Al día siguiente, temprano, Manny hizo desfilar a los novatos en el gimnasio para su selección. Lo siguieron a través de la puerta en una sola fila; tenían los rostros tensos por el miedo y el agotamiento.
Los seguían unos cuantos médicos con batas de laboratorio. Sus pruebas y rayos X continuaban, lo que contribuía a dejarlos exhaustos. Recuerdo haber tenido que correr sobre una caminadora con una pronunciada inclinación, conectada a todo tipo de aparatos. Los doctores se la pasaron incrementando la velocidad hasta que al final caí.
Algunos Reiniciados permanecían en grupitos detrás de los instructores, curiosos por saber a quién le tocaría estar con determinado entrenador. Ever estaba en el rincón a mi izquierda con varios Menos-Sesenta, recargada contra la pared desde donde miraba a los novatos formarse frente a nosotros.
Giré y mis ojos fueron de inmediato hacia Veintidós. Su mirada estaba sobre Lissy, pero cuando me vio observándolo, en su rostro apareció una sonrisa, seguida de un puchero.
«¿Por favor?», dijo con los labios.
Las súplicas no funcionaban conmigo. Los objetivos humanos me rogaban todo el tiempo. Por favor no me lleves. O, Por favor no me toques. O Por favor no me mates. No funcionaba.
Por otro lado, esa sonrisa... casi dejé que apareciera una en mi rostro.
No. Eso era ridículo. No podía permitir que este chico extrañamente sonriente me convenciera de hacer algo estúpido. Era la mejor entrenadora; solo aceptaba a los mejores novatos.
Quizá sean los mejores porque así los hiciste. La idea me había estado molestando desde la noche anterior.
La puerta se abrió de golpe y el silencio cayó sobre el gimnasio, mientras el oficial Mayer, comandante de cinco instalaciones CAHR, cruzaba el salón. Se detuvo junto al personal médico y cruzó los brazos sobre su redonda barriga. El oficial Mayer pasaba la mayoría del tiempo en Rosa, la más grande de las cinco instalaciones y, a menudo, se presentaba para observar a los novatos. Los miraba durante la totalidad del proceso de seis semanas, para mantener su atención sobre los buenos y deshacerse de cualquiera que pudiera crear problemas.-Uno-Siete-Ocho -dijo Manny.
Volteé la mirada hacia Uno-Dos-Uno, quien asintió hacia mí. Sabía que lo elegiría. Los otros Reiniciados se lo habrían dicho.
Miré a Veintidós. ¿Cuánto tiempo le quedaría con Lissy? Estarían en el campo de operaciones un par de semanas, y con la trayectoria de Lissy, estaría muerto en dos meses, máximo.
Sus ojos oscuros me miraron fijamente. No hay mucha gente que me mire a los ojos. Los humanos no me querían ver en absoluto y los Reiniciados estaban asustados, o sentían que yo era algún tipo de superior.
Y esa sonrisa. Esa sonrisa era extraña aquí. Los novatos no llegaban sonriendo; llegaban aterrados y miserables.
Definitivamente era un bicho raro.
-¿Uno-Siete-Ocho? -repitió Manny, mirándome con expectación.
-Veintidós -salió de mi boca antes que pudiera cambiar de opinión. Una sonrisa se extendió en el rostro del chico.
Los entrenadores miraron entre la fila, atónitos. El humor de Lissy había mejorado.
-¿Veintidós? -repitió Manny-. ¿Callum?
-Sí -confirmé. Eché una mirada furtiva por el gimnasio para ver al oficial Mayer frotándose la barbilla; torcía la boca con algo muy parecido a la desilusión. Pensé que quizás objetaría y me haría escoger un número más alto, pero permaneció callado.
-Está bien -dijo Manny-. ¿Uno-Cinco-Cero?
Hugo abrió la boca, la cerró y volteó a mirarme con el ceño fruncido.
-¿Estás segura?
Veintidós rio, y Manny le indicó que se callara.
No.
-Sí -dije.
-Yo... Uno-Dos-Uno, entonces -dijo Hugo, mirándome como si yo fuera a protestar.
No lo hice. Me quedé ahí de pie mientras los demás entrenadores elegían a sus novatos y se separaban para comenzar a discutir el proceso. Esperé, entumecida por mi decisión, hasta que Veintidós caminó hacia mí, las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones negros.
-Después de todo te agrado -me dijo.
Fruncí el ceño. No estaba segura de eso. Tenía curiosidad. Estaba intrigada.
¿Agradar? Eso era exagerar un poco.
-O tal vez no -dijo riendo.
-Tomé en cuenta lo que dijiste. Sobre cómo los números más bajos no me tienen a mí.
-Ah. Así que no fue por mí.Me sonrió y me dio la impresión de que no creía ni una sola de las palabras que había salido de mi boca. Me moví de un pie a otro, incómoda. Quería moverme nerviosamente, y yo nunca lo hacía.
-¿Eres bueno para correr? -pregunté con rapidez.
-Lo dudo. Suspiré.
-Nos reuniremos en la pista interior todas las mañanas a las siete.
-Está bien.
-Trata de no gritar cuando te rompa los huesos. Me molesta. Puedes llorar si quieres, no hay problema con eso.
Soltó una carcajada. No advertí que hubiera hecho un comentario cómico.
-Entendido -dijo, intentando, sin éxito, cubrir su amplia sonrisa-. Gritos, no.
Llanto, sí.
-¿Alguna vez has manejado armas?
-No.
-¿Habilidades?
-Soy bueno con la tecnología y esas cosas.
-¿Tecnología y esas cosas? -repetí, frunciendo el ceño confundida-. ¿Dónde viste computadoras en los tugurios?
-No soy de los barrios bajos -bajó la voz cuando lo dijo. Parpadeé.
-¿Vienes del Rico? Rio levemente.
-Nadie le dice así. Nada más es Austin.
Nadie del Rico le decía así. Afuera, en los barrios bajos, usábamos la palabra Rico
para referirnos al lado opulento de las ciudades.
Eché una mirada rápida por el gimnasio. Había unos cuantos Reiniciados que venían del Rico, pero, sin duda, eran la minoría. Nunca había entrenado a uno. Mi última aprendiz, Marie Uno-Tres-Cinco, había vivido en las calles de Richards, y eso la había curtido más. La vida en el tugurio volvía a los Reiniciados mejores y más fuertes. Veintidós estaba doblemente jodido. De haberlo sabido, no podía asegurar que lo habría escogido.
-¿Cómo moriste? -le pregunté.
-KDH.
-Pensé que casi habían erradicado el virus KDH de las partes ricas de la ciudad
-le dije.
-Están cerca. Soy uno de los pocos suertudos.
Hice una mueca. El KDH era una forma horrible de morir. Al virus lo llamaron así por la ciudad que fue la zona cero de la epidemia, Kill Devil Hills, en Carolina del Norte. Era una cepa distinta de un virus respiratorio común entre los niños, y en pocos días mataba a la mayoría de los humanos.-Mis papás me llevaron a un hospital de los barrios bajos porque no tenían dinero para las medicinas -prosiguió.
-Esa fue una tontería -todos sabían que el KDH estaba fuera de control en los barrios bajos. Ahí a nadie le daban tratamientos contra el virus.
-Sí, bueno, estaban desesperados. Y no sabían que...
-Solo vas al hospital de los barrios para morirte y que te clasifiquen.
-Sí. ¿Cómo moriste? -preguntó.
-Me dispararon -dije-. ¿Alguna otra habilidad?
-No creo. Espera, ¿cuántos años tenías cuando moriste?
-Doce. No estamos hablando de mí.
-¿Quién le dispararía a una niña de doce años? -preguntó con una inocencia que solo podía venir de vivir su vida entera dentro de esos muros donde no ocurría nada malo.
-No estamos hablando de mí -le repetí. ¿Para qué hacerlo? ¿Cómo le explicaría la vida de unos padres drogados, casuchas sucias y las peleas y gritos que surgían cuando pasaban demasiado tiempo sin una dosis? Un chico rico no lo entendería nunca.
-¡Novatos! -llamó Manny, indicándoles que lo alcanzaran junto a la puerta del gimnasio.
-¿No vamos a empezar ahora? -preguntó Veintidós.
-No, todavía les faltan pruebas -hice un gesto hacia el personal médico-.
Comenzaremos mañana.
Soltó un suspiro y pasó una mano por su rostro.
-¿En serio? ¿Más pruebas?
-Sí.
Su mirada se apartó de mí y se dirigió a los otros novatos que ya habían alcanzado a Manny.
-Está bien. Nos vemos mañana, entonces.
-¡Veintidós! -gritó Manny-. ¡Muévete!
Le indiqué que se fuera; corrió al otro lado del gimnasio y desapareció por la puerta. Todos los entrenadores me veían cuando pasaban junto a mí. Hugo y Lissy se pararon frente a mí con las mismas expresiones de confusión.
-¿Qué te pasa? -preguntó Lissy. Tenía las manos en las caderas, las cejas bajas.
-¿Es especial o algo así? -preguntó Hugo. Lissy puso los ojos en blanco.
-Sí. Realmente especial, Hugo. Me encogí de hombros.
-Quizá lo pueda mejorar.
-No cuentes con ello -masculló Lissy. Se fue enojada. Hugo me lanzó otra mirada aturdida, después la siguió a la salida.
Giré para irme, y mi mirada se cruzó con la de Ever. Sonreía, tenía la cabezainclinada hacia un lado, y después asintió como si dijera: Bien por ti.
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Reiniciados
Science FictionReiniciados - Amy Tintera Cinco años atrás, la joven Wren Connolly recibió tres disparos en el pecho, ahora ha regresado como una Reiniciada «Reboot». Es una guerrera más fuerte, insensible y capaz de curarse a sí misma. A medida que los Reiniciados...