Capítulo 7

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Veintidós golpeó el tapete e hizo lo que le había pedido: no gritó.
Presionó el rostro contra el plástico negro y sus puños aferraron la tela de su camisa, pero no lloró. Su tarde había estado repleta de heridas, pero estaba haciendo un buen trabajo al no gritar ni llorar.
Me arrodillé y empujé la pernera de su pantalón hacia arriba. El hueso salía de la piel.
-En este caso tienes que empujarlo de nuevo para adentro -le dije. Él gimió y negó con la cabeza.
-Tienes que hacerlo. Tienes que acercar más el hueso a donde se supone que debe estar, o no sanará bien. Tu piel se cerrará alrededor del hueso y entonces voy a tener que cortarte la piel para abrirla de nuevo.
-Eso es asqueroso -masculló contra el tapete.
-Incorpórate.
Se levantó lentamente hasta quedar sentado e hizo una mueca. Los equipos de entrenamiento a nuestro alrededor volteaban para observar. Al otro lado del cuarto, Hugo reprimía una carcajada con la mano.
Me concentré en Veintidós otra vez.
-Solo vuélvelo a empujar hacia adentro.
-¿Nada más? -exclamó-. ¿Empújalo para adentro?
-Dame tu mano -extendí la mía.
Deslizó su mano en la mía. Se sentía tibia y no tan perfecta como la imaginé. Pensaba que lo ricos debían tener manos suaves, libres de cualquier marca. No tenían que hacer ningún trabajo manual duro como la gente de los barrios bajos. Estaba segura de que Callum no había construido una barda ni trabajado en una granja de algodón en toda su vida.
Pero sus manos eran más toscas que las mías, y cuando volteé su palma hacia arriba vi pequeñas cicatrices en sus dedos. Las cicatrices de la vida humana nunca desvanecen.
-Así -le dije y coloqué su palma sobre el hueso. Lo empujé hacia adentro, con fuerza, y apretó una mano sobre su boca para sofocar un grito.
Volvió a colapsarse sobre el tapete, mientras un suave gemido se escapaba de su garganta. Sentí una punzada de culpa. Otra vez esa culpa. No sé si me gustaba.

No fue mi intención romperle la pierna. Era una buena experiencia de aprendizaje, una que con el tiempo habría necesitado, pero había sido un efecto secundario infortunado el que sus movimientos no fueran tan veloces como le había pedido.
-Vas a tener que aprender a moverte con más rapidez -creo que mi intención era decirlo como disculpa. No salió bien-. Quiero decir, yo no... -espera, yo no me disculpaba con los novatos. Estaba ahí para enseñarle. Él necesitaba saber cómo volver a meterse el hueso.
Se rodó de espaldas y me miró divertido. Bueno, diversión con un toque de dolor candente.
-Si me pides una disculpa cada vez que me lastimes, no estarás haciendo otra cosa.
Una risa surgió en mi pecho y rápidamente me volteé para que no pudiera ver la sonrisa en mi rostro.
-Levántate -me puse de pie de un salto.
-Todavía tengo rota la pierna.
-No me importa. Levántate. Si te quedas ahí tirado en el campo de operaciones, te romperán la otra pierna y entonces estarás perdido.
Se puso de pie con paso vacilante.
-¿De verdad está tan mal allá fuera? -preguntó, tratando de mantener todo su peso sobre su pierna buena.
-Eso depende -dije.
-¿De qué?
-De quién es. Si solo estás extrayendo a un enfermo, es bastante fácil. Si es un criminal con una familia grande, podrían tenderte una emboscada en lo que llegas a ellos. Depende de qué tanto miedo tengan. Si se pusieron bravucones y creen que se pueden rebelar.
-¿Y qué hay si no lo hicieron?
-¿Qué?
-El crimen por el que los estamos levantando. ¿Qué pasa si no lo hicieron?
-Siempre dicen que no lo hicieron. Nuestro trabajo es arrestarlos. CAHR se encarga de lo demás.
-¿Los dejan ir si son inocentes? -preguntó.
Vacilé. Como Reiniciada nunca me informaban de lo que le sucedía a los humanos que capturaba. Como chica que vivió en los barrios bajos, conocía la verdad. Una vez que se llevaban a alguien, jamás volvía.
-Ellos están seguros de su culpabilidad antes de llevárselos -dije.
-¿Cómo?
-No nos concierne.
-¿Por qué no? -preguntó-. Somos los que estamos atrapando a toda esa gente.
-Nuestro trabajo termina ahí.

-¿A dónde van?
Yo también me lo pregunté alguna a vez. ¿A algún tipo de prisión? Lo dudaba.
-No lo sé. Frunció el ceño.
-¿Le dicen a alguien? ¿A las familias?
Claro, el chico rico no tenía idea de cómo funcionaba esto. Me tocaba una asignación en el área rica por cada cien que me tocaban en los barrios bajos.
-No. De cualquier manera, no lo creo.
-Pero...
-¿Qué tal la pierna? -interrumpí. Bajó la mirada y la estiró.
-Ahí va.
-Entonces levanta los brazos. Hay que seguir.
Su mirada encontraba la mía casi cada vez que le lanzaba un gancho. No estaba segura de cómo interpretar la manera en que me miraba, como si algo le intrigara. Los pequeños mariposeos que me causaba en el pecho me distraían.
-Terminemos por hoy -dije, después de que su quijada sanó de la segunda ruptura del día. La cena era en diez minutos; todos los demás estaban saliendo del gimnasio.
Extendí la mano para ayudarlo a levantarse del tapete y la tomó. Cuando jaló hasta incorporarse, colocó la mano con ligereza en mi brazo y se inclinó tan cerca de mi oreja que su aliento me hizo cosquilleos en la mejilla.
Mi primer instinto fue alejarme de un salto. Nadie se acercaba tanto a mí. Incluso como humana, no recuerdo que jamás se hubiera acercado alguien a mí tanto que pudiera sentir el calor de su piel. Pero comenzó a hablar tan suavemente que no podría haberlo escuchado si me movía de ahí.
-¿Nos escuchan todo el tiempo aquí? -preguntó.
-No lo sé -susurré-. Sé que lo hacen cuando sales al campo de operaciones.
Hay cámaras por todos lados aquí, así que es probable.
Se paró derecho pero no se alejó. Creo que mi intención era establecer una distancia más apropiada entre nosotros, pero me distraje por la manera en que bajó el rostro para sonreírme. Siempre había vivido en un mundo en el que tenía que mirar hacia arriba, pero por primera vez en mi vida quería pararme de puntas y acercar mi rostro al suyo.
Escuché una garganta aclararse y rápidamente di un paso atrás. Nos pudieran escuchar o no, era indudable que nos podían ver. El guardia en el rincón, las cámaras en la pared, otros Reiniciados pasando por ahí: todos nos podían ver muy bien.
-Buenas noches -me di la vuelta con rapidez para alejarme caminando.

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