[Día 22] País Extranjero

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Au!Peruano porque arriba la inka-cola

Kirishima Eijirou es un joven fotógrafo bastante famoso, de dinero, buena familia y buena labia, lo que todo mundo tiene de estereotipo al hombre perfecto.

Y que gracias a aquello, puede viajar por todo el mundo haciendo lo que más le gusta. La fotografía.

Inmortalizar paisajes, personas, recuerdos. Las fotos siempre han estado presentes en su vida, desde que nació hasta que creció.

Estudió en la escuela más honoraria de Japón (su país natal) en donde sus profesores reconocían su talento innato, se llevó muy bien con sus compañeros de aquella época, y la razón de todo fue cuando se encontró con un viejo amigo del salón de artes.

"—¡Kirishima! Cuanto tiempo hermano. —saludó el rubio con la voz tan conocida, el pelirrojo sonrió.

—¡Kaminari! ¡Hace años no te veo! Hombre. ¿Qué ha sido de tu vida? No escuché de ti desde que saliste de la universidad por tu beca en China. —musitó con duda. El rubio empezó a explicarle sobre su viaje y cómo terminó allá en ese país. También sobre su llegada y su nueva inscripción a la universidad.

—Oh cierto, pero este año acabo de regresar. Estoy ahora vuelta en primer año, tú ya estás en Quinto ¿No? Terminaras dentro de poco. —preguntó.

—Sí... Quinto es cansado.

—¡Y qué lo digas amigo! En china solo son dos años de preparación. ¡Pero son dos años bien puestos, rayos! —exclamó cansado. El pelirrojo rió. —Hubo una sola vez que sí me exasperé, fue en el primer proyecto de fin de año. Primer siglo.

—¿Enserio? ¿Y qué tema era?

—Fotografía, a ti se te daría excelente.

—¡Tienes razón! Pero, ¿Eran fotos hacia algo...?

—No. Eran fotos de un sentimiento.

Kirishima abrió los ojos.

—¿Sentimiento?

—Sí, tenía que representar la realidad y el conformismo en una imagen, o algo así."

Y bueno, aquella conversación si que lo había impulsado. Bendito Kaminari.

Sí, puede que viajar hacia el otro extremo del planeta sea de locos, pero tenía que hacerlo a menos de que su inspiración se acabe, además de la curiosidad que picaba sus manos cuando pensaba en aquello.

Realidad y conformismo...

Y en ese momento pudo haberse quedado en blanco, pero ahora lo tenía claro.

Mientras bajaba del avión y pisaba el piso del aeropuerto internacional se dio cuenta que fue inteligente de su parte el querer aprender español de niño.

¡Bienvenidos al aeropuerto de Lima!

Estaba en Perú.

Y con el tiempo que pasó en el país se dio cuenta que la elección fue correcta. Por más que le diera pena y remordimiento el hablar así, Perú era la perfecta definición de una realidad muy cruda.

Porque de verdad, aquello no existía en Japón.

Le dolía que los niños vagaran por las calles pidiendo un sol —moneda nacional— o incluso se dio cuenta de que en Perú no solo eran peruanos, habían venezolanos, colombianos, chilenos, rusos, alemanes. Era toda una diversidad de razas. Obviamente le encantó aquella diferencia con su país natal —en el cual la mayoría por no decir todos era de ojos rasgados y piel canela o blanca— ahí siempre te encontrabas algo distinto.

Y no solo vio eso.

También vio muchos mundos.

Gente de buen vivir y gente que a las justas podía pagar un plato de comida. Gente noble y gente huraña. Fotografió cada una de las escenas que vio y analizó, aquello era un festín de emociones, todo era un caos...

Y explotó cuando lo conoció.

Era un joven de 18 años, de cabellos rubios y ojos marrones rojizos, tan rojizos que mucha gente decía que el era un demonio. Por su carácter y presencia, su habla, su andar, su voz en sí y su comportamiento. Se encontró con un espécimen raro.

Se encontró con Bakugou Katsuki.

Y se dio cuenta que él era de descendencia japonesa, por sus ojos rasgados y nombre, sin embargo, vivía solo en una pequeña casa de esteras a una cuadras de su hotel —pues él se había hospedado en un lugar que se encontraba en San Juan de Lurigancho, algo que su asesora de viajes le advirtió que no hiciera— y nunca pensó en encontrar algo así.

Nunca pensó en encontrar a alguien así.

Mal hablado, hermoso, gritón, noble, orgulloso, y al mismo tiempo tímido con las cosas que le gustaban. No pudo evitar enamorarse perdidamente del precioso chico rubio, de sus deseos por salir adelante, de su motivadora historia de vida.

Porque tal vez no haya encontrado la respuesta al trabajo que lo llevó hasta ahí.

Porque tal vez, haya encontrado algo mucho mejor.

Hecho de Explosiones de RocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora