La maestra de artes extraña notó que la persona que tenía enfrente, y se había arrodillado con naturalidad, no era su subordinado cuando Dante ya había cortado las sogas de Sobe.
La oscuridad era espesa y eso teníamos a nuestro favor. Y la lluvia era tanta que se te metía a los ojos y te hacía imposible ver.
Cam, Dante y Sobe comenzaron a batallar contra la maga y todos los objetos que ella lanzaba y controlaba.
Iba a ayudar a mis amigos, pelear con Izaro y tratar de que no conjurara nada no era tarea fácil, pero entonces alguien me agarró del cuello y me aventó contra la baranda de la terraza. Qué mal. Sentí el fierro del parapeto clavarse en mi estomago como una bomba atómica o comida mexicana picante. Los moretones que había visto por última vez en la celda me recordaron que seguían allí, dándome tanto dolor que me quitó el aire. Traté de ponerme de pie, una mano me agarró del brazo y me enderezó. Estaba a punto de darles las gracias cuando vi que era Morbock y que me había levantado para darme un puñetazo en la cara.
Y dolió pero no dolió tanto como lo que estaba a punto de venir. Alcé a anguis, su aura oscura incremento las sombras e incluso la temperatura decreció. La serpiente siseó como si se encontrara con un viejo enemigo. Quise terminar lo que había empezado esa semana pero el golpe me había mareado, veía a cinco Morbocks furiosos y todos esquivaban mis golpes. Rodeó mi cuello con una de sus garras y masculló lleno de furia.
—Mira lo que le hiciste a mi pierna —le mantuve la mirada desafiante y al ver que no cooperaba me dio un guantazo en la mejilla—. ¡Mira!
Bajé la vista sintiendo como el agua cálida goteaba de mi cabello.
¿Alguna vez viste una pierna muy deformada? Pues su pierna no se parecía a eso porque ya no la tenía. Su uniforme de soldado finalizaba en un muñón fresco que estaba cubierto por una malla de metal que irritaba la piel, abría la herida y la hacía manar sangre espesa y verde. Se aproximó, me tomó de la remera y susurró:
—Mi pierna está mal por tu culpa —su aliento era fétido—. Mi pierna está mal por tu culpa —repitió.
—Lo único que está mal aquí es tu aliento.
Eso lo hizo enfurecer más, supongo porque sabía que era verdad, y me encestó un golpe en la carótida que me quitó el oxigeno. Mis rodillas flaquearon. Cuando me encorvé tembloroso vi una de sus piernas. La única, de hecho. Él había olvidado que tenía la espada o confiaba en que sus golpes me arrebatarían la fuerza para usarla. Mala jugada, amigo réptil.
Mientras me preguntaba quién lo había puesto a cargo del ejército le hice un corte vengativo y oblicuó en su otra pierna. Utilicé a anguis como si fuera un hacha, un golpe limpio e impulsado. El hueso sonó. Crack. Pero lo cierto es que él también estaba armado y me clavó algo en la espalda.
Eso sí que dolió pero no fue lo único que me dolió en la noche. No, no, todavía faltaba mucho dolor como una película de Hachiko interminable.
Me desplomé en el charco de lluvia porque el golpe con esa cosa filosa en la espalda me había arrebatado todas mis energías. Escuché el ruido metálico de anguis al caer en el suelo. Morbock se derribó a mi lado mientras gritaba por su última pierna que la había dejado como la primera. Su sangre se vertía en el agua trémula, era negra y verdosa pero se mezclaba con un líquido granate.
Quise ver de dónde venía ese color rojo pero no podía moverme. Tenía frío a pesar de que mi espalda quemaba, algo caliente se derraba de allí como si todo el calor de mi cuerpo de desbordara por la daga que Morbock me había clavado. Era mi sangre y no podía hacer más que verla correr. El dolor no me dejaba pensar y aproveché eso para actuar en modo automático. De repente Finca estaba a mí lado y lloraba por mí.
ESTÁS LEYENDO
El futuro perdido de Jonás Brown [2]
FantasyLos trotamundos son una raza de humanos capaz de abrir puertas a otros mundos, cerrarlas e incluso crearlas. Viven entre las sombras como nómades a causa de que una organización llamada La Sociedad los caza si tienen la capacidad de cerrar portales...