En este mundo sí se usa ropa

264 55 24
                                    


Cuando regresamos con la unidad todos estaban tirando los abrigos que ya no necesitaban y los arrojaban al suelo en una pila. El clima era templado, Dante estuvo un buen puñado de minutos es desligarse de todos los abrigos que llevaba encima.

Sobe se había bajado del árbol y con una rama empuntada estaba trazando frenético garabatos en el suelo. Berenice analizaba mi herida con aspecto hermético como una cirujana a punto de suturar. Me estaba desinfectando con un alcohol de Hello Kitty que le pertenecía a Miles pero su propietario afirmó que él jamás usaría eso, que era de Dante; Dante dijo que era de Sobe y Sobe masculló que no lo molestaran con algo que no era de él y continuó concentrado en sus garabatos.

—¿Puedo ver que tan mal está? —le pregunté a Berenice mientras ella me sujetaba el mentón y comprimía los labios.

—No, además no tengo espejo. Pero no sólo es hinchazón el golpe te abrió un tajo —me informó mojando el paño en más alcohol—. Tal vez el daño era mayor si no tenías las gafas.

—Auch ¿Cicatriz?

—Tal vez —reconoció—, el tajo da para sutura pero no ahora. No te apresures a ver la cicatriz tendrás toda una vida para eso.

Asentí. Pensar en otra cicatriz me sentó mal. Por ahora no me preocupaba en las chicas pero llegaría un momento que sí y entonces esa cicatriz sería un problema en mi cara si quería gustarle a alguien.

Le eché una inspección a mis manos quemadas como dos pasas añejas. Suspiré.

Sobe nos llamó a todos enderezándose a un lado de su dibujo. Había trazado unos cuatro círculos y muchas líneas. Sacó el mapa de mi mochila, lo suspendió a un lado de la tierra retratada y alisó sus pliegues con esmeró. Nos reunimos a su alrededor y le echamos una mirada a los mapas.

—Muy bien, presten atención caterva de guarros, porque esto es lo que vi al subir al árbol —se aclaró la garganta y sujetó la rama como si fuera un laser señalador—. Nada. No vi absolutamente nada.

—Hubieras usado los anteojos de Jo —añadió Miles con una sonrisa torcida en sus labios.

—Es lo único que vi si tenemos en cuenta lo que yo creo que es el sur —añadió Sobe picando la mejilla de Miles con la rama—. El sur sólo está cubierto por bosque, nada más. Seguramente es allí donde tenemos que ir pero entonces me volteé y le di una mirada al norte ¿Se han dado cuenta de que estamos en un barrio de suburbios de palacios victorianos o algo de ese estilo?

Asentimos a intervalos, cada mundo tenía lo suyo en particularidad pero esa descripción era la más acertada.

—Bueno, por lo que sabemos este mundo es asechado por un bosque que podría ser el rey en fertilizantes porque crece muy rápido. Por esa razón creo que nos encontramos en un tramo de civilización que fue abandonada porque el bosque creció y comenzó a engullirla. Al norte las casas continúan por unas millas hasta un pueblo no tan ostentoso. Hay una ciudad más adelante que, espero, esté habitada y un castillo enorme en muchas proporciones pero luego el bosque vuelve a crecer.

Señaló el mapa que me había dado Petra hace un año. En el se podía apreciar un amplio territorio de colinas y arroyos, cuantiosos ríos y muchas aldeas esparcidas como gotas de lluvia. Al norte había un castillo dibujado con tinta mucho más oscura, esa estructura era rodeada por una amplia ciudad que se esparcía por varios kilómetros. El resto del mapa era ocupado por unos bosques reducidos, llanuras y numerosas montañas. Las montañas más notorias se encontraban en el extremo sur del mapa, extendiéndose en la superficie de un arco de cordilleras nevadas que ocupaba casi todo el extremo.

El futuro perdido de Jonás Brown [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora