NARRA CHRISTIAN
A las ocho en punto toqué el timbre de su casa. Se oyeron unos gritos dentro. La puerta se abrió, dejando paso a Bethany. Vestía unos vaqueros cortos y una camiseta negra poco ajustada para mi gusto. En sus pies había unas Converse grises, en vez de unos tacones. Su cabello estaba recogido en un moño improvisado, en vez de arreglado y peinado con delicadeza. Llevaba sus gafas de siempre. Enarqué una ceja y Bethany se cruzó de brazos y me miró con suficiencia.
—¿Te gusta? —su tono de voz estaba cubierto por un ligero sarcasmo.
—Me encanta.
La sonrisa desapareció de su rostro.
—No, en realidad lo odio —ironicé—. Hubiese preferido que llevases un vestido muy apretado que dejase poco paso a la imaginación.
—Mala suerte de nuevo. Odio los vestidos. Y antes de que digas nada, también las faldas.
—Lograré convencerte.
—No quiero salir. ¿Puedo quedarme tranquilamente en mi casa viendo una película o leyendo un libro?
—Solo si yo te acompaño.
—Hmm... —pareció pensarlo—. No, mejor no. Mi hermano y su novia están en casa.
Supuse que se refería a Nathan. Jonathan no me había dicho nada de una novia. Y él me lo cuenta todo, al ser uno de mis mejores amigos. Sonreí por la ironía de la situación. Seis años siendo amigos y nunca había cruzado una palabra con su hermana.
—¿Lista para partir, milady?
—No me puedo creer que un solo día vaya a subir dos veces a tu coche —resopló.
—Tranquila, es un coche distinto.
Bethany alzó las cejas. Después puso los ojos en blanco.
—Se me olvidaba que eras rico.
—¿Cómo lo sabes?
—Bueno, a parte de que no paran de hablar de ti en el instituto, mi hermano es tu amigo.
—¿Tu hermano habla de mí?
—No mucho. Solo lo que mis padres le preguntan. Mi madre desea conocerte —volvió a poner los ojos en blanco.
—¿Está dentro?
—No, se ha ido con mi padre a cenar por ahí. Llegarán tarde.
—Más tiempo para los dos. Vamos.
Ella suspiró, rindiéndose.
—Está bien, iré a por mi móvil y las llaves.
Me dirigí a mi descapotable mientras oía los gritos de Bethany avisando a su hermano de que se iba. Nathan también gritó, pero no entendí lo que decía. Por fin apareció y se detuvo enfrente de mí.
—Antes de nada, que conste que esto no es una cita, no estamos saliendo y no significas nada para mí, ¿entendido?
—Joder, vaya humos —sonreí acariciándole la mejilla.
—Quita tus zarpas de encima mía —me dio un manotazo en el brazo.
Me encogí de hombros y le abrí la puerta. Ella se sentó en el asiento de copiloto y yo en el de piloto. Agarré el volante con una mano y pisé el acelerador.
—¿A dónde me vas a llevar? —preguntó después de un rato.
—A un sitio.
—¿Qué sitio?
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Muérete, amor [CORRIGIENDO]
Werewolf«-Bueno, ahora te vas a dar la vuelta, mirando hacia la ventana, mientras yo me pongo el pijama. -No hace falta. A mí no me importa que te desnudes delante mía. -Estoy segura de eso, pero a mí sí me importa, por lo que te vas a dar la vuelta...