Las horas parecían hacerse cortas mientras los dos paseaban por la cuidad de Osaka con una sonrisa en los labios.
— ¡Mira! —Repetía Minki cada vez que algo lo maravillaba, después le sonreía a Minhyun y hacía comentarios tipo — Es lindo. Que tierno. —Pero cuando Minhyun se ofrecía a comprarlo, Minki simplemente le pedía que no lo hiciera. — ¡Mira eso! —Repitió mientras miraba unos juguetes en la entrada de un pequeño local casi frente a ellos.
— Ven. —Le extendió su mano y Minki lo pensó un momento antes de darle la suya. Ambos caminaron hacia el interior del local. — ¿Cuál te gusta?
— Todos me gustan. —Volvió su mirada seria y la dirigió a Minhyun. — Que tontería, ¿no?
— No. ¿Por qué crees eso?
— Ya soy grande, no debería sentirme fascinado por unos juguetitos. —Volvió su mirada a los juguetes.
— A mí también me gustan. —Le susurró con una sonrisa de complicidad consiguiendo la mirada del rubio. — ¿Qué tiene de malo? Tienes 18 años, sí, ¿y qué? Yo tengo 23 y aún los colecciono, no hay una ley que prohíba que te gusten los juguetes.
— No quiero que piensen que soy inmaduro.
— Ren, no tiene que importarte eso.
— No quiero que tú pienses que lo soy.
— ¿Yo? —Minki asintió.
— Vamos a casarnos y… no creo que quieras por esposo a un chico de 18 años que todavía gusta de comprar juguetitos, ponerles nombres y fingir voces a cada uno.
— Okay, Ren, escúchame: —Le tomó ambas manos para guiarlo a volverle la vista— a mí no me importa incluso si todavía le tienes miedo a la oscuridad; quiero conocerte, conocer tus gustos y costumbres, tus rutinas y tus metas. Rennie, a mí no me molesta en nada si te gustan los juguetes, o lo que sea… me gustaría que me lo dijeras y que aceptaras que te hacen feliz.
— ¿No te molesta de verdad?
— Para nada. —El rubio sonrió. — Venga, déjame comprarte uno, al menos. ¿Cuál quieres? —Ren mantuvo su sonrisa y miró a los juguetes de nuevo.
— Este. —Dijo sin pensarlo dos veces cuando vio un Totoro del tamaño de su brazo probablemente relleno de algodón.
— Vale. —Minhyun llamó a la encargada y después de pagarlo ambos continuaron su recorrido, comprando uno que otro juguete o bocadillo. — Escuché que son buenos, ¿te gustan? —Dijo el moreno recibiendo unos panecillos después de pagarlos.
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El anillo de mi dedo anular
Romance" - Te casarías conmigo? -El silencio inundó la habitación, en partes sabía que debía decir que no... que debía rechazarlo porque ese anillo... esa pregunta debía ser para su hermana, no para él. Aunque... para ser sinceros... no le sorprendió...