar de los pájaros. Era la atmosfera perfecta para que ambos se hicieran uno.

-No es buena idea.- paro Santo en seco a Mireia al ver que la cosa se les estaba yendo de las manos.- Podrían estar vigilándonos los Cobras, no podemos bajar la guardia. Y aun menos aquí en medio del bosque donde nadie nos podría ayudar.

-Tienes razón.- ella sintió y se alejo un poco del chico; se incorporó y se arregló la ropa.- Es mejor que nos vayamos.- un escalofrió recorrió su cuerpo.- Esto me da mala espina.

-Demasiado tarde.- De repente se escucho una voz aterradora que salía detrás de unos arbustos. Ninguno la reconoció, pero de lo que estaban seguros es que no era de alguno de sus amigos. 

Secreto de clanes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora