III. Me arto del pescado y otras cosas.

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 Jones se encontraba entre los jugadores, de brazos cruzados, escudriñando el horizonte con aspecto solemne como si conllevara con una gran responsabilidad. Me detuve en seco pero no lo suficiente cómo para que ella lo notara, me enterré en mi abrigo y seguí la marcha como si fuera una de las personas que no los notaba.

Aferré la mano de Cam que no se había dado cuanta de los extraños y lo alejé de la zona de peligro.

Mi mente buscaba respuestas de qué hacía Annette allí, pero la única respuesta era que Izaro todavía la tenía bajo sus influencias, con su mente confusa. Intenté localizar a mis amigos entre las personas, Berenice, Dante y Dagna desfilaban hacia el final del camino, la tención de sus ojos se reflejaba notablemente. El resto también se había percatado de que había sorteado el brasero por una razón. Así que me siguieron, Sobe y Dante habían conseguido folletos informativos y le echaban vistazos mientras comprimirán los labios y el viento punzante flameaba sus bufandas.

—¿Sucede algo malo? —preguntó Cam apretando el paso para alcanzarme, podría tener once años pero medía lo que uno de seis.

—Hay una compañera de cole que está allí.

—¿Y porqué actúas como si escapáramos de los soldados de Gartet?

—Sólo escapamos de esos jugadores, creo que son personas normales que ha embrujado una poderosa maga. Tal vez eran fanáticos de algún equipo que eligió al azar.

—Ah —dijo y luego añadió— la única maestra en artes extrañas que me gusta es Petra.

—Ahora el único que nos sacaría de esto creo que sería ella.

—La echo de menos —confesó como si quisiera decirlo hace mucho tiempo—. Era mi amiga, los amigos no deberían irse nunca. Es injusto que el mundo te dé algo y luego te lo quite. Ni siquiera te da una moraleja como en los cuentos.

—La vida si da moralejas Cam, sólo que no las entendemos, además también omite las parte dulce del cuento, pero a veces es mejor así —le dije y nos reunimos con el resto en el inicio de la escalera del edificio central.

Les hice un resumen de lo que había visto mientras Albert se agitaba una mano alrededor del rostro como si tuviera calor por haber caminado hasta allí.

—¿Y esos chicos de hockey? —preguntó Miles contemplándolos por encima de su hombro.

—Supongo que serán unos confronteras que Izaro ha manipulado para que vigilen. Son otros civiles que terminaron dentro de los planes de Gartet y sus secuaces —respondí explicando el último detalle fatídico.

Al finalizar mi relato la unidad quedó más silenciosa que una tumba hasta que Dante sacudió un folleto y lo abrió torpemente procurando mover sus dedos forrados de lana.

—¿Sabían que aquí se reúne el Senado de las provincias además de políticos muy importantes? Tal vez no estén ahora aquí pero aun así es un edificio importante. Un gran monumento.

—¿Y eso? —preguntó Sobe dando pequeños saltitos—. ¿Qué quieres tocar la puerta del parlamento y pedirte que te echen una mano?

—No, pero podrimos llamar a la policía y advertir una amenaza de bomba, podríamos hacerlo desde diferentes teléfonos al mismo tiempo así las autoridades tal vez se lo crean y evacuen a toda la gente de allí. Una vez que se anuncia bomba el protocolo debe actuar, estén confirmadas o no las sospechas. Es una ley, no recuerdo cuál pero es obligatorio enviar brigadas o bomberos cada vez que alguien advierte de amenaza de bomba no importa si es un niño de cinco o un hombre el que llama, se debe actuar. Si nos creen y evacuan a todos en la confusión...

El futuro perdido de Jonás Brown [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora