Capítulo 4

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El día había sido tan agotador como todos, sin embargo, ahí estaba Erick limpiando y organizando su modesto departamento para cuando llegara el doctor Pimentel.

Sabía que era una locura haberse tardado tanto arreglándose, buscando ropa que lo hiciera lucir bien, aplicándose loción y penando perfectamente su cabello, pero por alguna razón que no tenía muy clara quería verse bien. 

Estaba nervioso a pesar de ya tener todo listo, incluso el refrigerio que le brindaría al doctor. El timbre sonó de repente y supo que el momento había llegado, se miró por última vez en el espejo y se dirigió a la puerta para abrirla encontrándose con los ojos marrones más bellos que hubiera visto jamás.

-Buenas tardes Doc- dijo Erick poniendo su mejor sonrisa.

-Buenas tardes señor Colón- respondió amablemente.

Joel le dio una mirada rápida de arriba a abajo y Erick supo que no había sido buena idea arreglarse tanto, tal vez se veía ridículo.

-Pase por favor, le diré a Matt que baje.

El rizado entró y Mathías ya venía bajando las escaleras, también estaba feliz de tener a su doctor en su casa.

-¡Doctor!- gritó el niño emocionado.

-Mati, ¿como estás?- dijo Joel despeinando un poco al pequeño.

-Doc, ¿en que lugar se quiere ubicar?- preguntó el ojiverde.

-Aquí en la sala está bien señor Colón.

-Bien, estaré en la cocina por si necesita cualquier cosa.

Joel se sentó en el sofá con el niño a charlar amenamente mientras detallaba el departamento.

-¿y cuál es tu lugar favorito de la casa?- preguntó el rizado

-Mi cuarto- contestó el niño.

-¿Ah sí?, ¿y puedo saber por qué?

-Porque ahí escondo mis tesoros- dijo el pequeño en susurro cerca del oído de Joel- ¿Quieres verlos?

-Sí.

-Ven, vamos- tomó a Joel por la mano y subieron escaleras arriba hacia la habitación de Mathías.

Erick desde la cocina los vio pasar, no entendía nada pero suponía que era parte de la terapia, se había esforzado por escuchar su conversación pero había sido en vano.

La recámara de Mathi era como la de cualquier otro niño de su edad, colores alegres, sábanas de superhéroes, muñecos sobre la cama. El niño se apresuró a abrir su clóset y escarbar debajo de su ropa para sacar una pequeña cajita de madera.

-Este es mi tesoro- dijo Matt entregándole la caja a Joel. Este la miró y luego al pequeño.

-¿Puedo?

Mathías asintió con la cabeza y el rizado la abrió encontrando en su interior un osito de peluche y una fotografía de una mujer.

-¿Por qué guardas esto Matt?- le preguntó el mayor.

-Es todo lo que hay de ella- respondió mirándolo a los ojos.

-¿Es la mujer del dibujo?

-Sí.

-¿Como se llama?

-Mamá.

Joel se quedó en silencio por un momento pensando en como proceder.

-Bien peque, vamos a bajo.

Bajaron las escaleras y se acomodaron de nuevo en el sofá. Erick llegó con una pequeña bandeja en la que traía refrescos y galletas. Joel dejó al niño viendo televisión y fue tras Erick hacia la cocina.

-Señor Colón- dijo Joel dándole un buen susto a Erick que se encontraba de espaldas.

-¡Ay Dios!- expresó poniéndose la mano en el pecho.

-Lo siento, no quise...- dijo entre risas.

-Está bien, no se preocupe- lo interrumpió el ojiverde.

-Hoy descubrí algunas cosas.

-¿Qué pasa con mi hijo doctor?

-Señor Erick, el niño es totalmente consiente de todo lo que ha pasado. Sabe lo que le pasó a su madre y lucha por no olvidarla.

-¿A qué se refiere?- preguntó Erick confundido.

-No vaya a tomar a mal lo que le voy a decir, pero Mathías conserva algunas cosas de su madre.

-¿Como?

-Un oso de peluche que al parecer era de ella junto con una fotografía. Señor Erick, ¿por qué no hay fotos de ella en la casa, ni siquiera en la habitación de Matt?

Erick pareció incómodo y enmudeció por unos segundos. -Mathi hacía muchas preguntas cuando recién ocurrió, preguntas que me daba miedo responder- dijo por fin. 

-Ni siquiera sabe el nombre de su madre- expresó Joel en voz baja.

-Ocultar todo parecía buena idea- dijo con voz quebrada.

-Lo entiendo Señor Colón, pero creo que consiguió el efecto contrario.

-Quiero remediarlo, lo juro- dijo el ojiverde mientras pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos.

-Bien, hay mucho trabajo que hacer- contestó Joel con una sonrisa reconfortante.

Ese mismo día Erick y su hijo tuvieron la conversación mas importante de sus vidas. Mathías era demasiado maduro para su edad y supo entender por qué su papá había tomado ciertas medidas. Las lágrimas se escaparon de padre e hijo limpiando consigo todo rastro de dolor y tristeza.

Joel salió al patio mientras la escena transcurría en la sala, no quería interponerse ya que le parecía un momento íntimo y familiar. Pensaba en la suerte del señor Erick al tener un hijo como Matt, era un niño realmente maravilloso y encantador.

Luego de lo que parecieron largos minutos, Erick apareció en la sala con una enorme caja en sus manos, eran las cosas de la madre de Mathías que habían estado guardadas por dos años. Le dieron un lugar a cada cosa, colocaron fotos en la sala, en la recámara de Mati y en el pasillo que da al patio,  y Joel los acompañó por que el niño así se lo pidió.

Cuando organizaron lo último que quedaba Mathías miraba fijamente a su doctor.

-¿Sucede algo peque?- preguntó el rizado

Matt sonrió y negó con la cabeza, -¿Hoy no compartirás tu paleta?

-¿Quién dijo que no?- respondió sonriente mientras sacaba la paleta de su bolsillo.

Joel miró su reloj y solo entonces fue consciente de lo tarde que era, se despidió del niño y su padre y emprendió camino en su auto hacia su casa lo más rápido que pudo, había pasado un momento agradable y no se había sentido como trabajo, lo había disfrutado. Sin embargo, sabía perfectamente que tendría que enfrentar un enorme problema al llegar a su casa.

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Les quiere:

Lia.

Help Me Doc || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora