Capítulo XXX (especial)

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NARRA DAMIEN

   Quedaban solamente dos días para irnos. Yo volvería al piso de Mike y Violet se iría a casa, con sus padres. Las vacaciones se acababan, y en cuatro días ingresaría en la universidad de Michael, a estudiar derecho.

   Después de comer, busqué a Violet con la mirada, pero no la vi por ningún lado. Tampoco estaba en la habitación.

   ¿Dónde estás?, la pregunté.

   No contestó. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso estaba dormida? O peor... ¡¿se había desmayado?! Tenía que encontrarla ya. Ahora mismo.

   No seas ridículo. Sólo estoy dando un paseo por el bosque.

   Mi cuerpo se relajó. Mi alivio era inmenso. Violet estaba bien.

   Salí a buscarla, pero no la encontré. Intenté oler su olor. Estaba cerca, ¿pero dónde?

   Sentí como alguien se abalanzaba sobre mí a mi espalda. Me rodeó el cuello con los brazos y la cintura con las piernas. Eran las extremidades de Violet. Las reconocería en cualquier sitio.

   —Hola —saludó en murmullo, dando besos a mi cuello.

   —Buenas tardes.

   Se separó de mí e intentó mirarme, pero su cuello no se estiraba tanto, por lo que giré mi cabeza, enfrentándola.

   —¿«Buenos días»? ¿Solo eso?

   —Es por la tarde —me defendí.

   —Pero yo soy... Déjalo.

   Se bajó de mi espalda y caminó en dirección contraria, alejándose de mí.

   —¡Violet! —la llamé.

   Se detuvo, pero no se dio la vuelta. Negó con la cabeza y siguió andando. Sus hombros se sacudían, arriba y abajo. Estaba... ¿llorando?

   Corrí hacia ella y la di la vuelta. Se secaba las lágrimas con rapidez, para que yo las viese. Pero ya era tarde.

   —¿Violet?

   —Déjame sola, Damien. Por favor.

   —No voy a dejarte sola. Y menos cuando estás llorando.

   —No estoy llorando.

   —Ya, y yo soy el rey de Inglaterra.

   —Es que no lo entiendo, Damien. ¿Por qué nos tenemos que estar siempre pelando? Es decir, ¿por qué discutir, si en ocasiones no lo hacemos?

   —Las ocasiones en las que no lo hacemos, nos estamos besando. No hay tiempo para hablar.

   »Escucha, Violet, lo bueno de las discusiones es la reconciliación. ¿Discutimos? Pues nos reconciliamos. ¿De qué manera? De la que mejor sabemos —expliqué, esto último con un tono pervertido.

   —¿Y cuál es la mejor manera que sabemos...? —preguntó Violet, de la misma manera.

   Solté una carcajada y la pegué a mí. Limpié sus lágrimas con mi mano libre y besé el rastro que habían dejado. La miré a sus azules ojos y bajé la vista hasta sus labios. Eran tan apetecibles. ¿Qué cojones? ¿Por qué no la estaba besando ya?

   —Damien...

   —¿Sí? —observé como se movían sus labios.

   —Pues que yo...

   No sabía que iba a decir, pero tampoco me importaba. La besé con todo el amor que pude demostrarle. Se sentía tan bien...

   ¡Un momento! ¿Con todo mi amor? ¿Qué estaba diciendo? Yo... No importa. Se sentía bien, muy bien.

   Me separé de ella y apoyé mi frente en la suya.

   —Me haces muy feliz, Damien. Me complementas —susurró Violet.

   —Has dado luz a mi vida, Violet.

   —De verdad que siento mucho lo de tu familia.

   —Shh... No te preocupes. Fue un duro golpe que llevo conmigo, una carga más. No lo he superado, pero he aprendido a vivir con ello. Y tú me das más fuerza para soportarlo. Gracias, Violet.

   Depositó un beso en mis labios.

   —Damien, sé que es muy pronto, que nos conocemos de unas semanas, pero has alegrado mis días. Yo... Ay, Dios. Yo te amo.

   Se dio la vuelta, dándome la espalda. Comenzó s caminar mientras se frotaba los brazos. Se alejaba de mí.

   —¡Violet!

   Corrí hasta ella, la tomé de brazo y la hice girar. Planté un apasionado y desesperado beso en sus labios.

   Después de varios minutos, nos separamos. La cogí de la mano, sin decir nada y corrimos, como si nuestra vida dependiese de eso.

NARRA VIOLET

   Damien tiraba de mí. Después me soltó la mano y se transformó en lobo. Yo sonreí e hice lo mismo. Seguimos corriendo, hasta llegar a una playa. No sabía donde estábamos, pero me encantó el lugar.

   —Violet —me llamó él mientras miraba el mar.

   —¿Sí?

   —No sabes cuánto tiempo llevo deseando que dijeses eso.

   —¿A qué te refieres?

   —A que yo también te amo, boba.

   —¿A quién llamas tú boba, estúpido?

   —A la que me ha llamado estúpido.

   —¡Porque lo eres!

   —Pero este estúpido te ama.

   —Y esta boba también.

   Le mordí el cuello y corrí por mi vida. Escuché cómo Damien venía detrás de mí.

   Era la chica más feliz del mundo.

★★★

¡Penúltimo capítulo!

Espero que os guste.

Besos y abrazos,

LevyWolf

♥♥♥

Muérete, amor [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora