[Día 25] Medieval

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La fría noche en comienzos de otoño los embaucó y la oscuridad bajo el único brillo de la luna blanca fue lo que obtuvieron. Bakugou no era tonto y sabía que ese era el momento indicado para tomar un descanso merecido, pues caminaban desde hace horas sin ningún segundo para detenerse.

Y sí, caminaban, plural.

Estaba junto a su fiel camarada. Kirishima Eijirou.

Un idiota con suerte de tener en la sangre genes del místico dragón de la montaña. De cabellos y ojos tan rojos como el infierno mismo cuando se molestaba, o el sol en el atardecer cuando tenían tiempo libre. Piel morena, con ligeras cicatrices y manchas poco notorias, que no hacían más que hacerla ver más perfecta.

Su sirviente, lacayo, como lo quieran llamar.

Suyo.

Y sí, nuevamente, acaba de decir que Kirishima es suyo. ¿Algún problema?

Realmente, desde que lo conoció un sentimiento de propiedad creció en él —cosa que odió mucho ya que, Kirishima no era un objeto— y no podía detenerlo.

Se convirtió en su dueño cuando hace unos meses lo venció en batalla. Fue el día en que consiguió un compañero de aventuras, a un protector, a un amor incondicional tras suyo.

Tal vez aquello último fue lo que llegó a afectarle.

Definitivamente no era casual que esto sucediera, no pasa todos loa días el tener aquella sensación de tan solo querer estar junto a él y ya, haciendo cosas que nunca pensó en hacer. Como desviarse de su objetivo de concentrar en el Rey de la Montaña solo para que el pelirrojo pudiera seguir su búsqueda de su manada —onviamente dragones—. También había cambiado mucho su rutina, pues antes no tomaba descansos.

Y ahora estaba sentado bajo el pie de una improvisada fogata, escuchando al hombre cantar.

Y podría morir feliz en ese momento —vaya que sí— pero tenía muchas cosas que pensar ahora que estaba tranquilo. Por ejemplo, sobre los exploradores que hace unos días llegaron y osaron entrar a su territorio, su reencuentro con Deku, la desaparición tan extraña fe su antigua aldea...

—Hey Bakugou, ¿Estás bien?

Ojos escarlata se impusieron en su vista de forma avasalladora y no pudo evitar perder el equilibrio de la sorpresa y caerse de espaldas —pues estaba sentado— resonando su caída entre hojas secas por la estación. Escuchó la risa juguetona del pelirrojo y un bufido salio de sus labios, seguido de un grito.

— ¿¡Qué mierdas quieres ahora imbécil dragón inútil!? —se levantó y notó que la risa del contrarios aumentó más de solo verlo.

— ¡No grites Bakugou! —El chico seguía riéndose como imbécil.

Y bueno, como no hacerlo si ahora tenía variad ramitas en el cabello y una pequeña hoja en la nariz.

—Eres un idiota. —regañó y cruzó de brazos, mientras se tocaba la cabeza para revisar que no tuviera nada y encontrar la causa de la risa contraria. Encontró la ramitas y las lanzó una por una en la cara del mitad dragón. — ¡Un verdadero idiota! ¿¡Por eso te reías de mí bastardo!?

— ¡Ow Bakugou duele! —se quejó, sin embargo dentro de ese pequeño lapso de tiempo notó como la pequeña hija seguía en la nariz del rubio, ambos estaban demasiado cerca y quiso hacerle un favor. —Déjame ayudarte. —Y se acercó.

Bakugou pensó que lo iba a besar, de verdad.

Y en su mente lo único que se podía entender era ElmalditomevaabesaryyonoesoypreparadoelsentiralomismoqueyoonojoderlosmataréaeseidiotamalditaseanopuedonecesitoestoyaBÉSAME.

Incluso cerró los ojos y sus labios quedaron ligeramente arqueados para recibir un roce, aunque sea mínimo.

Pero el beso nunca llegó.

Solo un ligero soplido y una pequeña hoja marchita quedó volando frente a sus ojos, Kirishima sonrió.

— ¡Tenías una hoja en la cara! Te la saqué... Uh, te estás sonrojando. ¿Tendrás fiebre?

Y bueno, no pudo hacer más que gritarle mientras el otro empezaba a entender todo.

Tal vez era amor, pero quién sabe.

Porque puede ser que a Kirishima también le guste Bakugou con la misma locura.

Después de todo, siguen siendo solo dos completos idiotas adolescentes enamorados.

Hecho de Explosiones de RocaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora