Capítulo V

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NARRA BETHANY

   A la mañana siguiente, Jess y yo desayunamos en la cocina. Pusimos un estúpido programa mañanero en la televisión de la sala mientras devoraba mi sándwich de Nutella.

   La resaca se me pasó ayer por la tarde y hoy habíamos decidido ir de compras. Pasamos por mi casa a por mi cartera, saludé a mi familia y cogí la chaqueta de Christian. Luego pasaría a dársela.

   Me lo pasé genial la mañana de compras. Jessie me invitó a comer y acepte. Pedimos unas pizzas y nos pusimos hasta arriba. Jess se durmió y yo le escribí una nota:

   Jess:

   He ido a casa de Christian a devolverle la chaqueta. Nos vemos mañana en el instituto. Después de esto, me iré a casa.

   Te quiere, tu amiga Beth.

   Así que me fui y miré con miedo la mansión. Estaba en lo alto de una colina. Había que caminar bastante. La carretera era para coches, pero era privada, por lo que primero tuve que llamar a un telefonillo.

   —¿Sí? —se escuchó la voz metálica de una mujer.

   —Eh... Hola. Soy Bethany, una compañera de Christian. Vengo a devolverle su chaqueta.

   —Pase.

   Las puertas de metal se abrieron, y tuve que ir andando hasta la mansión en sí. Cuando fui a tocar el timbre, me faltaba la respiración.

   Las enormes puertas se abrieron, dejando paso a una mujer mayor, de unos cincuenta y pico años.

   —Hola... Soy Bethany.

   —Hola, soy Marissa. Entre, Christian debe de estar en su habitación.

   —¿Le ha avisado de que he venido?

   —No. ¿Quiere que lo haga?

   —Sí, por favor. Esperaré aquí, si no le importa.

   —Oh, sí, y mucho. Venga a la sala de estar, querida. Es la primera chica que entra a casa de Christian y no quiere ir directa a su dormitorio.

   —Bueno, como comprenderá, no me gusta su...

   —Mi niño. Es como mi hijo, aunque realmente no lo sea.

   —Que tierno —sonreí de oreja a oreja—. El caso es que su niño no me gusta. Somos compañeros de mesa en Química y el viernes me obligó a quedar con él.

   —¿La obligó?

   —Sí. Le dije que no quería salir por la noche y me amenazó con sacarme de allí a rastras. Como comprenderá —repetí—,  sé que Christian es fuerte (es el capitán del equipo de fútbol) y no me quedó más remedio que ponerme ropa decente.

   —¿A dónde la llevó, si no es muy impertinente?

   —Para nada. Me llevo a Espequette.

   —Hmm... No debería haberla llevado allí. Se nota a simple vista que usted no es como las otras.

   —Gracias.

   —Oh, disculpe el comentario.

   —Para nada. Me alegra saber que no me parezco a las putas con las que se acuesta. Perdón por la frase —me disculpé.

Muérete, amor [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora