Capítulo 25

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Megan

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Megan

—Ahora mismo, estoy un poco confusa. Pero, tengo algo muy en claro es que sí estoy enamorada de ti. Sí, tal vez, es muy inesperado, he incluso tardé en darme cuenta de que ya estaba enamorada. No sé cómo pasó, yo tampoco lo sé. Pero créeme que me gustaría intentar todo contigo, pero... tengo miedo.

Nicholas frunce el ceño.

—¿Miedo? ¿Por qué?

—Son por muchas cosas. Por... —algo muy rápido se me viene a la mente —. Estás con Emma. Eres novio de Emma.

—¿Qué? No, no, no. A ver... —se agarra la sien, sigue hablando —. Tenía una relación con ella, sí. Desde hace años jamás, he tenido una relación formal, estable. Todo se ha basado solamente en sexo con demás mujeres. Entre Emma y yo ya no hay nada, todo ya se acabó.

—¿Y cómo podré estar segura de qué vas a dejar de tener sexo con otras mujeres? ¿Cómo sabre que me vas a respetar, en que as a respetar nuestra relación? —frunzo el ceño —. Es a lo que tengo miedo. Te conozco y sé perfectamente como eres en realidad. Eres un hombre mujeriego, los hombres mujeriegos no cambian. Nunca lo hacen.

Suspiro.

—Si, sí. Eso lo sé, pero... —suspira él —. Créeme que cuando realmente me enamoro de alguien hago todo lo posible por estar bien con esa persona.

—Solamente dame tiempo. Déjame pensar todo, quiero tener mi mente en clara. Dame tiempo, ¿sí? —respondo.

—Te daré todo el tiempo que quieras, hermosa —él acaricia mi mejilla.

🦋

Nick

Por primera vez en mi jodida vida he sentido algo realmente por una persona. Nunca me había enamorado, jamás.

A excepción de Annie.

Annie fue mi primer amor, y el que me marcó de por vida.

Pero por algo dicen que para todo hay una primera vez.

Fui realmente honesto con Megan porque en verdad quiero tener algo lindo con ella. Pero ella tiene la razón.

Realmente, no sé cómo llevar una relación normal. Nunca me he preocupado por tener una relación, siempre me he enfocado en follar y ya.

Pero, creo que ya es momento de madurar. Ya tengo veintisiete años, no siempre seré un imbécil.

🦋

Llegamos a la suite y veo que Megan bosteza. Debe de estar cansada.

Se ve tan bonita bostezando.

—Si quieres tú duerme en la cama. Yo dormiré en el sofá.

—Gracias —sonríe —. ¿Seguro que podrás dormir en el mueble?

—Sí. Tranquila.

—Si quieres, también puedes irte a la cama. La cama es grande, no la voy a ocupar toda.

Curvo una pequeña sonrisa.

Me acerco lentamente hacía ella. Ella lo nota mientras yo avanzo hacía ella, Megan retrocede lentamente. Por suerte, ya no puede retroceder más porque llegó hasta la pared. Suerte para mí.

—Oh, Megan. ¿Te gusta el sexo a la primera cita? Me sorprendes.

—¿Qué? No, claro que no —alza la cabeza, para verme directamente a los ojos.

—Admítelo, sé que me deseas —sonrío.

Se pone nerviosa...

Demasiado.

Ambos nos quedamos callados. Con mi mano acaricio suavemente su mejilla. Ella cierra los ojos, bajo mi mano hasta su mentón y la beso.

Ella me jala bruscamente hacía ella. El beso ya no se vuelve tierno, se vuelve salvaje.

Aún lado de donde nos estamos besando. Hay un buró, no sé cómo carajos lo hago, pero, subo a Megan en el buró y ahí la sigo besando.

🦋

Megan

La forma en que me besa y me toca me hace sentir maravillosa. Jamás había sentido algo como ahora.

Tal vez, porque jamás he tenido a un hombre a mi lado. Nunca me preocupe en tener una relación formal.

Nunca me preocupó ese tema.

Nicholas me carga sin dejar de besarme y me lleva la cama.

Jamás había estado muy nerviosa.

Espera...

Creo que tendremos sexo.

Yo nunca he tenido sexo.

Nicholas me acuesta en la cama, rápidamente se separa de mí y se quita la camisa quedando solo en pantalones.

Él vuelve a besarme.

Dios, lo hace tan bien que me encanta.

Me quita la blusa lentamente dejándome nada más con el sostén. Minutos después, desabrocha mi short, he intenta quitármelo.

—No —digo agitada.

—¿Por qué?

Me quedo callada. Me da muchísima pena decir que nunca he tenido relaciones sexuales.

—Nunca has tenido sexo. Es eso, ¿no?

Asiento.

—Entonces, déjame hacer maravillas con tu cuerpo sin necesidad de tener sexo.

Siento que mis mejillas se ponen muy rojas.

—Haz lo que quieras conmigo. Ahora mismo, soy tuya —sonrío.

—Y yo soy tuyo.

Vuelvo a estampar mis labios con los de él.

Ni Tú, Ni Yo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora