¡Por qué nací hombre!

248 55 17
                                    


 Sobe me despertó sacudiéndome el hombro. Lo primero que vi fueron sus intensos ojos azules, su nariz chueca y sus cabellos secos como ramas rozando su hombro. Me incorporé y restregué mis ojos. Escarlata estaba a mi lado, enroscado en mi brazo.

—Jonás, faltan unas horas para que inicie la coronación.

El sanctus nos había dejado en el lugar donde Walton, Cam, Dagna y Albert discutían cómo detener los cargamentos de veneno.

Habían topado con un campamento de Gartet en el norte del bosque, detrás del castillo. Sólo estaba lleno de monstruos, y los últimos días habían estado saboteando sus excursiones, persiguiéndoles la pista y sobre todo atrasando todos los cargamentos que quería transportar a Ozog. Incluso habían averiguado quién comandaba el envío de veneno y este era un gigante que se llamaba Kilian. Habían esperado a que se alejara de sus compañeros y entonces lo atacaron. Lograron arrastrarlo al portal más cercano y una vez en ese mundo trotaron a otro pasaje, después a otro y lo abandonaron allí. Sin guía que dictara órdenes brotó el caos en el campamento de Gartet. El cargamento estaba estacionado e inutilizado en el norte, a unos kilómetros del castillo.

Mientras les hacía un resumen de todo lo sucedido caí en la cuenta de que mis amigos no habían hecho preguntas después del infortunio del hijack; la criatura dentro de la mujer guapa había dicho que le entregaría a Gartet los dos trotamundos que más buscaba. Para mis amigos yo no tenía poderes extraños. Me pregunté si sospechaban que les ocultaba la verdad. Pero lo único cierto era que desde esa noche no había tenido tiempo para preocuparme así que menos ellos.

Después de hacerles el resumen ellos me ayudaron a trasportarlos al campamento que habían montado cerca del pueblo. El resto de la unidad continuaba inconsciente, tal como los había dejado el sanctus.

Un hombre me preguntó qué hacía con los cuerpos y le grité que se metiera en sus asuntos. Cuando llegamos al campamento la primera en despertar fue Petra, su pecho estaba agitado y escudriñaba su alrededor con recelo. Me incliné a su lado y le acaricié el dorso de su mano con mi pulgar, diciéndole que todo estaba bien. Era un gesto que veía hacer a la gente para tranquilizarse.

Sus ojos se detuvieron en los míos, brillaron debajo de una bruma de confusión y finalmente esbozó una media sonrisa.

Cuando el resto despertó ideamos un plan para mantenernos lo más cerca posible del futuro rey en los próximos tres días. Fue fácil hacernos la idea ya que sabíamos que el sanctus nos pediría algo sin sentido y difícil.

Miles no pudo escuchar el plan pero asintió cuando todos estaban de acuerdo o meneaba la cabeza cuando el resto mostraba semblantes desaprobatorios. Los nobles estaban invitados a la fiesta así que trataríamos de colarnos como invitados reales o de alguna otra manera no tan glamorosa.

Habíamos decidido que si teníamos que encontrar el temor más profundo del futuro rey de Babilon entonces podríamos acercarnos en su coronación. Petra había dicho que ella podía hurgar en la mente del rey con artes extrañas tal como había hecho Drivid en la historia de Cornelius que nos contó el hijack. Pero para eso Petra necesitaba un poco de sangre del rey, además de que era un hechizo que nunca antes había practicado. Dijo que si lo ejecutabas muchas veces entonces ya no necesitabas sangre de un individuo para entrar en su mente. Por ejemplo, hace un año habían entrado en mi mente por una semana y yo nunca los había visto ni ellos a mí. No tenía idea de cómo lo lograríamos pero haríamos el intento esa noche.

O lo acosaríamos y le arrancaríamos el recuerdo a la fuerza o haríamos el hechizo.

El campamento era una cueva donde habían dejado las mochilas y dormido por las noches. Los sacos de dormir se extendían en el suelo. Había una cuerda suspendida con ropa secándose, una fogata y una roca en el centro que utilizaban como mesa donde Walton había dejado su arma favorita: un arco lacado que el mismo había fabricado con un carcaj. Había dormido por cuatro horas pero las sentí como si fueran cuatro minutos.

El futuro perdido de Jonás Brown [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora