NARRA BETHANY
Me senté en el suelo mientras esperaba a Christian. Había cogido comida, bebida e incluso cartas. Había dejado la ventana abierta para que entrase. Eran las once y media. Se estaba tardando bastante. La otra vez llegó a las diez. Resignada, abrí la bolsa de patatas fritas y comencé a devorarlas. Destapé la botella de Coca-Cola y le pegué un trago.
Me sentía frustrada. ¿Por qué? No es como si fuese mi novio ni estuviese preocupada por él. Es solo que... es el mejor amigo de mi hermano, debo saber si está bien o no para informarle.
Sigue mintiéndote, dijo una voz en mi cabeza.
—Oh, cállate —murmuré—. Solo trato de no enamorarme. No saldría nada bien con Christian de por medio.
Entré en mi baño y me mojé la cara. Me quedé mirando mi rostro en el espejo. Puse la burbuja imaginaria a mi alrededor.
¿Qué vería Christian en mí? Él es popular, guapo y está bueno. Yo soy... rubia, de ojos corrientes y con gafas. No es por ofender, pero los chicos no encuentran tan atractivas a las chicas de gafas que llevan ropa de una o dos tallas más grande que la que deberían utilizar. Ellos prefieren a la típica rubia de bote imbécil, que lleva ropa súper ajustada que no tapa casi nada y con grandes pechos y nalgas. ¿Por qué quiere un beso mío? Está claro que yo sí quiero uno suyo. ¿Quién no lo querría? Pero me niego a que me utilice, a ser de usar y tirar. Me niego a ser otra de sus putas.
Cogí mi móvil, lo desbloqueé y puse una canción. Busqué la de «What the Hell» de Avril Lavigne y la pulsé.
—Oh, thinking “What the Hell?”.
Agarré un peine y lo usé de micrófono. Canté frente al espejo, desahogando, por así decirlo, mis penas.
—¡If you love me, if you hate me, you can save me, baby, baby!
Me callé de repente cuando vi un par de ojos azul verdoso en el espejo, mirándome. Mierda, Christian ya había llegado.
—Hola... —me pasé una mano por mi pelo suelto.
—Te ves muy sexy cuando cantas así.
—Mentira. Parezco una foca retrasada con voz de gallo.
—No te voy a mentir diciendo que cantas bien.
—Vaya, esa es una forma muy amable de decir «cantas como el puto culo».
—No quiero que me pegues.
Le di un manotazo en el brazo.
—Idiota —gruñí.
Salí del baño, encendí la luz de mi lamparita de noche y me senté en el suelo. Christian había cerrado la ventana y no hacía frío. Sostuve en alto la bolsa de patatas, pero Chris la rechazó con un gesto. Me encogí de hombros y mastiqué la crujiente patata. Él cogió la botella de Coca-Cola y bebió de ella.
—¿Para qué es todo esto? —preguntó en voz baja.
—Para la noche.
—¿No tienes pensado dormir?
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Muérete, amor [CORRIGIENDO]
Loup-garou«-Bueno, ahora te vas a dar la vuelta, mirando hacia la ventana, mientras yo me pongo el pijama. -No hace falta. A mí no me importa que te desnudes delante mía. -Estoy segura de eso, pero a mí sí me importa, por lo que te vas a dar la vuelta...