Capítulo 12

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-Te lo perdiste esta mañana. Qué lástima, porque fui bastante genial.
Callum me dio una amplia sonrisa cuando atravesé el gimnasio y me detuve frente a él. La gran sonrisa resplandeciente había regresado.
-Lo siento -dije, y mis ojos revolotearon por el gimnasio. Un par de Reiniciados me miraron fijamente-. Me quedé dormida -me concentré en Callum y mis mejillas ardieron con solo ver su sonrisa-. De todos modos, gracias por ir. Está muy bien.
Se encogió de hombros.
-Sí, claro.
Advertí la mirada fija de Hugo desde el otro lado del gimnasio y crucé los brazos sobre mi pecho, fulminé el brillante suelo de madera con una mirada. Quería arrastrarme hasta un rincón y esconder mi rostro y nunca volver a mirar a ninguna de estas personas otra vez.
-¿Me vas a pegar, o qué? -preguntó Callum.
Una risa de sorpresa escapó de mi boca y aclaré la garganta rápidamente para esconderla. Pero era demasiado tarde: la había escuchado, y una total felicidad bailó por su rostro.
-Eh, sí -me sonrojé cuando volví a mirar sus ojos.
Callum colocó los puños frente a su rostro y le tiré un golpe ligero que bloqueó con facilidad. Le dirigí uno más fuerte y paré justo antes de darle en la mandíbula.
-Más rápido -dije-. Casi te pego.
-Es posible que tengas que aceptar que nunca seré bueno para esto -se agachó cuando mi puño voló hacia él.
-No.
-¿No? -Saltó cuando traté de patearle las piernas para derribarlo.
-Bien.
-Gracias. ¿No? ¿No lo aceptas?
-No. Todos mis novatos son buenos. Nunca he perdido a uno durante el entrenamiento. Solo a dos pero después.
-¿De cuántos? -preguntó, tirando un golpe débil que esquivé con facilidad.
-¿Siquiera le echaste ganas al último? -pregunté, sin poder evitar que las comisuras de mi boca se fueran hacia arriba.

-Un poquito -se balanceó sobre sus pies.
-Intenta más.
Dio un golpe más duro pero aún así lo esquivé fácilmente. Por lo menos estuvo mejor.
-¿Cuántos? -me volvió a preguntar.
-¿Veinte? ¿Veinticinco? Algo así -esta vez nos lanzamos ganchos con más fuerza uno al otro, y mi puño golpeó su barbilla ligeramente. Le agarré el brazo mientras se acercaba, y lo jalé con tanta fuerza que cayó de nalgas. De inmediato trató de patearme las piernas para derribarme, como le enseñé, y una sonrisa se me dibujó en el rostro.
-¿Te parece chistoso? -preguntó Callum, dándose por vencido después de que salté para salirme de su camino.
-No, estuvo bien -agaché la cabeza para que no pudiera ver la sonrisa que se extendía cada vez más sobre mi rostro.
Sus dedos aferraron mi muñeca de repente y me tambaleé, entonces mis rodillas se estamparon contra su estómago y caí encima de él. Soltó un gruñido entremezclado con risas.
-Yo gano -dijo con un resoplido.
-¿A eso le llamas ganar?
Me agarró las manos cuando yo comenzaba a quitármele de encima, y se levantó sobre los codos para acercar su rostro al mío.
-Sí.
Miré nuestras manos entrelazadas en vez de sus ojos oscuros y felices, mientras trataba de luchar contra el calor que se extendía por mi cuerpo. Un rubor de cuerpo entero. Estupendo.
-Lamento lo que dije antes -dijo en voz baja, y levanté la mirada-. No hablaba en serio.
Saqué mi mano de la suya y me aparté de él para caer en el suelo frío. Quizá sí lo lamentaba, pero sin duda aquella vez hablaba en serio.
-No hay problema.
-Sí lo hay -dijo, se incorporó y se inclinó hacia mí para hablar en privado-. No debí decir que disfrutas cazando a la gente solo porque eres buena para hacerlo...
-Lo disfruto -lo interrumpí-. De cierta manera. En especial la persecución. Pero... -no estaba segura de qué manera lo podría entender él... no en este momento.
-¿Pero qué?
-No es que tenga una opción -dije suavemente-. Apenas si recuerdo mi vida humana, y lo que sí recuerdo es terrible. Esto es lo único que conozco. Solo soy buena para esto. Así que, sí, a veces lo disfruto.
-Tiene sentido -hasta sonaba como si lo dijera en serio.
-Y no siento cosas. No de la misma manera. Soy una Uno-Siete-Ocho. Es cierto

que no tengo emociones, de verdad.
-Eso es mentira -dijo con un tono divertido en la voz.
-No lo es.
Callum se inclinó más hacia mí, hasta que pude oler el aroma fresco de su piel. Olía a limpio, vivo y como un Veintidós; yo quería envolverme en algo para esconder mi hedor a muerte.
-Sí, lo es. Me hiciste papilla el otro día. Eso era rabia. Y esa mirada en tus ojos, cuando hablaste de tu vida humana, esa es tristeza -podía sentir el calor de su aliento contra mi rostro. En ese momento inclinaba su cabeza para acercarla a la mía. Una sonrisa le cruzó los labios mientras yo daba un gritito ahogado de sorpresa.
-Sientes mucho.
-¡Uno-Siete-Ocho! ¡Veintidós! ¡De vuelta al trabajo! -Alcé la cabeza de golpe para ver a un guardia que nos fulminaba con la mirada. Me levanté rápidamente y le extendí mi mano a Callum. La tomó y se puso de pie de un salto.
-¿Me perdonas? -preguntó, mientras colocaba sus puños en posición. Sus ojos eran grandes y redondos, como un cachorrito que ruega que le den un premio.
-Sí -le dije con una risa.
-Hazlo otra vez -dijo, pegando saltos de la felicidad.
-¿Que haga qué?
-Ríete.
-Hagamos un trato. Si logras golpearme, me rio.
-Qué rara eres.

Solté a Callum para que fuera a cenar después de que se empezara a vaciar el gimnasio. Apenas estaba por seguirlo a las puertas, cuando vi a Ever entrar y enfilarse hacia el área de prácticas de cuchillo. Levantó una de las navajas sin filo y retrocedió varios pasos; su cuerpo se quedó quieto mientras se preparaba para lanzar.
Lanzó el cuchillo. Rebotó contra la pared y golpeó el suelo.
Callum me miró con expectación y me abrió la puerta del gimnasio; le hice una seña para que se fuera.
-Adelántate. Llego en un minuto -me acerqué de varias zancadas y me detuve junto a Ever.
Levantó la mirada un momento mientras alcanzaba el cuchillo con dedos temblorosos.
-Hola, ¿estás bien?
-Venía a preguntarte lo mismo.
Dio un paso atrás y lanzó el cuchillo. Golpeó la pared a por lo menos quince centímetros del objetivo.
-Fabuloso.
Miré durante varios intentos más, fallaba cada lanzamiento. La mayoría ni se

incrustaba. Estaba pálida y vacilante; lo que le habían dado anoche no parecía haber durado mucho.
-Ugh, me pregunto por qué estoy fallando tanto hoy -la voz de Ever destilaba sarcasmo mientras se agachaba para recoger el cuchillo tras otro lanzamiento sin éxito-. ¿No te parece extraño?
Crucé los brazos sobre mi pecho e hice mi mejor esfuerzo por mirarla con compasión. No estaba segura de cómo me había salido. Quería decir algo, lo que fuera, pero no se me ocurrían palabras que no le sonaran sospechosas al oficial CAHR que estuviera escuchando.
-Pensaría... -gruñó mientras lanzaba el cuchillo otra vez- que esto es exactamente lo opuesto a lo que quieren -el cuchillo se atoró en el vientre del hombre de papel. Inclinó la cabeza-. ¡Bah! Supongo que por lo menos lo debilitará.
-Ever...
-¡Uno-Siete-Ocho! -Di la vuelta al escuchar la voz del oficial-. El Oficial Mayer quiere verte en su oficina.
Asentí, manteniendo la cara seria pero mi estómago se retorcía en nudos. Eso no sonaba bien.
Le lancé una mirada pesarosa a Ever antes de salir del gimnasio y subir las escaleras. El blanco pasillo del noveno piso estaba helado, y jalé mis mangas para cubrirme los brazos mientras me detenía frente a la puerta del oficial Mayer.
La puerta se deslizó y el oficial al mando levantó la vista desde su enorme escritorio de cristal, para mirarme con detenimiento. Sus dedos gordos pasaban rápidamente por la pantalla, y movió la cabeza hacia una silla.
-Siéntate.
Lo hice, con la espalda rígida. ¿Sabía de mi conversación con Ever? O peor aún,
¿sabía que mentí sobre Leb y Milo?
-Interesante selección de novato -me dijo, se inclinó hacia atrás en su silla y dobló las manos sobre sus muslos.
Traté de no suspirar con visible alivio.
-¿Gustas explicármelo? -preguntó.
-Quería ver si podía mejorar a un número más bajo. Asintió con la cabeza, se columpió en su silla.
-¿Y no va bien?
-Apenas empezamos.
-No acepta bien las órdenes. Les respondió a los oficiales del transbordador ayer.
-Es nuevo.
-Te ignora -el oficial Mayer estrujó su cara roja-. O bromea como si lo divirtieras. Ya los vi en el gimnasio.
Enfoqué mis ojos sobre su escritorio, froté mis palmas nerviosamente. Nunca me habían reprendido por mi entrenamiento de novatos.

-Los números bajos a menudo son... difíciles, pero él es tremendo. Me sorprende que solo lo golpearas una vez -se inclinó hacia delante, y su silla golpeó contra el suelo-. Y supe que también tú causaste problemas en el transbordador ayer.
Me aclaré la garganta.
-Yo...
-Está bien -manoteó-. No estoy de acuerdo con que desobedezcas las órdenes, pero ya le dije a los oficiales que no obliguen a las chicas a quitarse las camisetas. No somos animales, por el amor de Texas.
Asentí.
-Gracias -le dije con suavidad. Hasta estaba siendo sincera, un poquito.
-Les dije que tal vez solo estabas frustrada con tu novato, cosa que entiendo.
Deberías de estar frustrada. Yo estoy frustrado.
Me tragué el nudo en la garganta y enfrenté su mirada. Frustrado no era una buena palabra en el idioma de Mayer.
-Todavía no lo vamos a eliminar. Ya tuve que eliminar a Cuatro-Tres por tratar de matar a un oficial. Muchas gracias por eso, por cierto. Leb te elogió mucho.
Volví a asentir, mientras retorcía los dedos. No lo vamos a eliminar todavía.
-Pero necesita ponerse en forma. Haz que siga las órdenes, o no tendré otra opción. Siéntete en plena libertad de comentarle lo que dije.
Se me oprimió el pecho hasta el punto en que los extremos de mi visión comenzaron a oscurecerse por falta de oxígeno. No lo podían eliminar. No podía dejar que eso ocurriera. Tenía que mejorarlo.
El oficial Mayer volvió a concentrar su atención sobre su escritorio, presionó sus dedos contra el cristal.
-Eso es todo. Puedes irte.
Me levanté, lista para escapar, pero me detuve cuando dijo mi número.
-Hablo en serio sobre la eliminación. No quiero verte desperdiciar tu tiempo.
Mejoría inmediata, o está fuera.

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