Capítulo 20

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Agarré la mano de Callum y zigzagueamos a través de un callejón oscuro; después comenzamos a correr a toda velocidad y nos dirigimos hacia un refugio abandonado. En los años que habían seguido a la guerra, tuvo la finalidad de ayudar a los humanos a recuperarse. Cuando los traficantes y las pandillas tomaron control de Rosa, CAHR lo clausuró con tablas.
Estábamos en las orillas de Rosa, cerca de los límites de la ciudad y en el corazón de los barrios. CAHR estaba del otro lado de la ciudad, después de los campos de operación, pero no les tomaría mucho enviar oficiales. En términos de escondites, este no era el mejor lugar. Las casas eran diminutas y las tiendas de campaña de la siguiente calle proporcionarían aún menos protección.
Una alarma perforó el silencio y un reflector pasó sobre el área. Me metí de prisa hasta el fondo de una casucha, presionándome contra la madera desvencijada. Callum hizo lo mismo, sus ojos estaban fijos en el cielo; el reflector de un transbordador vigilaba el área. Al pasar sobre la calle, él me volteó a ver.
-¿Seguimos? -susurró.
Sí. ¿Quizá? No estaba segura. Casi cada decisión que había tomado en los últimos cinco años, en realidad no era mía. Conocía las reglas de CAHR y las seguía.
El reflector se dirigió hacia nosotros y Callum me agarró la mano con fuerza y corrimos a través del pasto irregular que rodeaba la casucha. Escuché las balas antes que varias me perforaran los hombros y rebotaran contra mi casco.
-Por acá -grité, y solté la mano de Callum al cruzar la calle de terracería. El reflector nos perdió mientras yo zigzagueaba entre las casas y me lanzaba sobre el césped, pero podía ver a los oficiales a la distancia, un grupo enorme de ellos se distribuía por las calles.
Me detuve en la parte trasera de un viejo refugio y jalé la puerta con tanta fuerza que la construcción se bamboleó como si fuera a caer. Tropecé pero la puerta cedió fácilmente, y di un paso adentro solo para tambalearme hacia atrás, golpeando el pecho de Callum.
Personas. Humanos, por todos lados. Olían a suciedad, mugre e infección.
Conocía ese olor.
Reconocí a los humanos apiñados en sus propios rincones, algunos usaban solo ropa o palos para marcar su territorio. Vi las marcas de las agujas en sus brazos, las

manos temblorosas, la desesperación dibujada en sus rostros.
De niña viví en un lugar parecido durante meses, entre tanto mis padres flotaban en un intenso viaje, debido a una droga que duraba tanto que, a menudo, no tenían tiempo de aterrizar antes de encontrar la oportunidad de volver a inyectarse. De todos los que viven en los barrios, los ocupantes ilegales de los edificios abandonados son los que están peor; fueron los que dieron cada centavo que tenían a los traficantes y criminales que frenaron el progreso de Rosa.
Había olvidado gran parte de mi tiempo como ocupante ilegal con mis padres, pero recordaba el olor y cómo por la noche solía sostener la cobija contra mi nariz para bloquearlo mientras dormía.
Callum tuvo una arcada, cosa que atrajo varias miradas de interés. Algunos de los humanos parpadearon y se nos quedaron mirando, demasiado intoxicados como para reconocer que había dos Reiniciados parados frente a ellos. Pero otros no estaban tan drogados todavía.
Levanté los dedos a mis labios, rogando silencio, pero fue inútil. Un ser humano normal era malo, pero esta gente era peor.
Gritaron y tuve el impulso inmediato de sacar mi pistola y comenzar a disparar.
Había unos treinta. ¿Cuánto tardaría en matarlos a todos?
-Podemos salir por ahí.
La voz de Callum penetró mis pensamientos y volteé a mirarlo con sorpresa. Casi había olvidado que estaba ahí.
Pensé que le aterraría que comenzara a matar a gente. Me echaría esa mirada, como si fuera un monstruo. Él había estado dispuesto a morir porque se rehusaba a terminar con una vida.
En cuanto a mí, consideré la idea de dispararles a todos.
-Wren -me jaló del brazo con insistencia.
Dejé que me arrastrara hasta la puerta del frente y luego hacia afuera, a la oscuridad. Salimos en dirección contraria al reflector.
Olvidaba que odiaba a los humanos. Había desplegado una eficiencia clínica en mis misiones; así es como nos entrenaban. Pero los odiaba, incluso cuando también yo era una.
Sucios, asquerosos, violentos, egoístas, impulsivos, y ahora tenía que pasar días... semanas... vadear entre ellos para encontrar a Adina y esa mítica reservación de Reiniciados.
Quería odiar a Callum por ello, pero de inmediato mi cerebro me gritó solo a mí. Yo, la que no podía lograr nunca que Callum siguiera las reglas. Yo, que no lo podía entrenar lo suficientemente bien como para sobrevivir dentro de CAHR. Yo, que lo traje a esta locura, donde lo más probable era que lo mataran de todos modos.
Las balas acribillaban el suelo mientras corríamos, rasgando los tobillos de Callum y salpicando sangre por la tierra. Eso lo frenó, así que fui adelante y jalé su brazo para remolcarlo.

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